«Roger Waters quiso tocar en mi local pero el guitarrista del grupo no le dejó»
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Entrevista a Fernando Espadafor, organizador de festivales de músicaeduardo sanz
Jueves, 15 de agosto 2019, 12:15
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Dicen de la gente aficionada al blues -y así está instaurado en el imaginario popular- que son tranquilos e impasibles, y si uno habla con Fernando Espadafor, podrá comprobar que esto es así.
Nacido en Pinos Puente y hermano de otros quince, Fernando se encargó durante 27 años de la música del local Alexis Viernes; uno de esos rincones reservados para los melómanos que habitúan a encontrarse en las pantallas de las ficciones estadounidenses. Tras dejar el local, ahora se ocupa en organizar dos festivales: Elvira Blues Festival y La Gloria Blues Festival
–¿De dónde le viene la pasión por el blues?
–Viene básicamente de familia. Mis hermanos lo escuchaban y a raíz de ellos comencé yo. Pero vamos, que al igual que todos los que escuchamos blues me gustan todos los géneros. A fin de cuentas, casi todos los tipos de música contemporáneos vienen del blues. Bueno, hay uno con el que sí que solemos tener problemas: el reggaeton.
–¿Cómo decidió hacer festivales? ¿No hubiese preferido tocar?
–Tocar toco, -para un momento de hablar mientras busca un vídeo en el que sale tocando durante su festival-, lo que pasa es que lo hago fatal. De todas formas sí, se podría decir que soy un músico frustrado. Lo de los festivales fue por buscar algo que hacer durante las vacaciones una vez dejé el Alexis.
–¿Le resultó difícil empezar a organizar festivales?
–En cierto modo estaba acostumbrado por todos mis años de trabajo, pero aun así sigue siendo muy complejo organizar todo: Contactar a los músicos, citarles unos días concretos, traer buenos técnicos de sonido... pero nada es peor que hacer todo el papeleo con la administración; que a fin de cuentas es lo más importante para gente tan tranquila como los aficionados al blues.
–¿Hay alguna diferencia de organización según la fecha?
–No mucho, la principal es que como habitualmente junto al gusto por el blues se cultiva el de fumar y beber, en verano se puede disfrutar de las tres cosas. De todas formas en invierno también monto uno, aunque ese es en noviembre para que no coincida de lleno con todas las fiestas y vacaciones.
–¿Cómo es la gente que asiste a este tipo de eventos?
–El público es muy heterogéneo: hay a quien le gusta escuchar a los músicos de forma tranquila y otros que vienen a bailar y darlo todo. De todas formas sí que es verdad que tendemos a ser gente muy serena y calmada con pasión por la música y todos sus géneros, menos con el reggaeton como decía al principio.
–¿Y los músicos?
–Los bluseros son gente muy tranquila, abierta y habitualmente, con pasión por la cerveza. Los de jazz si son distintos: más estirados, con tendencia a encerrarse en sus propios pensamientos y a juntarse exclusivamente entre ellos. Pero son estereotipos a fin de cuentas.
–¿Hay alguno que le haya sorprendido para bien o para mal?
–Que me haya sorprendido para bien, Raimundo Amador. Vino y tras ver al grupo que estaba tocando quiso unirse. Lo que iba a ser un rato acabó siendo una hora y media, pero además de eso, lo que más me sorprendió es la persona tan humilde que es. Que me haya sorprendido para mal hay uno en concreto que sigue trabajando en Granada, y aunque no vaya a decir su nombre, estoy seguro de que cualquiera dentro del mundillo leyendo esto le conocerá. Pero bueno, no hay nada que una charla y una caña no solucione, así que tampoco descartaría volverme a reunir con él en un futuro.
–¿Alguna anécdota con algún músico en concreto?
–Hace varios años vino Roger Waters -guitarrista de Pink Floyd- y tras un rato en el local me comentó que le apetecía tocar pero no llevaba guitarra. Yo, que por entonces tenía contratado un grupo, les llamé y les dije que fueran al bar para tocar con él. Cuando llegaron, el guitarrista dijo que no le dejaba su guitarra; que era suya y que si Roger Waters quería tocar, que se comprase una. Y efectivamente, para asombro de sus compañeros y mío, no se la dejó. Por supuesto, eran una banda de jazz. Lo que yo decía.
–¿Y qué le pasó al guitarrista rebelde tras ese acontecimiento?
–Pues que no volvió a tocar en el local, como era obvio.
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