«El preso me empujó, caí por las escaleras y me golpeé con la pared; no recuerdo nada»
El jefe de servicios de la cárcel de Albolote relata cómo fue la agresión; tiene dos costillas rotas, esguince cervical y un diente partido
Supieron que el interno les daría problemas desde que se bajó del autobús. «Era muy agresivo y exigente», cuenta el jefe de servicios de la ... prisión de Albolote. El propio preso informó de que era un 'Fies', es decir, que formaba parte del Fichero de internos de especial seguimiento, aplicado a personas consideradas peligrosas, conflictivas o vinculadas a delitos graves. Apenas pasó un día en la cárcel de Albolote, pero le dio tiempo a herir a tres funcionarios, insultar, amenazar y golpear reiteradamente el mobiliario. El que peor parte se llevó fue el jefe de servicios, que tras ser empujado por el individuo cayó por las escaleras y se golpeó con la pared. Tiene dos costillas rotas, esguince cervical, un diente partido y una herida en la cabeza.
El interno era de tránsito, es decir, viajaba desde el centro penitenciario Puerto (Cádiz) al de Brians (Barcelona) y solamente iba a pernoctar en Albolote. En el autobús viajaban doce internos escoltados por la Guardia Civil. Solo él dio problemas. «Nada más bajarse se puso agresivo y exigente, quería fumar. Le dijimos que tenía que aguantar hasta que abriera el economato, pero no entraba en razón», explica el perjudicado.
A continuación, pidió estar solo en la celda, pese a que debía estar acompañado por su condición de preso de especial seguimiento. «Decía que le partiría la cara al que entrara. Después se tiró un rato aporreando la puerta, quería que su cuñado, que también estaba en Albolote, estuviera con él en la celda», explica el trabajador.
Su siguiente exigencia fue ver al médico. Cuando le tocó recibir asistencia, pidió psicotrópicos, pero el profesional sanitario no lo vio conveniente. «Se puso a aporrear ventanas y puertas. Decía que su novia estaba en la misma prisión y quería un vis a vis. Nos amenazó diciendo que ya había matado fuera a dos personas, que no le importaba una más», añade.
Los esfuerzos por calmarlo fueron en vano. Los responsables decidieron trasladarlo a régimen cerrado. Ahí fue cuando se produjo la agresión. «Forcejeó con nosotros, solo conseguimos esposarlo de una mano porque era muy fuerte. No había forma de hacerlo con la otra, estuvimos cinco funcionarios con él diez minutos en el suelo», explica.
En un punto donde la escalera se estrechaba, el preso llevaba dos funcionarios detrás. Se revolvió y le dio un empujón al jefe de servicios. «Caí por las escaleras y me golpeé con la pared. Perdí el conocimiento, no recuerdo nada», cuenta. Tiene dos costillas rotas, un diente partido y un esguince cervical. Los funcionarios consiguieron reducir al preso, pero otros dos resultaron heridos.
«Normalmente no hay problemas con los que tenemos aquí, la mayoría de incidentes se producen con presos en tránsito, ni ellos nos conocen a nosotros ni viceversa. Hace unas semanas hubo otro altercado similar en esa escalera con otro interno también en tránsito», incide.
En los 46 años que lleva trabajando, esta ha sido la agresión más grave sufrida, y eso que ha vivido «tiempos más difíciles». «No fui consciente de lo que había ocurrido hasta que me curaron en la Enfermería», detalla. Aún le quedan unas semanas de baja, pero tiene claro que no piensa volver al trabajo con miedo. «Son ya muchos años en prisiones. Me siento más seguro dentro que fuera», admite.
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