Miguel Callejas Redondo, el hombre que llenó su vida de música
Músico vocacional, daba clases en el Centro 'Buenos Aires' de Granada
Amanda Martínez
Jueves, 29 de agosto 2019, 20:11
Ha muerto en Granada a la edad de 90 años Miguel Callejas Redondo, músico de vocación, miembro del coro 'Arrayanes' de Granada y director musical ... de la rondalla de mayores del Centro 'Buenos Aires'. Además era un amigo querido, un padre maravilloso y abuelo encantador.
Miguel nació en el barrio del Albaicín, en 1929. A pesar de las dificultades de aquellos años y el dolor de una Guerra Civil que le arrebató a un hermano, desde muy pequeño sintió que lo suyo era la música, «nació con una bandurria bajo el brazo», dijo de él su amigo Antonio Puertas, director del coro 'Arrayanes'.
«Él no nunca estudió solfeo», cuenta muy emocionada su hija Mari Carmen, «todo era de oído». Siendo un niño comenzó a dar clases con José Recuerda, miembro del 'Trío Albéniz'. Con él tocó los primeros acordes de una bandurria. Ya no pudo dejarlo. «Miguel mantuvo la afición a su música hasta hoy», continuaba Puertas. «Estando enfermo, al ir a visitarlo, lo primero que ofrecía era un instrumento. Era increíble su constancia y amor a la música que mantuvo hasta el día de su muerte».
Miguel se casó muy joven con Carmen Navarro y tuvieron dos hijas. El tiempo que le dejaba su trabajo de conductor en el parque móvil ministerial lo dedicaba a tocar, como afición, no profesionalmente. Se jubiló a los 65 años, cuando trabajaba a las órdenes de José Fernández Prados, secretario general del Gobierno Civil. Fue entonces cuando se entregó en cuerpo y alma a lo que más le gustaba. Entró en contacto con el Centro de Participación Activa 'Buenos Aires' y comenzó a enseñar música a los más mayores que como él, tenían una vocación que querían cultivar. «Demostró su paciencia y su maestría docente». La única compensación fue el reconocimiento de quienes disfrutaron de su labor, altruista y desinteresada. Quien ama la música es una buena persona, y Miguel era «ese amigo justo leal honesto y afable. Íntegro y cabal. Era un ejemplo a seguir», dice Puertas.
Hace unos meses, un grupo de amigos le rindieron un homenaje. Él se ha ido sabiendo lo que lo querían los suyos. Hoy, sin duda, allá donde esté, estará rasgando las cuerdas de una bandurria.
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