Dos meses para abandonar 'el infierno'
Casi un centenar de familias acogen en la provincia a niños que viven habitualmente en los campamentos de refugiados del Sahara. Bachir disfruta durante el verano de colonias urbanas, vacaciones en la playa y el compromiso de Pilar y su hijo Pablo José para hacerle sentir en casa
LAURA SANTACRISTINA
Viernes, 29 de agosto 2014, 00:56
Es posible que cuando regrese a casa no sean capaces de reconocerle ni siquiera en su propia familia. Ha engordado cuatro kilos, se peina con ... gomina y toda su ropa es nueva y aparece llena de colores. Se llama Bachir, tiene 10 años y cuando no es verano vive en los campamentos saharauis de refugiados de Tinduf junto a otras 200.000 personas más.
Durante el verano se produce una transformación y su día a día sucede en Granada, concretamente junto a Pilar y su hijo Pablo José, quienes se han convertido en su familia de acogida. «Es una tarea que tenía pendiente desde soltera», admite ella mientras él apunta divertido que, siendo el hermano menor, se ha convertido de repente en el mayor. Para ellos es la primera vez que acogen a un niño saharaui, aunque Pilar señala satisfecha las fotografías de otros a quienes tiene apadrinados a través de diferentes organizaciones.
Gracias a ellos, Bachir escapa temporalmente de una zona conocida comúnmente allí, en el desierto argelino, como 'el infierno'. Y es que las temperaturas durante estos meses llegan a superar los 60 grados. Es su casa, un lugar plagado de tiendas de campaña con toldos de un color que no deja distinguirlos de la propia tierra ardiente. Un lugar donde escasean los alimentos y los servicios médicos, por eso devora con auténtico placer la comida de aquí. En especial la sandía, el melón, el pollo, la pasta, la paella y la tortilla de patatas; los verdaderos culpables de que su rostro luzca ahora más redondito que cuando aterrizó en Andalucía.
Con acento andaluz
Es curioso, pero habla español con una fluidez tan grande que, incluso, entona el acento andaluz. Él ya lleva cuatro años pasando julio y agosto en nuestro país. Anteriormente estuvo en Dúrcal, pero tuerce un poco el morro cuando lo recuerda porque disfruta más en la gran ciudad que en lugares pequeños. De hecho, Pilar cuenta que uno de los primeros días iban caminando por Gran Vía cuando Bachir comenzó a estirar muy fuerte de su brazo. «¿Eso qué es?, ¿eso qué es?», preguntaba señalando un mastodóntico edificio. Era la Catedral.
La asociación Amistad con la República Árabe Saharaui Democrática es la encargada de coordinar estos encuentros bajo el programa 'Vacaciones en Paz', que permite a niños de entre 8 y 12 años pasar el verano en España. Este año son casi un centenar las familias granadinas que se han involucrado en la acción. Para que alguien pueda finalmente recibir a un menor en su casa, debe superar con éxito la visita de los Servicios Sociales, que se encargan de valorar las condiciones en las que va a vivir ese niño y asegurarse de que son buenas. «Sobre todo preguntaban si íbamos a hacer actividades y cuáles eran», explica Pilar.
Pero este tiempo aquí no solo es de vacaciones; además reciben atención médica nada más llegar. Muchos vienen con problemas estomacales -como Bachir- odontológicos o en la vista. Tratan de acomodar su estancia a las necesidades particulares con las que llega cada uno.
«De ellos aprendemos muchos valores y emociones diferentes», señala la madre de acogida de Bachir, quien está encantada con él. «Es muy sociable y, por ejemplo, con mi sobrino se lleva fenomenal» y lo único que necesitaron para convertirse en amigos fue una pelota en medio. De hecho, Pablo José se encarga de llevarse a su 'hermano pequeño' a jugar a fútbol cuando él lo practica con sus amigos y allí rápidamente encuentra a otros niños con quienes chutar la pelota.
Cuentan que tiene mucha energía y desvelan que más de una vez lo han descubierto bailando las canciones de Marc Anthony o Shakira cuando creen que nadie lo está mirando. Él baja la mirada avergonzado y se niega a admitirlo. Aunque también afirman que coger confianza necesita tiempo. Para todos es una situación nueva y Pablo José explica emocionado que la primera noche que el niño pasó en casa tuvo pesadillas, hablaba en árabe y se removía inquieto en su cama. Cuando Pablo acudió a tranquilizarle, este se abrazó muy fuerte a él y pudo dormir el resto de la noche.
«Hay más gente interesada de la que pensamos», dice Pilar refiriéndose a la situación del Sahara, que lleva sin resolverse años. Una región que administra casi en su totalidad Marruecos -aunque es una soberanía que no reconoce la ONU- a excepción de la auto proclamada República Árabe Saharahui Democrática. Aunque España renunció a sus derechos y obligaciones como potencia colonizadora en 1976, hay quienes reclaman su autoridad y responsabilidad en las condiciones de vida de sus ciudadanos.
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