Los embalses de la provincia acabaron el año en su nivel más bajo en el último lustro
El volumen almacenado en el pantano Negratín, el principal estanque de Granada, se ha reducido un 12%
Antonio Sánchez
Lunes, 11 de enero 2016, 01:51
Los embalses de la provincia vivieron de las rentas en 2015. En un año especialmente seco, los niveles de agua almacenada descendieron en los principales ... pantanos de Granada -Rules, San Clemente, Negratín y Los Bermejales- hasta alcanzar su nivel más bajo de líquido en los últimos cinco años; un lustro. La situación es delicada en Canales, ya que el volumen de agua embalsada está por debajo de la media de la última década y de él dependen el abastecimiento a Granada y el regadío.
El Ministerio de Medio Ambiente tiene un baremo para determinar cuándo es preocupante la falta de agua de un embalse. Depende de la cantidad de líquido que haya en la presa, de la población a la que abastece y del uso que se hace para el riego de tierras. De los once embalses que hay en Granada seis se encuentran en niveles normales. Los otros cinco están en situación de prealerta. El primer estado se declara cuando las reservas no alcanzan a cubrir tres años de consumo humano y de riego. El segundo se determina si la presa sólo tiene líquido para dos años. El último -emergencia- se decreta cuando únicamente hay agua para un año.
En la comparación con Andalucía y el resto del país, Granada no sale mal parada. Las once presas de la provincia se encuentran al 55,5% de su capacidad total, sólo una décima por debajo de la media de toda España. La provincia está en niveles similares a los estanques del Tajo, el Duero o el Ebro y casi diez puntos por encima del total de las cuencas mediterráneas andaluzas, aquellas cuyos ríos y afluentes nacen en Andalucía y mueren en el Mediterráneo. Pero de los once pantanos de Granada hay algunos que no se están explotando al máximo, según explica el profesor de la Universidad de Granada, Fernando Delgado. Para él, es urgente acometer las nuevas conducciones de las presas de Béznar y Rules, de forma que se pueda ampliar la superficie regable. En el Norte de la provincia, el embalse de San Clemente no dispone de las aportaciones previstas cuando se construyó al haberse desechado por motivos medioambientales el trasvase desde el río Castril. Además, se podrían «aprovechar las aguas del embalse de El Portillo para el abastecimiento a la comarca de Baza y sacarle mayor partido al canal del Jabalcón, actualmente infrautilizado, y hacer nuevas infraestructuras de riego para aprovechar las aguas del embalse del Negratín para regadío en Baza, Zújar y Freila».
No hay sequía
La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) considera que no hay motivos de alarma. «Es precipitado hablar de preocupación y mucho menos de sequía. Ha habido otoños muy secos que luego continuaron con inviernos de lluvias y esperamos que así pueda suceder al comienzo de 2016», expone la CHG.
Durante 2015 Granada se movió en niveles medios de precipitaciones en enero, abril y octubre, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). En octubre, las lluvias torrenciales provocaron que el nivel de agua recepcionada por los pantanos de la provincia se encontrara por encima de la media. Sin embargo, febrero, marzo, junio, julio y agosto fueron meses más secos de lo habitual, y en mayo y noviembre -catalogados por la Aemet como 'muy secos'- las precipitaciones registradas fueron mínimas. Diciembre fue un mes 'extremadamente seco' en el que sólo llovió un día. La agencia asume que los datos de lluvias caídas «no son normales». En 2015, el agua registrada en la estación meteorológica del Aeropuerto de Granada fue un 30% menor de la media provincial durante los últimos cuarenta años. En los mapas de los que dispone la Aemet, el Oeste de Granada se encuentra en «la frontera de los niveles de sequía» y el resto de la provincia se mueve hacia ellos.
Los cálculos que utiliza la Confederación son otros. La CHG cuenta las precipitaciones caídas en el año hidrológico -de 1 de octubre a 30 de septiembre-. Las lluvias en el otoño de 2014 provocan que los registros que maneja la CHG no sean alarmantes y que ahora se asegure que aún se debe esperar para hablar de alerta o sequía.
En el caso particular de Granada, la Confederación asegura que no hay motivo para el nerviosismo al contar Emasagra con catorce pozos subterráneos en el Acuífero de la Vega, la mayoría de ellos situados cerca de la Ronda Sur, de los que se podría tirar si la situación se agravara. No obstante, advierten de que no se ha activado y tampoco está en mente poner en marcha esta alternativa de agua subterránea, que ya sirvió para mitigar los efectos de la sequía del año 2005. Delgado analiza que la situación de Granada capital es «privilegiada» por contar con estas reservas, pero recuerda que tiene «un coste energético considerable y no es bueno hacer un uso intensivo de este acuífero de forma prolongada en el tiempo».
De cara al invierno, la Aemet no arriesga en sus predicciones de precipitación. Asume que en un 55% de posibilidades habrá más calor de lo habitual en esta estación, pero existe la misma probabilidad de que llueva más o menos de lo habitual. Fernando Delgado considera que si bien la situación no es buena, aún no es alarmante ya que puede cambiar en los próximos meses y en cualquier caso «estamos preparados para afrontar periodos cortos de sequía». No ocurre lo mismo para periodos más prolongados: «La capacidad de la mayoría de nuestros embalses no es muy superior al volumen de las demandas a las que atienden».
Cambio climático
La Aemet evita relacionar la ausencia de precipitaciones con el cambio climático. La agencia de meteorología entiende que no hay una tendencia en la precipitación acumulada en los observatorios españoles que pueda ser atribuida al cambio climático. «No se puede achacar un año de sequía a este fenómeno. Siempre ha habido años más o menos secos y el hecho de tener un año de sequía no es raro ni nuevo», explica Ana Casals, coordinadora del área de información meteorológica y climatológica.
Delgado coincide con la postura de Casals si se habla a corto plazo: «No he observado ninguna anomalía en la lluvia registrada en los últimos cinco años, pero sí que es cierto que la intensa sequía sufrida entre 1985 y 1995 da lugar a que la precipitación media en Granada desde 1980 sea inferior a la del resto de la serie histórica». En cualquier caso, las previsiones oficiales a largo plazo apuntan a una disminución de las precipitaciones medias y a un fuerte aumento de la variabilidad, por lo que no «nos podemos quedar parados, siendo preciso seguir trabajando en la mejora del uso del agua y de su regulación».
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