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Su familia lo cuidó con mimo hasta que no pudieron brindarle la asistencia que necesitaba. Las caídas eran frecuentes y el hombre, con una demencia con cuerpos de Lewy, tenía trastornos de conducta. Pensaban que en un centro residencial estaría mejor atendido y decidieron ingresarlo en una que aseguraba estar preparado para el tratamiento de la dolencia. Los hijos destinaron los ahorros de su padre en costearle el centro, buscaron minuciosamente dentro de sus posibilidades y la decepción fue mayúscula.
«La decisión fue dolorosa y buscamos escrupulosamente. Vimos irregularidades que no nos gustaron y teníamos pensado cambiar de centro cuando pasó esto. Habíamos invertido los ahorros de mi padre en costear la residencia porque era la opción que nos quedaba», narra entre lágrimas el familiar. «Las caídas eran continuas e incluso perdió peso de golpe en este centro», añade.
«Mi padre se merecía una muerte digna. Cuando murió decidimos denunciar al centro porque no pudimos entender la dejadez que había rodeado su fallecimiento. Se supone que estaban preparados para cuidarle», lamenta. «Hemos vivido el abandono más absoluto. Estamos satisfechos con la condena. Nadie me va a devolver a mi padre, pero esperamos que este caso sirva de advertencia para otras familias. Las personas mayores se merecen mejor cuida
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