En ese preciso instante
inés abril martí
Jueves, 12 de agosto 2021, 00:04
Viernes, primeros de junio. Irene se sube a la terraza, abre una cerveza y enciende un cigarro para despedir al sol. Es la 'happy hour' de los pájaros: cientos de vencejos vuelan como locos de un lado a otro. Resulta que son vencejos, cuando llevaba trece años pensando que eran golondrinas. Fue Raúl el que se lo dijo, el año del confinamiento, cuando prácticamente vivía allí sin que nadie lo supiera. Raúl. Se le sigue viniendo continuamente a la cabeza por mucho que intente evitarlo. Es normal, solo han pasado dos semanas desde la última ruptura definitiva. Ya dos más habían sido 'definitivas'… «Pero esta tiene que ser la de verdad». Hace dos semanas que le descubrió tatuadas en el culo las iniciales de otra mujer: «M. A.», la que siempre ha querido, la que intenta olvidar (tatuándose sus iniciales), la casada con otro que le torea.
En ese preciso instante Raúl conduce por algún lugar de La Mancha. Los niños van cansados y no hablan mucho, así que pone su música. Conduciendo vienen muchas cosas a la cabeza, y encima suena determinada canción, que le lleva definitivamente a M. A. La conversación de hoy ha sido de las peores. Nada nuevo, en realidad, de éstas tienen bastantes. Que si sí, que si no, que si le dejo, que si no le dejo, que si no le dejo pero tú no me dejes… «Realmente debería acabar con esto, debería quitarme el tatuaje», se dice a sí mismo, mientras acaricia el colgante que ella le regaló en su último cumpleaños.
En ese preciso instante M. A. le está preparando la cena al niño. Más o menos está en lo que está. Pero, de pronto, se le resbala el plato que tiene entre las manos y cae con un estruendo brutal. Todo el suelo, y sus zapatos nuevos, llenos de trocitos de cerámica mezclados con huevo batido. Se queda paralizada. Lleva varias de éstas hoy, de esas pequeñas cosas que te van minando el día. «¿Dónde está Cristóbal? Tiene que haberlo oído. ¿Por qué no viene, por qué no dice nada?». M. A. se pregunta qué ha pasado con ellos. No hace mucho hubiera corrido a ver si estaba bien. «¿O no?, ¿hemos sido siempre así?, ¿por qué nos casamos?».
En ese preciso instante Cristóbal bosteza en el descanso del partido. Oye algo en la cocina. «Seguramente M. A. ha soltado algo a lo bruto en el fregadero y lo ha roto; já, tiene uno de esos días…, seguro que se ha vuelto a ver con Raúl». En uno de esos anuncios en los que con un subtítulo te quieren decir que estás viendo 'gente normal', y ponen su nombre, sin duda ficticio, aparece una tal Sonia. «Pues es un nombre menos común de lo que parece, hace mucho que no lo debía oír, y que no me acordaba de ella». Sonia, su primera chica, con la que durante años jugaron a ser novios sin saber aún lo que eso significaba, y haciéndose daño por turnos. La última vez que se la encontró se acababa de divorciar. «Estaba muy guapa, parecía feliz».
En ese preciso instante Sonia está frente al espejo del baño. Hoy tiene noche de chicas. Dos de sus amigas siguen casadas y la tercera nunca lo ha estado, así que con esa mezcla de estados civiles la conversación suele compensarse entre unos temas y otros, aunque 'ellos' siempre salen mal parados. De hecho, Sonia está deseando contarles su primer y, hasta la fecha, último encuentro 'Tinder'. El hombre parecía sincero, inteligente y divertido. Divorciado, pero afirmaba haber superado ese trance. Tuvieron varias citas y a la tercera llegaron a la cama. Sonia ya está hablando con sus amigas, aunque sola ante el espejo: «Parecía un tío estupendo, había estado súper atento y encantador todo el tiempo, pero cuando llegamos 'al tema', su cara cambió por completo; sus ojos me traspasaban, me miraba sin verme. Os juro, chicas, que nunca me he sentido tan perdida y extraña. ¡¡¡¡Estábamos tres en aquel dormitorio!!!!». Atando cabos, horas después, había caído en la cuenta de que este hombre hablaba demasiado de su ex…, quizás aquello no estaba tan 'superado'. «¡Ay, los ex!». Sonia vuelve a pensar en Santiago: «¿Por qué le eché de mi vida? En realidad, es lo mejor que me ha pasado nunca…»
En ese preciso instante Santiago está pidiendo otra cerveza en la Plaza de Santo Domingo. Salió del trabajo al mediodía a tomar una cañita, y la cosa se ha ido alargando. Está contento. Sólo lleva dos meses en el nuevo curro, pero va muy bien. El día a día es muy llevadero, a pesar de que hay mucho que hacer, seguramente por la compañía: está en el despacho con una chica que le parece muy maja. No es guapa, pero siempre tiene una sonrisa para todo el mundo. Ya van tomando confianza, y le ha podido ver algún cabreo, y hasta raja de otros, pero siempre acaban riendo. Le parece misteriosa, porque no sabe nada de su vida y aún no se ha atrevido a preguntarle, aunque desde luego jamás menciona marido, novio o hijos. Sin embargo, lleva dos semanas distinta. «Tiene 'algo' en la mirada, ¿tristeza?, no es la misma. Es algo que aún no puede contarme. Tengo que llevarme a Irene de cervezas y sacárselo, eso parece mal de amores».
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.