«El primer paciente llegó pidiendo que le quitaran el ojo y lleva 10 años con su córnea artificial»

«El primer paciente fue un hombre que llegó a la consulta pidiendo que le quitaran el ojo, porque no podía vivir así. Es como una herida que no se cierra nunca y puede provocar ceguera –explica Miguel Alaminos–. Se le implantó la córnea artificial en 2014 y el hombre lleva diez años sin problemas». Aquel primer ensayo en el Hospital Clínico, añade el médico, tuvo que interrumpirse por la pandemia y ahora está aprobado un segundo ensayo que comenzará en breve con una veintena de pacientes más.

En el caso de la piel artificial, su aprobación como medicamento hospitalario fue más sencilla porque se aplicó a pacientes con un «uso compasivo», es decir, «si no se les implanta, mueren», resalta Antonio Campos. Así se logró sumar veinte sujetos en el ensayo clínico. La primera se implantó en 2016 a una mujer con un 70% del cuerpo abrasado, en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, referente regional para el tratamiento de grandes quemados. «Estamos orgullosos de haber inventado un medicamento que salva vidas», agrega.

Este año se ha producido otro hito: la implantación de una mucosa del paladar artificial a una niña de 16 meses con fisura labiopalatina en el Hospital Virgen de las Nieves. Dentro de poco se sumará al ensayo otro paciente.

Otras líneas de investigación del Grupo de Ingeniería Tisular evolucionan más despacio, pero también tienen resultados prometedores, como el nervio y la uretra. «El nervio podría ser nuestra aplicación estrella, porque solucionaría lesiones muy importantes ocasionadas por la sección de estas fibras. Tenemos ya varios modelos que funcionan con animales y financiación para los primeros estudios con humanos, Esperamos comenzar en un par de años», señala Alaminos.