Las obras de la torre de la Catedral de Granada comenzarán con la eliminación del tejado invertido del campanario
A falta de ultimar el andamio, en breve se iniciará la adecuación del espacio con la preparación del suelo del cuerpo de campanas
La colosal estructura de hierro que forra la Catedral de Granada por los cuatro flancos, de 56 metros de altura, es el preludio de la ... mayor intervención realizada en esta atalaya desde finales del XVI, cuando se derribó el cuerpo octogonal, se desmontaron las bóvedas y se consolidó una escalera debido a que los cimientos no aguantaban tanto peso. Ahí fue cuando se adoptó una decisión que no ha parado de dar problemas en los últimos siglos –la centuria es la unidad de medida del tiempo en las catedrales–. Hablamos de una cubierta invertida, de tal manera que la lluvia no va directamente a la calle, sino que se canaliza a través de unas tuberías interiores que han provocado filtraciones hasta dos pisos por debajo en periodos prolongados de precipitaciones, según ha explicado Pedro Salmerón, uno de los dos arquitectos que han redactado el proyecto que comenzará en las próximas semanas –el otro es Diego Garzón–.
Y en este punto arrancarán los trabajos, valorados en unos 2,5 millones de euros, que deben consolidar todos los elementos pétreos del campanario, afectados por males varios como la costra gris originada por el tráfico, y devolverles su aspecto dorado. Así lo han confirmado responsables de la Catedral de Granada, quienes han informado de que aún quedan por situar algunas piezas del andamio y se está preparando el suelo del cuerpo de campanas. Estas mismas fuentes han indicado que en esta primera fase se retirará algún elemento sobrante –al parecer, una casetilla donde se refugiaban los campaneros– y se acondicionará el espacio para el desmontaje de ese tejado 'al revés' referido antes. Salmerón ha explicado que se quitarán primero las tejas, después los tableros y por último se desmontarán las armaduras. Para evitar la afectación del agua en otoño e invierno, se instalará un techo provisional.
Será el paso previo para la implementación de la solución definitiva. Se colocarán vigas horizontales para habilitar una terraza. Un mirador con capacidad para grupos de unas veinte personas que permitirá una visión de 360 grados de toda la ciudad. Lógicamente, aún no se sabe nada sobre cómo será el régimen de acceso. «Lo que está claro –bromea Salmerón– es que hay que estar en forma porque hay que ascender cincuenta metros en escalones de veinte centímetros». Culminará, de esta forma, una actuación que ya se planteó en 2004, que entonces contaba con todas las bendiciones de las administraciones, que se metió en el cajón debido a la crisis de 2008 y que se tuvo que actualizar hace siete años, en 2017, para resolver nuevas contingencias.
Y es que han pasado ya quinientos años desde aquel momento histórico en que Antonio de Rojas Manrique, arzobispo de Granada y patriarca de las Indias Occidentales, pusiera la primera piedra de la Catedral de Granada con toda la solemnidad. Cinco siglos en los que el templo diseñado por Diego de Siloé ha aguantado, con vigor, los embates de los elementos. A pesar de ello, la acción del clima, los terremotos y la polución sí que están pasando factura al monumento.
La Catedral de Granada, dedicada a la Encarnación del Señor, está realizada fundamentalmente con cinco tipos de roca, todas extraídas de canteras del entorno de Granada, cuya composición y comportamiento ante los agentes meteorológicos, por ejemplo, son determinantes para la aparición de ciertas patologías.
El dato
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2,5 Se estima que el proyecto de restauración de la Catedral de Granada tendrá un presupuesto de unos 2,5 millones.
Lo que más prevalece es la calcarenita de Santa Pudia, en Escúzar –está presente en el ochenta por ciento de la piedra vista–. También hay piedra de Sierra Elvira en portadas, cornisas y zócalos, básicamente; travertino de Alfacar, que se empleó en los tramos ocultos de batalla; y mármol blanco de Macael para los pavimentos. Encontramos, además, serpentina de Sierra Nevada para elementos ornamentales como los tabernáculos.
Las principales amenazas de un templo con más de 500 años
Son varios los males que acechan a la Catedral de Granada que deben ser atajados para frenar el deterioro que conlleva el inexorable paso del tiempo. La calcarenita de Santa Pudia es bella y tiene una característica tonalidad áurea, pero es muy porosa. Las grandes diferencias de temperatura entre el verano y el invierno y entre el día y la noche tienen un gran impacto, al igual que los ciclos de lluvias. La roca se humecta y pierde cohesión. La consecuencia directa de ello es lo que se conoce como 'arenización'.
Otro fenómeno que se puede observar dando un paseo es el desplacado, que supone la caída de pequeñas láminas. También se está produciendo alveolización. Es decir, deterioros en forma de pequeñas bolsas por la falta de uniformidad del mineral. Y también son habituales las colonizaciones por seres vivos como líquenes, una capa verde que frecuentemente esconde fisuras. A todo ello hay que añadir concentraciones de sales que se generan por la cercanía de revestimientos que tienen algunos yesos.
Los terremotos también hacen mella. Especialmente en los elementos situados a mayor altura. Con motivo del enjambre sísmico de principios de 2021, se hizo imprescindible el desmontaje de los pináculos más afectados.
Aunque una de las principales amenazas de la Catedral y de buena parte del patrimonio de Granada es la porquería que sale de los tubos de escape de los coches y que termina impregnándolo todo. Investigaciones evidencian una asociación directa entre los depósitos de azufre y el incremento de la toxicidad por los combustibles fósiles en los flancos más expuestos, los que dan a la Gran Vía y en general a las calles donde se registra un incesante trasiego de coches, motos y furgonetas.
Ese tono grisáceo, causado por la adherencia de todo el polvo en suspensión, está más o menos mitigado en función de la orientación de la Catedral y la exposición al sol y las corrientes de aire. Esto lo puede comprobar usted mismo con mucha facilidad. Sitúese en la plaza de las Pasiegas, levante la vista y apreciará que hasta la cornisa del primer cuerpo –que coincide con los tejados de los edificios aledaños– se ve esa pigmentación aplomada frente a esos marrones vivos que, por momentos, parecen oro de las partes más altas.
¿Por qué? Pues básicamente porque por arriba corre más el viento e incide más directamente la luz solar. Esto favorece el secado cuando hay lluvia y evita la degradación que genera el agua. De ahí la diferencia de aspecto con los flancos orientados hacia el Norte, como la calle Cárcel Baja o la plaza Diego de Siloé.
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