La alianza de Telefónica y Microsoft en Granada
Marifrán Carazo y Juanma Moreno presentarán mañana un centro de innovación de las dos compañías en la capital
La comisión permanente del Consejo de Universidades –un órgano técnico que preside la ministra Diana Morant– decidirá el próximo martes si autoriza el grado de ... inteligencia artificial que el pasado 6 de agosto, por segunda vez, negaron a la Universidad de Granada los técnicos de la agencia Accua –que preside el consejero José Carlos Gómez Villamandos–. Cuando los políticos se escudan en los técnicos para justificar una decisión es que ni siquiera ellos la entienden o que han metido la pata.
Hablo con las partes implicadas y concluyen que la situación es «inédita». Algo que podía haberse resuelto en febrero con alguna llamada que recondujera los errores subsanables de la candidatura de la UGR, se ha convertido en un ajuste de cuentas entre partidos; una tropelía de excusas y contradicciones.
El próximo día 9, la comisión podría enmendar la decisión de la agencia andaluza –algo «excepcional»– y autorizar el grado de inteligencia artificial a pocos días de empezar el curso. No tendría ningún efecto, porque la UGR piensa ya en 2026. Tan solo, evitaría tener que presentar otra vez los papeles en el plazo que se ha abierto hasta el 30 de septiembre.
¿Puede suceder? «Soy escéptico», me dice alguien desde dentro. La interpretación sería que el Gobierno concede a Granada lo que la Junta negó. ¿Puede existir la tentación?
REFERENCIA TECNOLÓGICA
Todas las partes deben haber aprendido de lo sucedido. Ninguna está satisfecha. Tampoco los dirigentes provinciales del PP, que se juegan aquí el discurso y los votos; y no se explican un patinazo en un terreno que tenían conquistado tras el fiasco –otro patinazo– de la agencia estatal de inteligencia artificial; aún sin sede definitiva en La Coruña tres años después.
El PP quiere recuperar la iniciativa. Ya no bastan palabras, se necesitan inversiones concretas. Ahí está la insistencia –razonable y pertinente– por parte de la UGR para contar con un supercomputador que trabaje desde aquí para toda la comunidad. Me consta que el partido en la provincia lo va a plantear a la consejera Carolina España para los próximos presupuestos y que la titular de Economía y Hacienda es sensible a la solicitud.
Antes, mañana lunes, se producirá un anuncio importante que se lleva con discreción desde hace un tiempo. En realidad, a la vista de todos: la conversión de la antigua sede de Telefónica en el Zaidín en un centro de referencia de innovación y tecnología. En la negociación con la compañía ha estado la alcaldesa Marifrán Carazo, que presentará el proyecto este lunes junto al presidente andaluz, Juanma Moreno, y el consejero delegado de Telefónica Global, Emilio Gayo.
Se trata de una alianza entre Telefónica y Microsoft. De esta forma, si en Málaga está la sinergia con Google, en Granada se asentará con la otra multinacional.
POLÍTICA DE OTROS TIEMPOS
El miércoles recibo en los desayunos de IDEAL al ministro Luis Planas, que –como todos los veranos en las últimas décadas– ha estado por Nerja, donde repite en la misma tumbona, creo recordar que me dijo, desde hace 34 años. Alguna vez lo han podido catalogar de tecnócrata, que es ese apelativo que le añaden a los políticos que entienden de los asuntos que se traen entre manos. Pero el caso es que fue el diputado más joven en el Congreso en 1982, cuando la primera victoria de Felipez González. También de los pocos que se manejaba con fluidez en inglés y francés, y eso le abrió las puertas de Europa en un momento clave.
En aquella etapa, era de los diputados que se saltaba algunas comidas para ver cuadros en el Prado mientras charlaban de política. El martes por la tarde visitó en la Alhambra la exposición de Rusiñol y allí lo reconoció un agricultor de Caspe. Se paró, porque le gusta más escuchar que hablar. Esos silencios hacen que Luis Planas pase desapercibido cuando no es necesario llamar la atención. Por eso, hasta los suyos –que a veces son los más interesados en lo contrario– quieren que siga en política activa; el único de aquellos diputados del 82.
Se define como un cordobés nacido en Valencia. Llegó a Andalucía un 4 de julio a las cuatro de la tarde, con 40 grados de los de antes del cambio climático; me dijeron que en un Dyane 6, pero me corrigió el ministro que se trataba de un 4L blanco. Hablo con él y con el diputado granadino José Antonio Rodríguez Salas, ambos pretendidos aspirantes a las primarias del PSOE andaluz de 2013, aquellas que ganó Susana Díaz. No se pusieron de acuerdo –llegado el caso– en cuál de los dos sería el presidente y quién el vice: «Yo tenía claro que el presidente serías tú», dice José Antonio ahora que ya no le compromete. Pero de allí surgió una amistad que les volvió a unir en 2018 alrededor de Pedro Sánchez.
Defiendo los desayunos de IDEAL como un lugar de entendimiento para propiciar cosas. Por eso fue relevante la presencia del consejero andaluz Ramón Fernández Pacheco. Fui testigo con el primer café de una charla entre los dos para coordinar las ayudas a los damnificados por los incendios. Qué útil sería si la política consistiera simplemente en esto.
EL VALOR DE LA MEMORIA
El martes subo al Palacio de Carlos V para moderar una mesa redonda con tres galardonados en los Premios Andalucía de la Crítica. Admito que es un privilegio que al tiempo me suscita envidia; que nunca es ni sana ni nociva, simplemente, envidia. Primero, porque soy a simple vista el más viejo de los cuatro y, además, porque los tres tienen ya esta distinción de los críticos de la que he sido finalista en dos ocasiones; ese puesto del que nadie se acuerda. Irene Reyes Noguerol, Clara Morales –una periodista que huyó a tiempo del oficio más bello del mundo– y David Uclés; uno de los fenómenos literarios de los últimos años. Lo que demuestra que, a veces, hasta se ponen de moda novelas que están muy bien escritas.
Hablamos de literatura andaluza, una etiqueta sin complejos. La catedrática Remedios Sánchez apunta en su clausura que el 70% de los autores que aparecen en los libros de texto son de este sur parlante y escribiente. Recupero de la libreta la frase de Juan Ramón Jiménez: la poesía o es andaluza o no es poesía.
Mientras los escucho me acuerdo de la disputa por patrimonializar un andalucismo que no es político –de siglas y banderas–; sino social y sensorial. Andaluces de Madrid, andaluces que ni siquiera saben que lo son. Clara Morales –que la nacieron en Badajoz– se pregunta si acaso es ella de este sur de desvaríos. O si lo son sus personajes. El mariquita charnego que cose trajes para las travestis. «Cuando las naciones se materializan en algo en concreto son excluyentes, las prefiero ambiguas», apunto en el cuaderno. David Uclés reivindica nuestros mitos y también a los catetos. Les pregunto por la importancia de la memoria; la del pasado, pero también el rastro de los días que vivimos y olvidamos sobre la marcha. Y suscribo la reflexión de David: «La memoria es presente y es futuro. Lo ocurrido, hecho está. Pero la memoria es que nadie pueda, pasados los años, negar que ha sucedido. No hay memoria absoluta y no deberíamos enfrentarnos con esto».
JUAN PINILLA Y LIBERTAD
Cierra el acto Juan Pinilla, que canta poemas de Antonio Carvajal, Rafael Guillén, Ángeles Mora, Mariluz Escribano y Luis García Montero. Parece que Juan tiene una gramola en la garganta y se va a escuchar a Manuel Gerena o Paco Moyano, con las imágenes de los muertos de Palestina, mientras cantan «en la sala de estar todos los días / colgamos las imágenes / de la vergüenza» y Ángeles Mora se levanta a saludar desde el público.
Comparto un abrazo con Miguel González, al que hace tiempo que no veo, con el que me pateé un distrito Norte donde los niños sin botas pisaban charcos de aguas fecales. Anoto el mensaje de Whatsapp que me envía: «Vivimos tiempos pánicos y deshumanizantes. Pero aún tenemos a mano lo prosaico, ese contexto inmediato donde discurre la vida verdadera cada día. Ahí está donde poner en acción a diario cabeza y corazón para seguir siendo humanos».
Juan canta 'Los ojos de mi padre', poema de Mariluz. Y nos imaginamos sentados en corro, en los tiempos que no vivimos –la memoria es de otros–, mientras nos pasan la guitarra y coreamos himnos que no entendemos pero que suenan valientes.
Las revoluciones que más sentimos son las que no vivimos y ni siquiera nos tocó defender.
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