La batalla contra el mosquito cuesta una media de 300 euros en desinfección a la semana
«Mi mayor miedo es vacunar a una oveja y que ya le haya picado el mosquito», comenta un granadino
Guidobaldo Hernández Vico es «feliz» en el campo con sus ovejas. Natural de Freila, un pueblo del Altiplano de Granada, siempre supo que quería ser ... pastor. En la explotación ganadera de su familia aprendió el oficio, pero también el cariño que se puede llegar a sentir por estos animales. «La abuela organizaba; la madre ordeñaba las cabras y hacía el queso; el abuelo se quedaba con las ovejas paridas, y el padre araba y sembraba la tierra para cultivar los cereales que los niños les daban de comer al volver de la escuela», recuerda. Así, se convirtió en titular a los 18.
Hoy, este granadino tiene a su cargo 350 ovejas de pura raza segureña que pastan en el Llano de Fazares. Desde que se confirmaran casos de lengua azul en Jaén no baja la guardia. Están vacunadas de los serotipos 1 y 4 y estudia la vacunación del 3, el más dañino, el que más ovejas está matando, y del 8. «Estamos desinfectando y poniendo sales minerales mas específicas que son buenas para desparasitar y repeler a los mosquitos. Todo dentro de nuestras posibilidades y de lo que nos va aconsejando la administración. Está suponiendo un gasto de 300 euros de media a la semana», señala.
Por ahora, en su explotación no ha habido síntomas. «Mi mayor miedo es vacunar a una oveja y que ya le haya picado el mosquito. Eso potencia la enfermedad, pero es difícil saberlo si no hay señales», lamenta. Las consecuencias pueden ser «fatales» tanto a nivel psicológico como económico. Cuenta que «pueden producirse abortos, mueren ovejas reproductoras y también corderos de 15 o 20 días porque sus madres se quedan sin leche».
«Espero que la administración saque una línea de ayudas para todos los ganaderos afectados por esta gravísima enfermedad, para los animales muertos, futura vacunación y productos de desinfección. Nosotros sentamos población, nos quedamos en nuestros pueblos por nuestras ovejas», reivindica Guidobaldo. El contagio podría acabar con el trabajo que su familia ha llevado a cabo durante años. «La lengua azul sería el fin de toda una vida».
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