Entre Perseidas y brujas
PUERTA REAL ·
La naturaleza humana necesita creer en lo sobrenatural, aunque sea en plan lúdico, y esto no cambia por más siglos que nos echen encimaESTEBAN DE LAS HERAS BALBÁS
Domingo, 12 de agosto 2018, 01:57
El verano tiene por costumbre, a partir de la noche de San Juan, ir engarzando en el calendario ferias y fiestas, verbenas y conciertos, que ... hacen más llevadera la galbana y ayudan a que el cuerpo abandone el sopor de la tarde para darle un meneo con las primeras brisas de la noche. Esto ayuda a que el personal se movilice en busca del jolgorio y se establezcan lazos de amistad que pueden durar hasta el amanecer o hasta que la muerte los separe. Depende de la escala de gustos y deseos nacidos del primer roce, que son tantos como los colores. A rebufo de este peculiar deporte pensado para sacarle jugo al reinado de la Luna, aparece también con el estío la costumbre de mirar a las estrellas para sentirse diminuto o importante, vaya usted a saber. Porque ocurre que en esta tesitura hay sabios que aprovechan esta manía de mirar a lo alto para recordarnos que -como decía el profesor Manuel de Terán- «la Tierra es un puntito perdido en el infinito». Los astrónomos de carrera y los simples aficionados se lo pasan pipa viendo las lágrimas de San Lorenzo o las Perseidas, que otros llaman lluvia de estrellas. Pero este año, la huelga en Cetursa les va a privar de su viaje a lo alto de la Sierra para ver el espectáculo. La empresa anunció ayer que devolverá el importe a quienes se habían apuntado para subir en los medios mecánicos para contemplar el firmamento sin la contaminación lumínica.
Qué contrariedad. Ahora que tenemos un ministro astronauta se van a quedar sin contemplar el fenómeno en todo su esplendor y tendrán que conformarse con acudir a un barbecho, una era o una loma, tumbarse sobre una manta y esperar pacientemente a que las ráfagas de luz crucen el cielo. Tienen estas noches en vela un punto morboso, que se entrecruza con la magia y la vida de ultratumba. Los más de estos oteadores aprovechan para pedir un deseo que nunca he sabido si se cumple o no, porque mis aficiones no van por este camino.
Otro entretenimiento veraniego que va 'in crescendo' es el aquelarre de Soportújar, que ya ha alcanzado su décima edición y que ha tenido este año el respaldo de una veintena de cargos públicos, según contaba en este periódico el juglar alpujarreño Rafael Vílchez. Brujas, magos, curanderos, ensalmadores, adivinos y hechiceros contribuyeron a la diversión del respetable entre batucadas, barbacoas y bailes. En la presentación oficial de este singular evento, tomaron la palabra, según escribe Vílchez, el presidente de la Diputación y el delegado de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta, pero -¡oh, dolor!- no nos dice qué dijeron. Pudo ser por falta de espacio, por las prisas para enviar a tiempo la información o por lo complejo del asunto... vaya usted a saber. Pero nos hemos quedado inmersos en la duda, esa eterna duda que nos acompañará siempre, de cómo fue tratado el asunto de la brujería por ambos intervinientes. También estuvo el presidente de la Autoridad Portuaria de Motril, que tendrá que repetir visita a Pitres, porque allí es donde está enclavado el puerto de mar de la Alpujarra. Estamos acostumbrados a que el verano sea la estación propicia para que el periódico informe de que puede haber vida en otras galaxias y toda la larga retahíla de viajes astrales, agujeros negros, explosiones solares, agua en Marte y demás temas del más allá, pero el de los aquelarres siempre ha quedado un poco a trasmano en los informativos, como así ha ocurrido en esta ocasión. Tenía cierto interés en saber si el estudio de don Julio Caro Baroja sobre 'las brujas y su mundo' estaba ya superado, pero me he quedado con las ganas. Otra vez será.
Estas aficiones por las Perseidas y las brujas son una clara muestra de que la naturaleza humana necesita creer en lo sobrenatural, aunque sea en plan lúdico. Las supersticiones nos han acompañado a lo largo de los tiempos y ahí siguen el martes y 13 como día nefasto, la visión de un gato negro o la precaución para no pasar debajo de una escalera de mano. Pasan los siglos, pero permanece la gente que cree que el destino está escrito en las cartas del tarot: tal como abundan las almas simples que, ante los más triviales acontecimientos, creen ver la intervención de Dios y sus santos o la espeluznante garra de Belcebú. Los terrores que acompañaron la llegada del año mil, que se había vaticinado como el fin de los tiempos, permanecen y se transmiten de generación en generación, o se aprovechan para fomentar el turismo, porque en verano todo vale. Como dijo el fraile del conocido chiste «todo es bueno para el convento».
Estamos llegando al ecuador de agosto, con media provincia en fiestas y la otra media desplazada a la playa. La capital sigue tomada por los guiris en bermudas y chancletas con calcetines. Los usuarios de los autobuses no terminan de aclararse con los nuevos recorridos y nuevas denominaciones de las líneas. Las chicharras siguen amenizando las siestas. Continúan los atracos a gasolineras y bancos. La Junta pide que las demás comunidades autónomas echen una mano para aliviar la llegada de inmigrantes y se anuncian tormentas para el próximo jueves. El eterno agosto se repite, con su lluvia de estrellas y sus brujas de pega. Y el tren sigue sin llegar: ni por Moreda ni por Antequera. Pa qué vamos a quejarnos.
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