La microcirujana de Granada que quiere volver a casa después de triunfar en Dinamarca
La burocracia frena la incorporación laboral en los hospitales granadinos de una profesional que ha trabajado durante una década en Copenhague
Con cada historia que conocía, más se enamoraba de la medicina. Apenas era una niña, pero ya sabía lo que quería ser en el futuro: ... médica, como casi toda su familia. Rocío Caballero es la quinta generación de médicos, cirujanos y especialistas de su casa. Hasta que ella llegó, todos los que habían decidido destinar su camino a la sanidad habían sido los hombres de la familia. Y entonces ella se enamoró de la sensación de tener un bisturí y una sutura entre las manos.
Ahora, tras años de estudio y experiencias, ha logrado convertirse en una de las microcirujanas y cirujanas plásticas más reconocidas de Copenhague, donde lleva trabajando desde hace casi una década. Pero ahora quiere volver a casa y aunar sus fuerzas a la de los profesionales que ya hay en la provincia para aportar sus conocimientos y destreza. Pero la burocracia y las dificultades para entrar a la bolsa del SAS sin tiempo de experiencia en Andalucía se lo pone difícil.
«Mi padre es Salvador Caballero. Imagínate lo que es para nosotros que le hayan puesto su nombre a un centro de salud como muestra de lo que él hizo por Granada y la medicina. Es imposible que no te apasione la salud criándote en un ambiente así», explica la granadina. Mientras relata su historia, saca sus «instrumentos de entretenimiento». Unas pinzas para coser con una aguja milimétrica, unas gafas de aumento especial para trabajar en los tejidos más pequeños y un bisturí de gran precisión componen un equipamiento que usa en casa para ensayar cuando no tiene operaciones. «Así me entretengo y no pierdo el manejo ahora que no sé qué va a pasar conmigo», indica.
Entre estas cinco generaciones de médicos, se han cambiado los métodos, las especialidades y hasta las herramientas. Y la mejor prueba de ello la tiene Rocío en su casa. Encabezando su amplio y pulcro salón se encuentra uno de los muebles que usaba su bisabuelo en consulta. Y dentro, un sinfín de cachivaches de todos los tamaños y formas que guardan una marabunta de historias que permanecerá por siempre en la memoria de esta familia.
Como hablaba alemán desde que apenas era una niña, Rocío Caballero decidió irse al país germano a sacarse la carrera. «El último año me vine a Córdoba para sacarme el MIR, pero conocí a mi marido, que es danés, y dejé el MIR por la academia para aprender el idioma e irme a Dinamarca», comenta. Al final, acabó en el hospital más grande de Copenhague, referente de toda Dinamarca. Allí ha conocido a los profesionales de la medicina que leía en los libros. «Gracias a trabajar aquí he podido viajar a diferentes lugares del mundo para aprender y trabajar», indica.
Una segunda oportunidad
En su ordenador guarda en imágenes muchas de las historias que han pasado por sus manos y que han tenido un futuro mejor gracias a su ayuda y a la del resto de su equipo. Como ejemplo de lo que se puede conseguir con un buen conocimiento de la cirugía plástica muestra a un hombre que no podía comer, beber, ni salir de casa porque tenía un tumor que le ocupaba la mitad de la cara. Estaba desahuciado, nadie podía hacer nada por él y ni sus propios hijos podían verle por el horror que le provocaba su exterior. Llegó a ellos desesperado, y consiguieron lo que parecía imposible.
Le levantaron la parte más superficial de la cara, extrajeron el tumor y rellenaron el hueco con tejido de otra parte del cuerpo. Meses después, solo una cicatriz en la nariz y el color de la piel algo más clara en un lado que en otro delataba que había sufrido una intervención. «Murió a los años a causa del cáncer, pero pudo vivir sus últimos años saliendo a la calle y pasando tiempo con su familia», dice la cirujana.
Operan mandíbulas, narices, el cuello, parte de la cabeza... Todo el cuerpo está dentro de su zona de trabajo. Siempre y cuando se trate de una cirugía compleja en el que el campo de actuación sea milimétrico. «Trabajamos con venas muy pequeñas, con pequeños conductos, cosas microscópicas», indica. Una de las operaciones que realizan con mayor frecuencia son las reconstrucciones de pecho tras un cáncer de mama. A grandes rasgos, la intervención consiste en coger tejidos y grasa de la barriga para, con ella, formar el seno. Con otros tejidos del organismo se crea un pezón y se tatúa la aureola.
Además, Caballero se ha convertido en una experta en las operaciones de cambio de sexo. Cuenta por decenas las intervenciones de este tipo. Al ver la especial dificultad que tenía el paso de mujer a hombre por ser más complejo, se especializó en estos casos y se convirtió en la responsable de estos procesos en Copenhague. «Es muy difícil porque tienes que alargarle la uretra para que recorra el pene y puedan hacer pipí de pie. Además, debes sacar nervios, piel y tejidos del antebrazo para formar el pene y que sea lo más parecido posible al que tendría de haber nacido con él», afirma.
Ha vivido muy feliz durante estos años fuera de casa, pero ahora quiere volver a su hogar, a Granada. Por eso ha cogido una excedencia de su plaza en Dinamarca para intentar entrar en un centro público de aquí. «Pero no lo están poniendo fácil, por eso estoy en excedencia, por si tengo que volverme», dice. De vez en cuanto ayuda a compañeros en las operaciones más difíciles en lugares como Madrid o Barcelona. Pero no tiene aún una plaza fija en un centro público, pues las trabas burocráticas no hacen más que dificultarlo y la falta de experiencia en Andalucía le pone en una situación complicada para entrar en la bolsa. Por ello, aún no sabe qué pasará en su futuro: «Al final, todo son retrasos y peticiones de títulos y papeles que no hacen más que alargarlo todo y que no me dan ninguna certeza de que me pueda quedar en casa».
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