El negocio octogenario de Granada que ha enamorado a Dolce y Gabbana, los Emiratos Árabes y la ex mujer de Putin
Después de ochenta años este local de la calle Salamanca sigue manteniéndose fiel a los mantones, mantillas y abanicos más clásicos
María Dolores Martínez
Domingo, 19 de octubre 2025, 00:19
Una mantilla bordada, un mantón de manila, un abanico o un pañuelo hechos a mano son auténticos tesoros para quienes saben valorar el esfuerzo y ... el trabajo primoroso de unas manos artesanas. Por ello, cada artículo de Cándido Puerto en la calle Salamanca es una joya en sí misma. Lo es también este negocio para muchos granadinos porque sigue formando parte de la historia de esta tierra después de 80 años. Los cumple el próximo mes de noviembre gracias a la continuidad lograda por Estrella Puerto, hija del fundador, y a Estefanía Molina, a la que consideran de la familia por haber empezado en el negocio bien jovencita. Las dos tienen muy claro que cuando el cliente cruza la puerta hay que hacerlo sentir como si estuviera en su casa. Con el mismo cariño con que Cándido Puerto sentaba a sus clientas en sillas mientras les enseñaba su género en la calle Reyes Católicos, su anterior ubicación durante sesenta años hasta que se trasladaron a la calle Salamanca.
Nos cuenta Estrella y Estefanía que sus artículos han llegado a Nigeria, Estados Unidos, México, a una jequesa de Emiratos Árabes y a una escuela de danza en Israel y también a clientes tan conocidos como Dolce y Gabbana, la familia Flores o la ex mujer de Vladímir Putín, entre otros nombres conocidos. Sus mantillas han lucido en audiencias privadas con el Santo Padre en Roma o han sido el regalo ideal de algunos italiano para su mamma. En España también tienen muchos incondicionales en Barcelona, Madrid, Galicia, Asturias, Extremadura y en buena parte de Andalucía.
Cándido Puerto nació en Acebo (Cáceres) y llegó a Granada en 1945 tras montar una tienda en Córdoba dos años antes. Su cercanía a la zona de Lagartera había propiciado «que se dedicara a la artesanía de calidad española y que comprase mantelerías y juegos de cama. Luego comenzó con las tiras bordadas suizas, los pañuelos de bolillos hechos a mano, de guipur, los encajes de valencienne y alençon..», recuerda Estrella. En Granada conoció a María Ortuño. «Mi madre era profesora de francés y una de las pocas mujeres que había pisado una facultad en ese tiempo para hacer filología francesa. Mi padre necesitaba una persona que conociera idiomas y a través de conocidos mi madre entró a trabajar en el negocio».
Desde entonces, no han faltado en esta tienda «los mantones de manila y las mantillas, bordados a mano, los abanicos y las tiras bordadas suizas y los encajes buenos». Cada vez cierran más fábricas y los encajes son muy difíciles de encontrar, al igual que sus telas suizas de plumeti y de batista. Por fortuna, el gran fuerte de Cándido Puerto siguen siendo los mantones, las mantillas y los abanicos que han logrado mantenerse en el tiempo gracias a la fidelidad y tradición de pequeños talleres. En el caso de los abanicos, todos proceden de la zona de Levante. «Hoy por hoy es la mejor industria abaniquera del mundo porque los maestros abaniqueros franceses e italianos vinieron a España e hicieron piña con los nuestros». La elaboración de cada uno de estos abanicos conlleva un «trabajo impresionante porque participan muchísimas personas».
Estrella y Estefanía coinciden en que lo artesanal no siempre está suficientemente valorado. «Es cierto que hay gente joven que lo aprecia o, incluso, extranjeros como los alemanes, suizos o japoneses, pero son los menos».
Las temporadas más fuertes para este negocio son, obviamente, las de Semana Santa y la Feria del Corpus, pero no tanto la de Navidad como ocurría antaño. «Antes se vendía mucho pañuelo para regalo y se hacían ventas más fuertes. Enero y febrero son bajos, pero a partir de marzo empezamos a remontar hasta junio. En verano volvemos a bajar porque el turismo de calidad ha bajado muchísimo. Viene más gente, pero con menos poder adquisitivo».
Una mantilla o un mantón de Manila son el complemento más representativo de la cultura española y todo un símbolo de elegancia en celebraciones solemnes, de carácter religioso o festivo. De ahí que la gama de precios sea muy amplia, siempre en función del tamaño de la prenda, el peso de las sedas, la calidad de los tejidos y la riqueza de los bordados. En los últimos tiempos son tendencia también los piquillos de feria, esos mantoncillos más pequeños y livianos que permiten cambiar más a menudo cuando nos vestimos de flamenca.
Estrella nos cuenta una pequeña historia sobre las flores de cigarrera (esas más grandes de los mantones más lujosos). Fueron una invención de las trabajadoras de la Fábrica de Tabacos de Sevilla. Las bordaron así de gruesas en los mantoncillos lisos de importación, que les llegaban a través del comercio del puerto, para que estos bordados sirvieran de doble capa y les resguardaran mejor en las horas más frías.
Cuestionadas acerca de cuales son los tonos por excelencia de las mantillas y mantones, aseguran que son la mantilla negra bordada y el mantón de manila, negro o beige, con bordados de flores de colores y flecado a mano.
Estrella ve el futuro de su negocio con esperanza, pese a la exclusividad y la realización eminentemente artesanal de su género. «A la gente le sigue gustando este tipo de artículos y curiosamente hay tradiciones que por mucho que pase el tiempo siguen ahí. Y en Semana Santa cada vez se viste más gente».
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