La Oficina Antifraude andaluza tramita dos denuncias contra funcionarios de Granada
Este organismo, adscrito al Parlamento de Andalucía y que dirige el magistrado Ricardo Puyol, fue creado hace un año pero está plenamente operativo desde finales de julio
Imagine que trabaja en una institución pública andaluza y que tiene sospechas fundadas de que algún funcionario puede haber mordido la manzana de la corrupción ... y no sabe cómo actuar para frenar esa conducta presuntamente irregular. Desde hace poco más de un año, Andalucía cuenta con un organismo para prevenir esos reprobables comportamientos en la administración. Se trata de la Oficina Andaluza contra el Fraude y la Corrupción, que se creó al amparo de la Ley 2/2021, de 18 de junio, de lucha contra el fraude y la corrupción en Andalucía y protección de la persona denunciante. Esta oficina, que está plenamente operativa desde finales de julio, tramita actualmente dos denuncias en Granada.
Según ha detallado a IDEAL Ricardo Puyol, que fue nombrado en el origen director de este organismo, esas dos denuncias están dirigidas en concreto contra dos funcionarios, uno de un ayuntamiento de la provincia y otro de un órgano periférico de la Junta de Andalucía.
Estas denuncias serán analizadas y podrán desviarse a la vía penal en función de la gravedad de la irregularidad tras ser verificada. Y es que si se apreciasen indicios de delito se dará traslado del caso a la fiscalía provincial.
Equipo inicial
Antes de la pasada Navidad ya se había formado el equipo inicial de esta oficina que, si no ha empezado a funcionar técnicamente antes, ha sido porque dependía del desarrollo y aprobación de su reglamento jurídico interno, algo que no sucedió hasta finales de abril. También estaba pendiente de que fuera configurada su estructura económica y de que se aprobase la relación de puestos de trabajo, lo cual sucedió en junio. Y aparte, no hay que olvidar que hubo un proceso electoral intermedio, algo que suele ralentizar las dinámicas administrativas.
Fue a principios del mes de mayo cuando comenzaron a recibirse las primeras denuncias en este organismo, que ya se ha incorporado a la red nacional de oficinas antifraude y que actuará «con plena autonomía e independencia funcional en el desarrollo de su actividad». Actualmente su plantilla la forman once personas contando con el director.
En los meses en los que aún no estaba operativa técnicamente la oficina, se recibieron algunos escritos más, pero tras analizar su contenido hubo que hacer «un sesgo», ya que en algunos casos no se trataba exactamente de denuncias como tal. «La oficina ya sí ha empezado a dictar resoluciones en relación al contenido de las denuncias que se han presentado», señala el director, que explica que la oficina, lo primero que hace, es una labor de verosimilitud de la denuncia para determinar si merece ese calificativo. Se trata de «ver si contiene datos o hechos relevantes en relación al ámbito objetivo de la oficina, que es el examen, el control o la fiscalización de presuntas irregularidades en el marco de la corrupción pública, el conflicto de intereses, el enriquecimiento ilícito de algún funcionario o cualquier tipo de atentado al contenido básico de las normas de transparencia, por ejemplo».
Informe
A partir de ahí, lo que hace la oficina es requerir al organismo al que se dirige la denuncia un informe sobre la información facilitada por el denunciante. «Si entendemos que la información de descargo que aporta el organismo, junto con la documentación que se suele acompañar, es merecedora de archivar la denuncia, se procede al archivo», aclara Puyol, al tiempo que agrega que si no es así se inicia «el propio procedimiento de instrucción», en cuyo marco se recaban informes de manera oficial y documentación.
Si al final la oficina atisba cualquier suerte de irregularidad en la conducta de algún funcionario público o autoridad pública, «si es de carácter jurídico-penal, la deriva al fiscal». Y si no supera los límites de la infracción penal, sino que se queda en una infracción de carácter administrativo, se deriva el asunto a los órganos disciplinarios correspondientes dentro de cada sector de la administración, a fin de que se corrija la irregularidad detectada.
Junto a ello, Puyol recuerda que existe desde 2019 una importante directiva comunitaria para la protección de la persona denunciante en casos de corrupción y, por eso, otra de las funciones de la oficina que dirige es adoptar medidas de protección integral a quien denuncia, «que generalmente serán funcionarios públicos cuando estén recibiendo alguna suerte de hostigamiento en el ámbito de la unidad administrativa donde se detecta la irregularidad que es objeto de la denuncia». Y en ese campo, como recala el directo, la oficina tiene unas importantes funciones «de cautela y de tutela».
Los promotores de las denuncias que aterrizarán en este organismo serán los propios «funcionarios», pero la ley habilita que cualquier persona que tenga conocimiento de una posible irregularidad en el ámbito público pueda trasladarlo a la oficina, que por cierto tiene también potestad sancionadora.
De los asuntos recibidos hasta ahora, el director –lógicamente– no da detalles, pero sí confirma que no hay ninguno de la entidad, por ejemplo, del caso de los ERE. Puyol, que no niega que donde hay poder hay corrupción, cree que la corrupción se puede prevenir, algo en lo que su oficina jugará un papel fundamental en el ámbito de la administración andaluza.
El juez que conoció los asuntos turbios de Marbella
Ricardo Puyol (Granada, 1974) cuenta con una carrera jurisdiccional muy consolidada. Con 26 años ya era juez y su primer destino fue en el juzgado mixto de Purchena (Almería) y de ahí pasó a ser juez decano de Roquetas de Mar. Ascendió a magistrado en Palma de Mallorca y tras unos meses accedió en comisión de servicio al juzgado de Instrucción número 2 de Marbella (Málaga). Del 2 concursó al 1, donde permaneció cuatro años y conoció numerosos asuntos de corrupción, ya que llegó en 2007, año, como recuerda «de la eclosión de los convenios urbanísticos de Marbella y el proceso de fiscalización del Tribunal de Cuentas», que derivó en casi un centenar de querellas de la Fiscalía Anticorrupción contra los responsables del ayuntamiento. Esos cuatro años fueron para Puyol profesionalmente «los más ricos pero también los más duros». De ahí fue destinado al Juzgado de lo Penal número 4 de Málaga, donde estuvo una década (de 2010 a 2020) antes de aterrizar en el Palacio de la Real Chancillería de Granada. En la capital de la Alhambra, antes de su designación, estuvo año y medio aproximadamente en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Granada, del orden penal. Su actual cargo tiene una duración de cinco años. Aunque ahora por su cometido no puede pertenecer a ningún colectivo profesional judicial, vistiendo la toga pertenecía a la Asociación Profesional de la Magistratura (APM).
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