Mujer libre y madre entregada
Patricia Cervera | Presidenta de la asociación de Trastornos de Conducta Alimentaria ·
La granadina consiguió arrancar el compromiso de la Junta de abrir dos unidades para tratar la anorexia, como la que sufre su hijaPILAR GARCÍA-TREVIJANO
Granada
Sábado, 8 de junio 2019, 13:02
Patricia Cervera Valencia (Granada, 1980) pasó del completo anonimato a convertirse en todo un fenómeno mediático tras pedir ayuda y hacer pública la batalla contra ... la anorexia que libra su hija Aleixandra, que tiene 21 años y sufre la enfermedad desde que tenía 13. Impaciente después de años de espera en los que Cervera fue testigo de cómo se consumía su «pequeña» sin poder recibir ayuda médica en su comunidad autónoma, la granadina empezó una campaña para que Andalucía también tuviera unidades especializadas para tratar los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA). Un sacrificio que, aunque considera que llega tarde, le llevó la semana pasada a entregar en el Palacio de San Telmo más de 315.000 firmas, recogidas a través de la plataforma 'Change.org'. Su perseverancia no ha sido en vano.
A partir de septiembre, si la Junta cumple su palabra, Andalucía tendrá dos unidades especializadas. Cervera, en colaboración con la UGR, ha constituido la primera asociación en esta materia, que se desarrollará, entre otros, en el ámbito académico para propiciar la investigación sobre estos tipos de afecciones.
La lucha de Patricia empezó antes. Fue madre a los 18 años se hizo cargo de su niña mientras opositaba para mantener a su familia, tarea que aprendió de su madre - la mujer que la trajo al mundo se separó cuando era joven y crio sola a sus dos hijas-. Cervera sacó plaza de funcionaria en la administración andaluza y trabajó en la escuela de idiomas de Motril. La maternidad no penalizó su carrera y simultaneó su empleo con las faenas de casa y los estudios de Ciencias del Trabajo. Se licenció y le cogió tanto gusto a la Universidad que no se ha separado de ella desde entonces.
Continuó su formación y consiguió plaza dentro del personal administrativo de la UGR en 2008. Estuvo en el servicio jurídico de Hospital Real y más tarde pasó a ser adjunta en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología. En 2011 la madre recibió un gran batacazo que ha forjado su personalidad. Su hija, Aleixandra, empezó a padecer anorexia, enfermedad de la que aún no se ha recuperado. Los insultos en el recreo y los irreales cánones de belleza empujaron a la chica a perder peso a la corta edad de 13 años. Parte de la resistencia de Cervera se fraguó en las noches que pasó en la planta de pediatría del Hospital Virgen de las Nieves. Inculcó a sus retoños dos valores fundamentales, valentía y esfuerzo. Su hijo menor, Ismael, incide en ello.
Sin poder dormir
«Mi madre es una luchadora y es mi mayor ejemplo a seguir. Se deja la piel por conseguir lo que se propone y no deja que el miedo le amedrente», dice. A Patricia le costaba pegar ojo en el sillón junto a la cama de su hija y aprovechaba las horas para leer y aprender. Trabajar de día y estudiaba de madrugada, mientras su expareja y su madre cuidaban de Ismael. Así ha pasado los últimos ocho años de su vida.
Los escenarios en los que su hija sufría una «agonía mental» que le cambiaba por completo y no le dejaba tranquila, le afectaron. El SAS no tenía más recursos para ella que las salas de psiquiatría y pediatría, medios que la mujer consideraba inadecuados e insuficientes para tratar un problema tan complejo, por lo que invirtió su salario en una clínica privada. 2.300 euros mensuales que no dieron buenos resultados para su hija. La chica hacía juegos malabares para salir a correr y mantenerse activa y perder los kilos que recuperaba con el tratamiento. El siguiente desembolso les llevó hasta Ciudad Real.
La madre ha tenido que endeudarse para que su hija continuara con vida, pero aun así continúa en estado crítico y pesa poco más de 30 kilos. La chica al ser ahora mayor de edad puede dejar el centro cuando quiera, a pesar de haber sido incapacitada para que permanezca en tratamiento, pero Aleixandra no quiere estar lejos de los suyos en Ciudad Real, a 250 kilómetros de su familia, y en las horas bajas pide volver. Razón que motivó a Patricia a mover «cielo y tierra» para que Andalucía contara con unidades con los mismos recursos e igual de preparadas que las que hay fuera de la comunidad.
Su experiencia laboral en los servicios jurídicos de la UGR le llevaron a descubrir su otra gran pasión: la jurisprudencia. La funcionaria, a sus 39 años, cursa los estudios de Derecho. «Es mucho más que una madre entregada, es una mujer libre y fuerte», señala su hijo. «Muy inteligente, con una visión que va más allá, se plantea y se pregunta las cosas», insiste Ismael.
Faceta feminista
Su interés por solucionar problemas y cuestiones fundamentales parte de la filosofía, su «gran amor», sólo conocido en su entorno cercano. A la granadina le gustaría entregarse de forma académica cuando tenga tiempo. Cervera es una pensadora que admira a la maestra feminista Amelia Valcárcel casi tanto como a su madre, que falleció de un cáncer en 2018, mientras su hija esperaba en la cama su ingreso en el hospital público de Ciudad Real.
Intentó poner en práctica su faceta feminista y sus ganas de contribuir en la defensa de los derechos de las mujeres en la Unidad de Igualdad de la UGR, de la mano de Miguel Lorente. Cervera quiso entrar a trabajar en el área, pero renunció para sacar adelante a su hija. Mantiene contacto con el coordinador y hace propuestas para el área. «Patricia quiso poner su granito de arena en el desarrollo de la unidad. Su interés por acabar con la desigualdad le nace de sus circuntancias personales y considera que hay que añadir una perspectiva de género e investigar los trastornos alimentarios», explica Lorente, que mantiene con ella una relación «profesional y humana». De Cervera destaca su capacidad en el trabajo, preparación y «mucho tesón».
El poco tiempo libre que le queda entre libro y libro lo emplea en aporrear una guitarra española que se regaló en navidades. Desde que Aleixandra enfermó, Patricia es una viajera frustrada y planea ponerle remedio cuando su hija se recupere. Sus compañeros de trabajo califican a Cervera como precursora y están en lo cierto. Le faltan horas en el día y ha sacado un hueco para dirigir y crear la Asociación de Trastornos de Conducta Alimentaria de Andalucía que tiene como objetivo fomentar la existencia de recursos especializados públicos para el tratamiento de los TCA, además de formar a los profesionales.
La asociación se presentó el 30 de mayo en el Hospital Real, un edificio que para esta granadina tiene cierto simbolismo. Fue el lugar en el que descubrió su afán por el Derecho y pasó allí muchas horas con su hija, que solía recoger a su madre a la salida del instituto para regresar juntas a casa. La sede del rectorado en la cuesta del Hospicio es un pequeño refugio para la mujer y el pasado 2 de junio, día mundial de acción contra los trastornos alimenticios, se iluminó de morado en apoyo a su hija y a los más de 7.000 andaluces afectados por este tipo de enfermedad.
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