La Alpujarra atesora muchas leyendas que giran en torno a lo divino y humano
La comarca tiene fama de haber albergado en otros tiempos, brujas, duendes, ensalmadores, adivinadores y hasta libros de fortuna
Rafael Vílchez
Soportújar.
Lunes, 19 de julio 2021, 00:30
El aislamiento que sufrió la comarca de la Alpujarra hasta hace varias décadas propició a lo largo de los siglos numerosas leyendas relacionadas con casas ... encantadas, tesoros, apariciones de almas en pena, aguas que sanan muchas dolencias… que el pueblo, en muchos casos, ha asimilado como parte de su historia. Estas leyendas giran en torno a lo divino y humano, principalmente.
En el pueblo de Almegíjar, los más ancianos aseguran que hace muchos años una mujer delgada voló por los aires sin pasarle nada. Antes era costumbre que las amas de casa llevasen el almuerzo a sus maridos cuando trabajaban en el campo. Un día de muchísimo viento, una mujer emprendió camino con su cesto de viandas en busca de su hombre. A mitad del camino, su cuerpo se levantó del suelo y voló trescientos metros sin pasarle nada.
También en Almegííar se le apareció a un vecino un familiar que había fallecido para solicitar su ayuda y que cumpliera con la promesa que él no pudo hacer al morir de repente. Otra leyenda dice que en parajes ocultos de Lanjarón, Soportújar, el Barranco de Poqueira, la Sierra de la Contraviesa, Bérchules, Juviles, Pórtugos, Trevélez, Olías, Picena, El Golco, Mecina Bombarón, Montenegro, Válor, Ugíjar, Turón, Murtas, Pitres, Busquistar, Lújar, Órgiva, Torvizcón, Cástaras, Cádiar, Lobras, Alcolea, Fondón, Padules, Terque, Laujar de Andarax, Alboloduy, Paterna de Río... se encuentran escondidos en orzas y pellejos impresionantes tesoros de oro y piedras preciosas. Dicen que sus propietarios, moriscos acaudalados, los escondieron antes de marchar a las costas africanas para no acabar en manos de Felipe II. Uno de estos tesoros apareció no hace mucho tiempo en el término de Busquistar, cerca de un hotel rural.
En Pórtugos existe una vivienda centenaria que tiene muy buenas energías según los entendidos conocida como la Casa de la Pólvora. Pues bien, en esta casa situada junto a un cementerio árabe han sucedido cosas muy extrañas: apariciones de un muerto viviente en forma de halo iluminado, apagones de luz, la visión de una mujer cerrando la puerta del servicio a pesar de que la puerta estaba desencajada, un espíritu de un familiar que solicitaba ayuda para pagar una 'manda' que, al morir repentinamente despeñado, no pudo cumplir con el milagroso Cristo de la Expiración de Órgiva.
También en Pórtugos, otra leyenda dice que existen las llamadas 'Bocas del Infierno'. Estas bocas, ya semienterradas, arrojan aire fuerte y fresco con un olor muy raro, cuyo efecto provoca la muerte de los pájaros y animalillos que lo respiran. En el pueblo de Olías (anejo de Órgiva) cuentan que una vez un pastor se metió en una cueva situada en la Sierra de Lújar al comenzar una tormenta. Antes de entrar en ella vio como salía de la caverna un hombre que bien parecía un cura. Este le dijo al pastor que no se preocupara y que le pidiese un deseo. El pastor le contestó asustado que lo único que quería era un recipiente para extraer agua de lluvia de los huecos de las pedrizas para beber. La historia cuenta que aquel misterioso personaje, del que nunca se supo más, le entregó un cáliz de oro que después fue depositado en la iglesia de Olías y que hasta hace unas décadas estuvo allí. En el Fuerte de Juviles y en un tajo de Bérchules dicen que se encuentran enterrados dos grandes tesoros. En Júbar y Laroles también abundan las leyendas de tesoros enterrdos a las afueras de estos pueblo.
Otras leyendas dicen que trae buena suerte la persona que escuche el latir de unas misteriosas campanas en tajos y cuevas de Lanjarón, Trevélez, Rubite, Albuñol, Cáñar… También cuenta la tradición que cuando aparece de repente, fuera del caserío una gallina con sus polluelos es que en ese lugar hay escondido algo valioso. Entre Bubión y Capileira se dice que aparecían cerca de un camino una gallina con sus retoños, que jamás y por mucho que lo intentaron, pudieron coger, porque desaparecían de repente y volvían a aparecer a varios metros de distancia. En otro lugar de La Taha de Pitres dicen los ancianos que suele aparecer en la otra cara del cerro el deno
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