«Me lo crucé y tenía la mirada perdida, sabía lo que iba a hacer»
Vecinos cuentan que el presunto asesino iba cada día a buscar a Laura a su casa desde que lo habían dejado y que la agredió en público hace una semana
En Zafarraya no se habla de otra cosa. En las casas, en las calles y en los bares. El municipio, en el que apenas residen ... 2.000 habitantes, tardará el olvidar el duro golpe que vivió ayer. «No nos lo podemos creer. Es una desgracia», detallan los vecinos de un pueblo en el que todos se conocen.
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Laura estuvo en las fiestas del Puente de don Manuel, en el municipio vecino de Alcaucín, con sus amigas. Por allí también se dejó ver Eugenio. Estaba solo en una barra, según relatan algunos jóvenes de Zafarraya cercanos a la víctima. «Me lo crucé y tenía la mirada perdida, sabía perfectamente lo que iba a hacer», detallan apenas unas horas después de conocer la noticia. Él, de 34 años, iba «todos los días a la puerta de su casa» para decirle a la víctima, de 20, que tenían que hablar. «Todos sabíamos cómo iba a terminar», cuentan los vecinos que residen en las casas contiguas a las víctimas.
Risueña, amable y trabajadora. Así definen sus antiguos compañeros de instituto a Laura mientras aseguran cabizbajos que aún no se lo pueden creer. Ella era camarera en el bar del campo de fútbol y había encadenado varios empleos en el sector de la hostelería y en cooperativas de la zona. «Era la típica niña simpática; por dónde pasaba iba sonriendo», señala un conocido.
Los habitantes aseguran que habían visto a Laura con moratones y que la agredió en público hace solo una semana, en la feria de Alhama. «Le dije muchas veces que lo dejara, que iba a acabar mal», cuenta una amiga a la que le invade el sentimiento de culpa por si podía haber hecho algo más.
La zona en la que se encuentra la vivienda de las víctimas estuvo acordonada en todo momento. Detrás del cordón policial se agolpaban vecinos y conocidos de la familia. Varias mujeres, entre lágrimas, pedían a la Guardia Civil poder pasar para ver cómo se llevaban los cuerpos y poder despedirse de ellas.
A 350 metros de distancia, en el domicilio en el que el presunto agresor se quitó la vida, varias decenas de personas mostraban su apoyo a los familiares del hombre. En la puerta, dos mujeres no se explicaban lo que había hecho Eugenio, un hombre «apuesto, con mucha labia y muy fuerte». «Las dos familias de los fallecidos son muy buenas. Han quedado marcadas para siempre», recalcan.
El pueblo se concentró anoche a las 21.00 horas en la puerta del Ayuntamiento para «denunciar la terrible lacra de la violencia machista» y mostrar su cariño a los seres queridos de Laura y Marian.
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