La panadería tras las 'salaíllas' más auténticas de Granada: «Son caseras de verdad»
Se trata de la Panadería Cochi, un negocio ubicado en el barrio del Realejo que lleva décadas vendiendo estos productos
La Panadería Conchi, ubicada en la calle Molinos del Realejo, es uno de esos negocios de toda la vida. Llegaron al barrio en los años ... 70, aunque sus orígenes se remontan a 1920. Y desde entonces, más allá de su pan y bollería, hay un producto que les ha hecho famosos: sus 'salaíllas'. Porque se pueden comer muchas 'salaíllas' en Granada, pero muy pocas de la calidad de la que ellos ofrecen.
Silvia Molina y Francisco Javier Mariscal son la tercera generación familiar al frente del negocio. Y su hija y su yerno pronto serán quienes se queden al frente del mismo, siendo la cuarta generación de Panadería Conchi. «Los orígenes se remontan a 1920, pero en este local llevamos desde el año 70. El Realejo era un bar de panaderos y había muchos hornos, así que mi suegro decidió venir aquí y montar el suyo», explica a IDEAL Silvia.
Su panadería posiblemente sea la más popular del Realejo y el secreto de que esto sea así es que siguen haciendo todo «como antes». «Hacemos el pan con masa madre, de forma artesanal y natural. Ahora se añaden muchos mejorantes y saborizantes, pero nosotros no usamos químicos, solo harinas buenas», explica.
«Lo único que hacemos es usar buen aceite y buena harina, no le echamos más. Y las chiquitillas hacemos que queden más crujientes»
Silvia Molina
Propietaria de Panadería Conchi
Y aunque en su tienda se pueden comprar diferentes tipos de pan, bollería y dulces, su estrella son las 'salaíllas': «Sí que son el producto que más quiere la gente. Los padres de mi marido las hacían normales y después nosotros empezamos a ponerles ajo, aceitunas y otros iingredientes, como calabacín y queso». Además de las normales, también venden las «salaíllas chicas», que fue una invención de su suegro y lo que les hizo hacerse tan populares.
En cuanto a por qué gustan tanto, Silvia reconoce que no hay secretos. «Lo único que hacemos es usar buen aceite y buena harina, no le echamos más. Y las chiquitillas hacemos que queden más crujientes». Además de por lo ricas que están, sus precios hacen que todavía hoy tengan una enorme demanda: las grandes valen un euro y por esa misma cantidad es posible llevarse 10 de las pequeñas.
Sobre que muchos de sus clientes les consideren como la mejor panadería de la ciudad, la granadina reconoce que es algo «muy importante» para ellos. «Mucha gente nos lo dice y estamos muy agradecidos. Seguro que hay alguna panadería mejor, pero para nosotros es un orgullo que vengan hijos y nietos de antiguos clientes y nos digan que se acuerdan de las salaíllas», finaliza.
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