«Mi suegro tiene 101 años, necesita respirador y estaba sin luz»
Los vecinos de Salar sufren cortes del suministro a diario y reclaman una solución inminente que Endesa trata de buscar
Leticia M. Cano
Miércoles, 20 de agosto 2025, 23:22
Las noches se convierten en un infierno cuando la vida depende de la electricidad y esta, por momentos, desaparece. «Anoche fuimos corriendo a por mi ... suegro. Tiene 101 años, necesita respirador y estaba sin luz», comenta un vecino en la plaza del pueblo. En Salar, un municipio del Poniente granadino que ronda los 2.500 habitantes, el tema de conversación no es otro: los cortes de luz y bajadas de tensión que llevan sufriendo durante años. Esto se ha agravado en los últimos quince días, cuando en plena ola de calor se han quedado sin luz durante más de siete horas y además, han sufrido un conato de incendio en una de las fachadas de las casas afectadas.
Desde hace varios días las quejas han ido aumentando en la localidad. Cortes de luz, bajadas de tensión, conatos de incendio, rotura de electrodomésticos, calles oscuras y temperaturas que superan los 40 grados. «Encima con este tiempo. Lo estamos pasando fatal», comenta María Teresa, una de las vecinas que pasa por Plaza de la Moncloa. El Barrio de las Estacas es el más afectado de la localidad, lo que significa que 11 calles están sufriendo cortes del suministro diarios. Ante esta situación, el Ayuntamiento de Salar ha enviado un escrito a Endesa pidiendo que se solucionen los problemas y además, recogen las quejas sobre los desperfectos ocasionados en los hogares para transmitirlos a la empresa responsable.
Juan Carlos Molina vive en Calle Granada y la fachada de su casa ha sufrido los daños de una «instalación en mal estado». Las explosiones, que hace dos semanas retumbaron en todo el barrio, procedían de su hogar. Las chispas saltaban mientras el fuego devoraba los cables de la luz que estaban en una esquina de su fachada. Simultáneamente, el material de los cables y del canalón del agua se derretían e iban descendiendo por la pared convertidos en pequeñas bolas de fuego. Mientras, Juan Carlos y su mujer huyeron de casa. «Eran las dos y media de la tarde. Porque la persiana es de aluminio, si no mi casa arde», confiesa aún sobrecogido.
Lo que se ha quedado como una mala anécdota, pudo haber sido un susto mayor. «Escuché muchas explosiones y al abrir la ventana vi una llamarada de fuego», añade. Justifica que se produjo por sobrecarga y porque los empalmes entre unos cables y otros «no están en buen estado». «Fue muy fuerte. Yo avisé al vecino para que saliera y le dije que estábamos ardiendo», señala su vecina de enfrente. Fueron ellos mismos los que, según cuentan, pudieron apagar el conato de incendio con un extintor antes de que llegaran los Bomberos.
«Yo a veces pienso que mi casa puede ser la próxima», añade Loli, otra vecina. No obstante, no es la única preocupación que tiene el vecindario. Son varios los habitantes que necesitan respiradores o máquinas que dependen de la electricidad, por lo que la preocupación de ellos mismos y sus familiares va en aumento. «No podemos seguir así», añaden. María José Calvo y Andrés Molina, ambos de 77 años, necesitan tanto máquina del sueño como de oxígeno y los días se convierten en un suplicio. «Aunque las noches son mucho peores», añade María José.
Mientras sujeta la mascarilla de su máquina del sueño imita cómo se despierta por las noches cuando se va la luz. «Es que me falta el aire. Me despierto sobresaltada«, explica al mismo tiempo que posa su mano a la altura del corazón. Su marido Andrés está en la cocina. No se separa de su máquina de oxígeno y explica que las noches son mucho más complicadas cuando no tiene esta ayuda. Como ellos, varios vecinos más se encuentran en la misma situación y han necesitado otros aparatos que no dependan tanto de la electricidad. «Hay bombonas, pero solo duran 4 horas», explican.
En algunos negocios de la misma calle en la que se encuentra el ayuntamiento -que también ha sido afectado-, han sufrido desperfectos en sus electrodomésticos. «De tantas idas y venidas se nos ha roto la fuente de alimentación del ordenador», afirma Rosa María Ramos desde su tienda. «A nosotros se nos ha roto una freidora. Por lo demás nos hemos adaptado. No ha llegado la sangre al río», comentan desde el bar colindante. Mientras tanto, algunos residentes aseguran que a veces les toca comer bocadillos y coger el abanico. «¡No tenemos más remedio!», dicen.
Los habitantes de Salar están «hartos del desastre», pero aún esperan con paciencia las soluciones. En las propias calles del pueblo, Endesa trata de localizar la avería mientras trasladan a los vecinos los avances que van encontrando. «Estamos averiguando cuál es el tramo afectado para repararlo. Esto sucede por la sobrecarga», explica el responsable desde Salar. Con pequeños cortes del suministro durante la mañana, el vecindario sigue con esperanza. «A ver si se soluciona pronto. Así es muy complicado estar», sentencian.
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