Sanidad en Granada
La milagrosa historia de Luis, salvado por cinco cirujanas de GranadaUn tumor en el estómago y el esófago condenó a este almeriense a un mes de vida, pero el valor del equipo del Virgen de las Nieves le ayudó a ganar la batalla
Sara Bárcena
Viernes, 15 de marzo 2024, 00:48
Valor es lo que cinco cirujanas del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada demostraron cuando les tocó enfrentarse a una compleja intervención que ... encerró a Luis Díaz en el quirófano durante trece horas. Este almeriense, natural de Pulpí, llegó a la camilla con un tumor en el estómago y el esófago y un pronóstico que le auguraba, como máximo, un mes de vida.
Todo empezó el 22 de marzo de 2022, cuando después de dar un concierto Luis notó un fuerte dolor en el hombro. Llevaba cuarenta y ocho años sin pisar un médico, pero no dudó en buscar ayuda. De primeras, lo asociaron con haber estado cargando camiones;pensaron que podía tratarse de una contractura. Pasó treinda días entre Voltaren y masajes musculares hasta que una mañana miró al ventilador del techo de su habitación y vio dos máquinas de aire en lugar de una. Acto seguido, cayó desplomado.
«En el hospital me dijeron que era neumonía. Me pusieron un tratamiento muy agresivo y mejoró el dolor del hombro, pero al comer empecé a sentir que me atragantaba. Así hasta que el 11 de julio del veintidós, otra noche en un concierto, bebí agua y empecé a vomitar. Luego me comí un helado de turrón como si nada, me sentó bien, pero al día siguiente fui al médico, por si acaso, y planteó que tuviera una hernia o una úlcera», cuenta Luis.
Pero este almeriense no podía más con tanta incertidumbre y decidió buscar una doctora «de pago». Al contarle los antecedentes de su familia (su padre falleció de cáncer de pulmón y sus abuelos y varios de sus tíos, de cáncer de estómago y próstata), le ordenó una ecografía. Él no pensaba hacérsela, pero la doctora sufrió un trombolimbo y la enfermera responsable insistió. Luis tenía un tumor en el estómago y el esófago que le cubría «todo el cuerpo».
«Cuando escuché a la enfermera pedir que entrase mi pareja, a mi cabeza se vinieron los muertos de mi familia. Pensé: hasta aquí he llegado, me voy. El médico me dio un mes de vida. Llegué a casa y rompí cosas, lloré, chillé... Soy de tragar primero y luego reventar», admite. Para él fue vital ponerle nombre a lo que le pasaba. Y lo llamó Agustín. «Si no, te lleva por delante». En ese momento, empezó a luchar, a ser consciente de que treinta días no iban a ser suficientes para disfrutar de sus seres queridos. Creer en el destino le dio fuerza. Según él, tropezó de médico en médico hasta que en el Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada le atendieron «como nunca en la sanidad pública».
Trece horas en quirófano
Allí lo recibieron las cinco cirujanas que le salvarían la vida. Lo supo nada más conocerlas, lo vio en sus miradas, podía confiar en ellas. Y así, un 30 de noviembre, dejó su cuerpo en las manos de Cristina Plata, Jennifer Trigueros, Mónica Mogollón, María del Carmen Montes y María Jesús Álvarez. Esta última, responsable de la Unidad de Cirugía Esófagogástrica, recuerda que un equipo «multidisciplinar» hizo una valoración previa. La intervención «duró unas siete horas, pero Luis pasó trece en quirófano».
Le quitaron el esófago y se lo reconstruyeron con el colon. Fue «un reto, un caso complejo», añade su compañera la doctora Trigueros. «Su enfermedad no es frecuente y es una satisfacción profesional y personal, como paciente y como persona, ver que hoy está bien. Al final, se establece una relación muy estrecha y te emocionas», asegura.
El día de la operación, Luis sintió miedo por primera vez. Era una mañana fría y llegó al hospital de la mano de su pareja, Susana Galero, quien le ha acompañado «en los buenos y en los malos momentos». «Me dijo que igual que entraba conmigo de la mano me sacaría de allí tirando de ella. Estuvo conmigo en la peor parte de mi vida, que fue la quimioterapia, y después me hizo todas las curas;yo no quería enfermera. Me quitaba las grapas y me echaba agua en la goma gástrica», comparte Luis.
Los primeros días no fueron fáciles. Durante los seis meses siguientes, debía alimentarse a través de la goma y sentía «mucha hambre». Insistió e insistió hasta que una de las doctoras le dio a probar una «pizca» de un yogur natural. Tenía que tomárselo entero en veinticuatro horas;a la hora, ya no quedaba. Lo siguiente fue un donut acompañado de un descafeinado con leche, algo fuerte para estar recién operado del estómago y el esófago, pero asumió el riesgo y salió bien. Le quitaron la goma y enseguida pudo empezar a comer normal siguiendo una dieta blanda.
Luis se encontraba mejor, tanto que apuntó en una nota en el móvil el día que pensaba que le darían el alta y -atención- acertó. «Esto es totalmente verídico. Dieciséis días después, el 15 de diciembre, salí del Virgen de las Nieves por mi propio pie», apunta. La única diferencia es que desde entonces le «cae» la comida, pero ha aprendido cómo es la sensación. Bueno, eso y que el «valor» de las cinco cirujanas que le operaron ha hecho que cada mañana se despierte pensando que le han regalado «un día más».
En la piel y en el corazón
Hace año y medio que le diagnosticaron el cáncer y la última revisión solo han sido buenas noticias. Tras limpiarle los ganglios metastásicos de los pulmones, el tumor ha desaparecido por completo. Luis Díaz está limpio. Y vivo. Algo que no tenía tan claro que fuera a conseguir. «Mi vida iba demasiado rápido, siempre peleando. Llevaba dos años en equilibrio y libertad. Y la enfermedad me llegó para cortarme las alas. He tenido la suerte de que la vida me ha dejado pelear algo que a otros no les deja», agradece.
Ahora sabe lo que es «vivir al límite» y se lo debe a las cinco «fantásticas» del hospital granadino. Por cada una de ellas, el almeriense se ha tatuado una cruz en los dedos de la mano derecha. Y encima, las letras de la palabra 'valor'. «Ellas llevaron mi cruz a cuestas durante la operación, me empujaron hacia adelante y se enfrentaron a mi cuerpo con pocas posibilidades, con un mes de caducidad», subraya Luis. «Su valor me salvó la vida».
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