El corruptómetro
'¿Qué es corrupción? ¿Y tú me lo preguntas? Corrupto, tú'. Los ciudadanos esperan de sus cargos públicos ejemplaridad; no que enjuaguen sus miserias con las podredumbres de otros
Pedro Sánchez contó en 'Manual de resistencia' sus andanzas –en compañía de otros– tras aquellas primarias de 2017 hasta llegar a Moncloa. Desde entonces, esa ... palabra –resistencia– ha sido la que mejor ha definido a un político especialista en gestionar el corto plazo; que, en gran medida, es renunciar a decidir tu futuro.
En ese libro habla de la creación de la asociación 'Bancal de rosas', a través de la que unos cuantos afiliados pretendían recaudar 30.000 euros en un crowdfunding para sufragar la campaña. En aquella época –lo dice el propio Sánchez– estrechó «vínculos» con compañeros como José Luis Ábalos o Santos Cerdán. También se menciona en el libro al granadino José Antonio Rodríguez Salas –«experto en redes»–, que de aquel círculo es quizás uno de los pocos que permanece en el mismo sitio e indemne; junto al sevillano Paco Salazar, el estratega más reflexivo y sosegado que hay en la sala de máquinas. Solo tres personas conocieron por ejemplo el número de avales que habían conseguido: además del propio Pedro Sánchez, Paco Salazar y Santos Cerdán.
Hay un párrafo de aquel 'Manual de resistencia' que hoy probablemente Pedro Sánchez –o quien lo escribiera– no redactaría con la misma ligereza: «Entretanto, el dinero literalmente llovía. Fue asombroso. Habíamos asignado unas cantidades como objetivo, que constaban en la propia web desde la que se podían hacer las donaciones. Y enseguida superamos esos objetivos». En toda la campaña gastaron 240.000 euros.
A Santos Cerdán le otorgaron plenos poderes en el partido. Pero desde el primer momento –según las pesquisas de la UCO– ya poseía por escritura de compraventa privada el 45% de una sociedad supuestamente vinculada a amaños de obras y mordidas; y con conexiones en Granada. De ser cierto, Cerdán debió advertirlo tanto al partido para concurrir en unas listas como en la declaración de bienes y actividades en el Congreso. Resulta complicado que un cargo público o un dirigente orgánico, que se mueve con chófer, escolta o asesores, pueda mantener con tanto disimulo una doble vida para confundir a un truhán con un señor.
La primera reacción en los cuadros socialistas hace una semana fue de shock. Un golpe inesperado para todos los que están fuera de ese primer anillo de Ferraz. Después vino la indignación. Algunos veteranos lo comparan con las campañas electorales a mitad de los noventa, cuando los vecinos tiraban la propaganda que repartían en los mercadillos. El director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, había salido en calzoncillos en un hotel de Mallorca rodeado de mujeres. Lo de ahora –añaden– es incluso peor, porque todo se viraliza y amplifica mucho más y más rápido.
Pasada una semana del informe de la UCO, también proliferan aquellos del 'ya lo dije yo'. Suelen aflorar cuando el daño ya está hecho. «Estamos hasta el moño de los puteros», ha gritado con vehemencia Ángeles Férriz. Curioso que el nivel de hartazgo se haya producido tras desvelarse la implicación de Santos Cerdán –del que no ha trascendido que tenga estas aficiones–. Porque los escarceos de Ábalos son públicos desde hace meses sin que la indignación ascendiera al 'moño'. En el Gobierno, el PSOE ha reactivado justo ahora el proyecto de ley para abolir la prostitución, que podría llegar al Congreso –por tercera vez– a la vuelta del verano. ¿Qué votará Ábalos? Otros, se explican lo sucedido cuando vuelven la vista a aquellas primarias de 2017. Pedro Sánchez era –a priori– el candidato perdedor. La corriente oficialista se arrimó a Susana Díaz y a Sánchez se pegaron –además de algún dirigente de reconocida trayectoria y valía– algunos arribistas y militantes de escasos méritos que de otra manera no habrían escalado en su ámbito provincial. Todos ellos ocuparon después puestos –ahora se sabe– por encima de sus posibilidades y sus escrúpulos. «En el último reemplazo de una guerra ya acuden a los cojos y a los viejos», resume gráficamente un militante.
CORRUPCIÓN CERO
El propio Pedro Sánchez admitió el miércoles en el Congreso que, entre sus múltiples aciertos –fue su autoevaluación–, ha fallado solo en una cosa: la lucha contra la corrupción. No detectar a los chisgarabís, trincones y trapicheros con los que ha compartido tantas horas. Sánchez pronunció a modo de excusa en la sesión de control una frase perversa: «La corrupción cero no existe». Supone asumir que las propias organizaciones políticas engendran a estos saqueadores y solo queda claudicar porque para contar con una democracia medianamente solvente hay que admitir una dosis de políticos ladrones. En cualquier caso, quienes tienen que habilitar los filtros para alcanzar ese grado cero son precisamente los líderes que se sitúan al frente de las organizaciones.
Luego encendió el ventilador para devolver el fango a las filas del PP. '¿Qué es corrupción?, dices mientras metes en tu sobre mi mordida. ¿Y tú me lo preguntas? Corrupto, tú'. Como si acaso existiera un 'corruptódromo'.
Los ciudadanos esperan de sus cargos públicos ejemplaridad; no que enjuaguen sus miserias con las podredumbres de otros.
Y a la indignación hay que sumar la inquietud. También en Granada. Nadie podía sospechar que tres cuñados conectados de Navarra a Baza –casi 900 kilómetros de distancia– iban a resultar –supuestamente– una pieza troncal de la trama de obras públicas. La UCO se ha llevado en los registros de sus domicilios y empresas material de móviles, portátiles y memorias digitales, cientos de archivos con documentos y facturas. Algunos papeles –al margen de la relevancia que puedan tener en las diligencias– evidencian que había relación. Como un esquema manuscrito donde aparece anotado «Ábalos».
Tan solo los dueños –si acaso– conocen qué hay en esos dispositivos. Nadie más sabe si aparece mencionado en alguna conversación. «No le veo solución», lamenta un militante granadino. Emiliano García-Page, el archienemigo declarado del sanchismo, ha tardado una semana en pronunciarse: «No hay salida digna».
Pero tampoco hay –por ahora– un movimiento crítico armado. «Todos saben que, en momentos así, el socialismo no perdona al que clava el tacón de aguja en el ojo».
La sensación es que –lo que sea– caerá como fruta madura.
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