Los nacimientos caen mientras las mascotas aumentan en Granada
En 25 años los bebés han pasado de 10.000 a 6.600, mientras los gatos han quintuplicado sus inscripciones
Granada ya no se arrulla con tantos llantos de bebé. Si en 1999 nacían 8.560 niños en la provincia, en 2008 se rozaban los ... 10.500. Hoy, apenas superan los 6.600. La curva es clara: en un cuarto de siglo, la natalidad se ha desplomado casi un 40%. En paralelo, mientras las familias humanas se encogen, las de cuatro patas crecen: los perros se mantienen estables, con más de 16.000 inscripciones anuales, pero los gatos han quintuplicado sus altas en diez años, pasando de poco más de 1.200 en 2014 a casi 6.000 en 2024 y en lo que va de año se estima que han nacido 3.227 niños.
El contraste es tan gráfico como contundente: el año pasado hubo casi el triple de altas de perros que de nacimientos. Y no es una anécdota, sino un síntoma de hacia dónde se mueven los hogares granadinos.
El precio de criar
Las razones de este desplome no sorprenden a los demógrafos. Tener hijos se ha convertido en una decisión postergada y cada vez más minoritaria. Los motivos son tan conocidos como repetidos: la precariedad laboral, la dificultad de acceso a la vivienda, la falta de conciliación y los salarios que apenas dan para sostener a uno mismo.
Al mismo tiempo que los bebés se vuelven menos frecuentes, los animales de compañía ocupan un lugar cada vez más central en los hogares. No se trata solo de cantidad, la relación con los animales ha cambiado. Ya no se habla de mascotas, sino de compañeros de vida. Hay seguros veterinarios, guarderías caninas, psicólogos felinos, peluquerías especializadas y piensos gourmet. El gasto medio anual por animal oscila entre 1.200 y 1.800 euros, según asociaciones veterinarias, lo que demuestra hasta qué punto se les ha integrado en el núcleo familiar.
En este nuevo mapa de vínculos, donde la estabilidad económica y laboral brilla por su ausencia en la mayoría de los casos, los jóvenes granadinos cada vez se plantean menos la maternidad o la paternidad, pero no han renunciado al instinto de cuidar. Lo canalizan de otra manera, más económica y que les da más libertad; con animales que llenan la casa de maullidos o ladridos en lugar de risas y llantos. Para comprobarlo hemos hablado con tres modelos familiares muy distintos. Eva, madre soltera que cría sola a su hijo de casi tres años; Marta y Jesús, una pareja joven que comparte su vida con un gato; y Maite y Héctor, que encontraron en su perro Bombón la pieza que completaba su hogar.
Una juventud que prefiere bigotes a pañales
Marta y Jesús, de 22 y 24 años, han encontrado en su gato Lucas una familia a tres. «Lo primero, la edad. Creemos que nos pilla muy jóvenes para tener hijos», explican.
En su día a día, un gato resulta más compatible con su estilo de vida: «Un niño no lo puedes dejar solo. El gato es más independiente, la responsabilidad y el gasto son menores». Aun así, reconocen que también implica sacrificios: «No podemos irnos un día entero de casa. Es un ser vivo, necesita cuidados, cariño, jugar».
De momento, su proyecto de familia se mide en animales: «De aquí a diez años nos imaginamos con un par de gatos más. Lo de los hijos dependerá de la estabilidad económica».
La maternidad en solitario como elección
Eva, profesora y madre soltera, siempre supo que quería ser madre. Con 30 años decidió someterse a un tratamiento in vitro. Hoy cría sola a Diego, de dos años y medio. «Desde adolescente me veía como madre. Quería verlo disfrutar, educarlo, crear a una personita feliz», recuerda.
Pero tras la ilusión, reconoce la dureza: «Si volviera al pasado y supiera lo que sé ahora, creo que no lo haría. Adoro a mi hijo, pero romantizamos demasiado la maternidad. Es muy sacrificada, en algunos momentos dejas de ser tú misma».
Lo más duro, dice, es la conciliación: «Siendo madre soltera, muchísimo más». Eva incluso tuvo que renunciar a su gato cuando nació Diego: «Me vi tan desbordada que no podía cuidarlos a los dos como merecían».
Pese a todo, se queda con la parte luminosa: «Lo más bonito es sentirte referente. Cuando se cae y busca con la mirada, la primera persona que encuentra eres tú».
La pareja que encuentra hogar en un perro
Para Maite y Héctor, ambos treintañeros, su perro Bombón es el corazón de la casa. «Nuestro hogar es muchas risas, mucho cachondeo. Aunque tengas un mal día, llegas, comes algo rico y se te pasa. Bombón siempre está ahí», cuentan.
Adoptaron al perro casi por casualidad, en una ruta de senderismo, y desde entonces es parte de su rutina: paseos, cuidados veterinarios, juegos. «Da muchísima compañía. Nunca te sientes solo, son súper agradecidos».
¿Un hijo? De momento, no lo contemplan: «Principalmente por la responsabilidad y la economía. Los dos trabajamos a tiempo completo y no nos vemos en ese rol». Para ellos, el concepto de familia ya no depende de tener descendencia: «Una familia es compartir tiempo de calidad y sentir que ese es tu sitio. Tanto con tu pareja como con tu perro»
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión