Razones para ser optimistas con la azucarera de San Isidro
Ángel Isac Martínez de Carvajal
Lunes, 6 de febrero 2023, 00:01
La construcción de la Azucarera de San Isidro fue contemporánea de una importantísima operación de reforma interior en el centro histórico. Juan López-Rubio Pérez, ... científico e industrial azucarero, también impulsó el proyecto de la Gran Vía de Colón, la más importante «cura ortopédica», por utilizar una expresión propia de los higienistas del siglo XIX. La Gran Vía proporcionó a la ciudad de Granada un inédito escenario social y económico, además de un paisaje arquitectónico eclético, acorde con los ideales del pensamiento arquitectónico del siglo XIX, época en la que muchos deseaban que las calles más modernas fueran algo así como el mejor «museo histórico» de la arquitectura de todas las épocas.
Junto con los más modernos hoteles, bancos o cinematógrafos, la burguesía local encontró en la Gran Vía viviendas dotadas de las más innovadoras instalaciones para el confort. Pero también la calle nueva, obra de industriales y banqueros, provocó un fuerte rechazo intelectual que se prolongó durante décadas, por parte de los seguidores de Ángel Ganivet, autor de Granada la bella (1896). Hoy, esos edificios forman parte del patrimonio protegido de la ciudad.
Un error detectado por la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en su informe aprobatorio, al detectar que el trazado era un callejón sin salida, al interrumpirse en la calle de los Reyes Católicos, determinó que en las primeras décadas del siglo XX se intentará su prolongación por el barrio de San Matías. En los años setenta, antes de la muerte de Franco, se iniciaron los llamados «combates por la ciudad», que condujeron, en pocos años, a nuevas políticas urbanísticas a favor de los centros históricos.
El desarrollo urbano posterior a 1951 no fue, en muchos casos, ejemplar. Baste recordar que el plan general de 1973 proponía un vial, paralelo al Camino de Ronda, que, de haberse ejecutado, hubiera supuesto la destrucción de la Huerta de San Vicente.
Abandono y recuperación
La azucarera de San Isidro, como otras fábricas de la provincia de Granada, fueron cerrando en los años setenta y ochenta, iniciando, desde ese momento, un proceso de ruina y destrucción casi imparable. Afortunadamente, en 2015, la fábrica fue declarada Bien de Interés Cultural, como Lugar de Interés Industrial. Al año siguiente, el pleno del Ayuntamiento aprobó una moción para el «Desarrollo de la azucarera de San Isidro». La situación de riesgo máximo concluyó en diciembre de 2021, cuando la UGR adquirió la propiedad.
En un futuro, espero que muy próximo, el viejo complejo industrial va a ser, sin la menor duda, un centro de intensa actividad creadora en diversos campos científicos y culturales. Los estudios que hemos llevado a cabo, en cumplimiento del compromiso adquirido con la Dirección General de Arquitectura de la Junta de Andalucía, al obtener una importante subvención en convocatoria pública, permiten contar con numerosas ideas y propuestas para que la sociedad comprenda que la inversión llevada a cabo por la Universidad será altamente rentable en muy poco tiempo. Como parte de esos compromisos, en fecha próxima la editorial de la Universidad de Granada publicará una extensa monografía en la que han participado investigadores de varias universidades, pero también reconocidos expertos en proyectos ejemplares en recuperación del patrimonio inmueble.
Son muchos los beneficios que esperamos. Y no solo hablo, sensu estricto, de la fábrica. Me gustaría destacar que su entorno territorial, del que es inseparable, se producirán en pocos años mejoras notables en cuestiones tan importantes como una mejor relación con los vecinos de La Bobadilla (en su origen, el poblado de los trabajadores de la fábrica); la creación y mejora de recorridos verdes; o los nuevos ejes de movilidad y transporte sostenibles. Todas ellas se están planteando en paralelo con la revisión del plan general de ordenación urbana de Granada.
La azucarera y la Vega
Como historiador de la ciudad, y como muchas personas saben en Granada, la relación Vega-Ciudad ha sido durante décadas un conflicto muy grave. El crecimiento urbano, acelerado desde los años sesenta del siglo pasado, ha supuesto la desaparición de suelos de alto valor agrícola. Incluso, en los últimos meses, fue necesario constituir la plataforma «Salvemos la Vega, otra vez», ante el anuncio de un posible traslado de la estación del AVE a suelos protegidos. Un paisaje frágil que solo puede conservarse, transformarse o adaptarse, si se garantiza su productividad. En la Vega de Granada, dos importantes ciclos económicos, el de la remolacha y luego el tabaco, conformaron un valioso conjunto de bienes patrimoniales (azucareras y secaderos).
Hoy, y no hablo solo de los suelos del término municipal de Granada, sino del territorio metropolitano, podríamos preguntarnos si hemos llegado tarde. Ya no se pueden recalificar los suelos urbanizados, pero sí se puede hacer el máximo esfuerzo político, económico o técnico, para establecer un modelo ejemplar de intervención en el patrimonio edificado y paisajístico, en beneficio del BIC, pero también de toda el área metropolitana. Por eso, me parece tan importante la tercera revolución del chopo, como la ha llamado Antolino Gallego en el discurso inaugural del curso académico 2022-2023. Toda una garantía de productividad para salvaguardar un elemento del paisaje de la Vega tan característico como las alamedas.
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