Una aldea sin luz y casi fantasma
La aldea de La Rambla del Banco, que sigue careciendo de luz eléctrica en pleno siglo XXI y que llegó a tener en otros tiempos un centenar de almas, se ha quedado con tan solo seis moradores
rafael vílchez
Martes, 19 de julio 2016, 00:37
La Rambla del Banco es casi una aldea fantasma. No por que sus moradas estén en estado ruinoso, sino por que apenas viven vecinos ... de forma habitual en este lugar situado a 1.190 metros de altitud y perteneciente al municipio alpujarreño de Cádiar. Eso sí, los fines de semana y durante el verano se anima un poco el ambiente en las calles y plazoletas cuando llegan algunas familias de esta zona que tuvieron que emigrar para poder progresar. Este lugar sigue casi intacto, como si el tiempo no hubiera pasado por él.
La Rambla del Banco carece de luz eléctrica. Hace unos lustros la Comunidad Europea dotó a esta aldea de una planta de energía solar pero al poco tiempo dejó de funcionar al parecer por falta de mantenimiento y dejación. Pasear por las calles de esta pedanía de Cádiar convierte en la mayoría de los casos en un andar solitario. Aquí no existe turismo de masas, atascos, ni calles abarrotadas de gente y tiendas. La despoblación sigue siendo uno de los graves problemas que sufren numerosos lugares de la comarca de la Alpujarra.
Francisco López Martín nació en La Rambla del Banco en 1942. Francisco pudo ir muy poco a la escuela porque cuando cumplió siete años comenzó a trabajar en el campo guardando cabras y mancajando para ayudar a sus padres y a sus tres hermanos a sacar la casa adelante. "En aquel tiempo vivían en mi aldea un centenar de personas y ahora no sobrepasamos las seis almas, cinco de ellas mayores de edad. A la Rambla del Banco le llaman así por que en otros tiempos hubo un banco para herrar las bestias de la aldea y alrededores. Este lugar llegó a tener 15 pares de mulos para arar, trillar y transportar", recuerda este vecino, separado, y padre de tres hijas y tres hijos.
Según López Martín "antiguamente los habitantes de mi aldea se dedicaban a la agricultura de sol a sol y al pastoreo. Una maestra se encargaba de dar clase a unos 70 niños y niñas de La Rambla del Banco y de los cortijos: Los Morones, Los Castaños, Pescaero, Los Olivillos, Los Almendrillos, Los Cirujanos, El Millonario, Los Sacristanes, La Cuesta Guitarra, La Nevá, Los Cañillas, Los Curas, La Pizarra, entre otros", indica Francisco.
También, recuerda Francisco López "cuando se construyó en mi tierra la ermita de la Virgen de Fátima para celebrar las fiestas, misas, bautizos, primeras comuniones y casamientos. Los enterramientos se realizaban y se siguen realizando, antes llevados a hombros durante más de dos horas, y ahora en un vehículo funerario, en el cementerio de Cádiar. Recuerdo también cuando llegaban andando desde La Rábita vendedoras de pescado, cuando los mozos nos acercábamos andando para divertirnos un poco a las fiestas de Cádiar, Albondón y otros pueblos, cuando yo salí por primera vez de la Alpujarra camino de Zaragoza para realizar el servicio militar o cuando yo era pastor y vendía queso por la zona de la Alpujarra alta", rememora Francisco.
En La Rambla del Banco abundan los perros y gatos, las palomas, los conejos y ratas indias, las gallinas, canarios y otros pájaros. La mayoría de las viviendas están relegadas a segunda residencia de fin de semana o verano. Esta aldea nos traslada a otras épocas. Lo primero que sorprende es la deliciosa estampa que ofrece en la distancia encaramada sobre un cerro salpicado de almendros centenarios que domina el paisaje circundante.
Aunque falte la electricidad en esta aldea, en pleno siglo XXI, sus moradores se resignan a abandonar su terruño natal. Algunos han perdido las esperanzas de ver la luz en sus calles y casas. Muchos se han ido al otro mundo sin ver cumplido uno de sus sueños realidad para vivir más dignamente y con mayor comodidad.
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