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No se para el mundo

No debemos perder de vista que a veces la bandera de la igualdad ondea en el mástil de las desigualdades aceptadas por la política, la empresa, los centros de saber, el espectáculo y tantas organizaciones, hiriendo la dignidad de la ciudadanía

JOSÉ GARCÍA ROMÁN

Sábado, 24 de marzo 2018, 01:20

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«Si nosotras nos paramos, se para el mundo». Es ingenioso y sugerente este lema que surge en la Islandia de 1976. No, el mundo ... no se pararía; sí quedaría «un poco más quieto», casi huérfano, envuelto en un silencio cósmico. Se sentiría muy dolorido, como si sufriese un ataque de ciática moral. Sucedería lo mismo si se parasen los hombres. No obstante, las máquinas que ya forman parte de nuestras vidas tienen puesto el ojo en el relevo, al tiempo que un techo de cristal, aferrado a una peculiar transparencia, simula que no hay límites ni agravios. Una transparencia opaca que oculta desigualdades y amordaza reivindicaciones de derechos, en lugar de alzar la voz para proclamar «a igual trabajo, igual salario» en una imprescindible armonización familiar. Una transparencia que ignora valías personales y se echa en brazos de apariencias y encantos, aceptando la contradicción en algunos medios de comunicación que venden la mujer como objeto y defienden lo contrario.

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