Barrios de Granada
El mítico negocio del Realejo que cierra después de 85 añosJosé lleva con un local familiar desde 1939 y ahora ultima sus venta para poder jubilarse
Leticia M. Cano
Sábado, 20 de julio 2024, 23:54
'Liquidación por jubilación' es la frase que anuncia el cartel que hay en la puerta de este local del Realejo. Todos sus clientes entran ... a preguntar: «José, ¿vas a cerrar?». Su sonrisa combina nostalgia y alegría. Lleva toda su vida en la tienda, 'Tejidos José', y ahora tiene que echar el cierre. «No te preocupes mujer, que vamos a seguir siendo vecinos», responde quitándole importancia al asunto.
Es pequeña. Al entrar hay un escalón que amenaza desafiante a algún que otro cliente. Dos pasos al frente se encuentra la puerta que lleva hacia un patio y que pone fin a la profundidad del local. Encima de ella, una estampa de la Virgen de la Macarena. «Es que me da suerte», dice José. En el centro de la tienda hay un largo soporte y cuatro pasos más allá se ubica el mostrador. Junto a él, una silla donde descansan sus clientes al llegar, ya sea porque hace calor o porque «ya se va notando la edad».
Años atrás, esa silla solo estaba reservada para el padre de José. Tras quedar ciego por la diabetes, Miguel tuvo que renunciar al negocio que fundó en 1967, y su hijo José tuvo que dejar sus estudios. «Era licenciado en Historia del Arte, quería ser profesor de EGB e iba a opositar», cuenta José. Su padre se sentaba allí todos los días y con solo tocar la ropa, sin necesitar el sentido de la vista, decía: «Uy José, esta tela es muy gruesa para verano, esto no».
Pero el negocio familiar no empezó con Miguel. Después de la Guerra Civil, en 1939, Antonio Povedano regentó una pequeña tienda que hacía esquina entre la calle Varela y un estrecho callejón que termina en la calle de los Palacios. Los propietarios siempre estaban en Barcelona y al final, Antonio se quedó con el local. La convirtió en la famosa tienda de 'El cateto', porque «era de pueblo».
Su abuelo traspasó la tienda de comestibles al callejón y su padre se quedó en el local de la esquina. «Ahí es que estaba más a la vista», aclara José. Tras la era de los comestibles de Antonio, vino la segunda generación con los textiles de su yerno Miguel, y ahora concluye la tercera con 'Tejidos José', de su querido nieto.
El actual dueño cuenta cómo ha visto la transformación del barrio. «Por esta avenida antes no venía casi nadie, esto era la calle de las putas», confiesa. Pero lejos de ser un inconveniente, se convirtió en una ventaja. «Ellas eran nuestras clientas y para «sus chulos», éramos intocables», recalca José. Robaron en todas las tiendas del barrio menos en la suya, porque su padre era «el Dios». Quizás por eso, las monjas de los conventos cercanos eran clientas exclusivas.
Las tiendas de Calle Varela han ido desapareciendo al mismo ritmo en que lo hacían sus dueños. En su lugar, los bares han acabado con la armonía del vecindario. Los bastones se han cambiado por tacones. Lo tradicional por lo moderno. La muerte por la vida.
José lleva seis décadas en su «cámara acorazada» y se aproxima el momento de cerrar sus puertas. Todos los clientes que durante la mañana se sientan en la silla del local dicen lo mismo: «¡José es tan único!». Dori lleva toda la vida conociéndolo y ahora lo anima a echar la persiana abajo. «Ya le toca descansar un poquito, que se lo merece», añade Dori.
José dejará los tejidos y se centrará en su familia. «Voy a cuidar a mi madre y a pasar tiempo con mi sobrina», explica. «Tengo que viajar y disfrutar mucho», dice con los brazos abiertos de par en par.
Le da «pena» no poder dejarle la tienda a alguien, pero después de 85 años, la historia ha llegado a su fin. José ha sido el «alma del barrio», y ahora, el barrio se queda sin alma.
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