La puerta del pescado
Tito Ortiz
Sábado, 27 de agosto 2022, 23:49
Granada le debe mucho al binomio formado por Vicente González Barberán y Miguel Gíménez Yanguas, uno de los pocos Giménez con 'G' que conozco. Ambos ... son personas tan cualificadas en lo suyo y, al tiempo, tan generosas con su tierra que, de estos personajes, deberíamos tener una panojilla o dos que siempre velaran por los intereses históricos, artísticos y culturales de Granada, una tierra tan habituada a las pérdidas y resignada a lo que otros quieran hacer con ella desde la noche de los tiempos. La actitud de entrega desinteresada por el cultivo de los valores, liturgias y rituales granatensis son los estandartes de la nobleza de estas dos personas, sin las que no se puede escribir la historia de nuestro último siglo.
Hace una docena de años, mi compañero Miguel Cabrera advertía en un periódico de tirada nacional de la gran polémica levantada por el estudio riguroso que Vicente había llevado a cabo en los años setenta demostrando que el río Guadalquivir no nace donde siempre nos han dicho. Cuando al historiador granadino le preguntaron si estaba dispuesto a participar en un debate para discutir cuál era el verdadero lugar de nacimiento del Guadalquivir, fue muy claro en su respuesta: «Yo no discuto sobre hechos y los hechos científicamente demostrados dicen que el Guadalquivir nace en un punto indeterminado de la Sierra de María, situado entre Topares (pedanía de Vélez Blanco) y la Cañada de Cañepla (María, Almería). Esa es la realidad técnica, aunque quizás políticamente no hay quien le quite ya el nacimiento a la Sierra de Cazorla».
González Barberán ya constató esta realidad en 1977 en el libro 'Guadalquivires', editado por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CGH) para celebrar su quincuagésimo aniversario. En él atendió a estudios técnicos que certificaron, «mediante mediciones de todas las fuentes del río, que el Guadiana Menor, que cruza la provincia de Granada y llega hasta la Sierra de María, en Almería, era la más lejana, la más larga y la más baja, con lo cual quedó demostrado que era el río principal, atendiendo a los criterios científicos que se aplican en la actualidad». Este nacimiento se encuentra 60 kilómetros más lejano de Sanlúcar de Barrameda que desde Cazorla. Juan López Martos, ex consejero andaluz y responsable en su momento del Instituto del Agua, daba la razón a González Barberán.
Giménez Yanguas
He querido referirme a este trabajo de Vicente porque, tal vez, la mayoría lo relacionamos más con la historia y las banderas blasonadas de reyes y nobles desde su perspectiva de historiador. Este hecho del nacimiento del Guadalquivir, sin embargo, demuestra su versatilidad formativa, que le permite abordar otros temas que, a priori, pudieran parecerle ajenos a su formación.
Lo mismo ocurre con Miguel Giménez Yanguas, al que todo el mundo relaciona con la historia y conservación de los tranvías o con las distintas máquinas de las desaparecidas azucareras, algunas de la cuales fundara su bisabuelo, y que afortunadamente él ha recuperado para embellecer algunas de nuestras rotondas. No solo de esas máquinas se ha preocupado Giménez. Una constante de su desinteresada vocación fue que nuestra Universidad contara un día con un museo de la ingeniería, pues piezas no faltaban ni donantes tampoco. Eran los años en que ni sospechábamos que un buen día tendríamos un museo como el Parque de Las Ciencias, envidia de toda la región, entre otros lugares. Y en esas estaba Miguel cuando, gracias a sus buenos oficios, pudo recuperar la histórica rotativa del desaparecido diario Patria, joya preciosista de su tiempo que logró emplazar en terrenos de la Universidad a la espera de colocarla en ese añorado y pretendido museo de la ciudad universitaria de Andalucía Oriental. Pero como nadie podía imaginar en la ciudad que todo es posible, una de las personas con mayor responsabilidad académica de la institución cinco veces centenaria, haciendo gala del mayor desconocimiento y analfabetismo del que un día fuera universitario pudiera presumir, considerando que la máquina por la que cualquier coleccionista hubiera pagado millones era un estorbo en un jardín, sin encomendarse ni a dios ni al diablo, ordenó que la idolatrada pieza fuera vendida al mejor postor. Un chatarrero de tierra extraña fue el que más pagó por llevársela para ser fundida al peso. El crimen fue en Granada…su Granada.
La puerta desaparecida
Y es que, al igual que Vicente, debido a su vasta formación y experiencia, Miguel sirve lo mismo para un roto que un descosido. El 15 de Julio de 1980, el diario Patria publicaba en su portada con llamada a reportaje interior la noticia en exclusiva del hallazgo de la desaparecida Puerta del Pescado. La pista del acceso más importante de Granada, junto con la de Las Orejas y Bibarrambla, se pierde en el siglo XIX hasta que los buenos oficios de González Barberán y Giménez Yanguas la encuentran dando entrada al poblado de la mina de Los Franceses, en la Lancha de Cenes, a donde fue trasladada, piedra a piedra numerada, al parecer con la colaboración de Mariano Fortuny en 1870. El francés que hizo la inversión de toda la obra minera para sacar oro del lugar se gastó unos ocho millones de pesetas y no tuvo mucha fortuna, puesto que solo dio oro suficiente para hacerle la corona de laurel al poeta José Zorrilla, cuando fue coronado en Granada como poeta nacional en 1889. De todo ello y de lo no reflejado aquí se deduce que Vicente González Barberán y Miguel Giménez Yanguas constituyen en sí mismos un lujo de Granada del que yo, como cronista, doy fe para que conste a las generaciones venideras.
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