Una promesa escondida tras la historia de la pequeña Manuela
María José acude con su hija y su nieta a la ofrenda floral para agradecer a la Virgen de las Angustias que todo fue bien durante el embarazo, por las dificultades para quedarse encinta
A Manuela no le alcanzará la memoria para recordar su primera ofrenda floral, pero su abuela le contará con contundencia cuando el tiempo pase, sin ... olvidar ningún detalle, cómo vivió su primer 15 de septiembre en Granada. La bebé nació hace cinco meses tras varios intentos de su mamá para devolverle la fe y la esperanza a toda su familia. La promesa de su abuela María José al conocer que su hija estaba encinta se convirtió en el secreto y el misticismo que los acompañó durante todo el proceso. Y en el motivo de su asistencia este año a la ofrenda floral de la patrona. «Miré a la Virgen y le prometí que si Manuela nacía bien, se la traería. A ella y a su madre. Y por eso estamos aquí», afirma. Un instante después, se le cae una lágrima. No suelta el brazo de su hija ni en segundo. Esta, a su vez, no se desprende de la pequeña, que juguetea con las flores del ramo sin saber muy bien donde está, el lugar al que se dirige y la importancia del momento que vive.
La emoción de María José solo le permite hablar con dificultad, pero eso no impide que siga con el relato de su historia. A las trabas a las que se enfrentó su hija para quedarse embarazada se suma que esta perdió en el transcurso de los hechos a otro bebé. La madre primeriza, con el mismo nombre que la abuela, asiente con la cabeza mientras la escucha.
Primeros momentos
El rostro se le ilumina cuando recuerda el momento en el que supo que estaba embarazada y cómo una de las primeras imágenes que se le vino a la mente fue la de la patrona de Granada. «Le pedíamos a la Virgen de las Angustias una vez tras otra que fuese todo bien después de los sustos que habíamos tenido», cuenta. Las plegarias continuaron en los meses que duró la gestación. Acudieron en varias ocasiones a la basílica para que la patrona escuchase sus súplicas. Y, al final, obtuvieron su recompensa. «La Virgen nos escuchó y no podíamos faltar a la ocasión para agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros», añaden.
En su paseo por la Carrera de la Virgen, María José enseña a su nieta el ramo de flores que entrega en su honor. «Esto es por ti», le dice. La pequeña, ajena a todo lo que pasa a su alrededor, responde con una carcajada y se esconde en el pecho de su madre. La gratitud invade todo su ser, pero también un cierto nerviosismo. «Estas promesas se deben cumplir siempre», asegura. Admite que se encomendó -casi- a lo imposible. Es por eso que, ahora, no le tiembla el pulso cuando llega a su cita y entrega el ramo con el que agradece la existencia de su nieta. «Vendremos todos los años que podamos para recordar el momento», confirman. Apenas un minuto más tarde, María José llega a la fachada de la basílica. Se le humedece la mirada mientras alza la mano y se santigua. Pronuncia la oración y, después, continúa agarrada del brazo de su hija el paseo por la Carrera de la Virgen. Hacen el recorrido con Manuela en sus brazos.
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