El Llano de Calardos, una ratonera
La recta situada en este pago de Huétor Tájar ha sido el escenario de cortes con hogueras y cargas de antidisturbios durante toda la mañana, con miles de coches atrapados en ambos sentidos de la Autovía A-92
El Llano de Calardos es un pago situado en el término municipal de Huétor Tájar donde conviven mayoritariamente cultivos de espárragos y olivar. Pequeñas casas ... de campo y cortijos mantenidos durante generaciones por agricultores de la localidad han sido testigos del paso del tiempo. Sin embargo, no se recuerda una jornada como la de hoy, en la que más de un millar de agricultores provenientes de los pueblos del contorno -Villanueva Mesía, Loja, Huétor Tájar, Montefrío, Alhama y Moraleda, entre otros municipios y anejos- han llegado a las claras del día, como dicen en el campo, y han convertido este tramo de la A-92 en una ratonera, donde en muchos casos, los manifestantes han sido los ratones y los miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, los gatos.
Este juego del gato y el ratón se ha mantenido durante toda la mañana con una dinámica fija: invasión de la calzada por parte de los agricultores, aporte de ramón -el exceso de ramas y hojas de los olivos, que debe podarse anualmente-, encendido de dicho ramón con añadido de algún que otro neumático, y hoguera. Entre treinta y sesenta minutos después, avance de los antidisturbios con alguna carga esporádica, lanzamiento de gases lacrimógenos y pelotas de goma, y dispersión de los agricultores, quienes han vuelto a repetir la operación 300 metros más allá, una y otra vez. Para que se hagan una idea, la recta de Calardos tiene unos tres kilómetros de largo. Pueden hacer fácilmente la cuenta de las idas y venidas que ello ha supuesto.
No ha habido muchos casos de disturbios graves, fuera de las imprecaciones a las fuerzas del orden por su actitud. También ha habido momentos en que unos y otros han demandado comprensión, ya que los agentes son, en algunos casos, convecinos de los manifestantes. Hasta mediodía, ha habido dos detenciones: una de un agricultor que se había emboscado en medio de dos vehículos, y otra de un conductor que cometió el error de bajarse de su vehículo para aliviarse sin ponerse el chaleco. También ha habido secuencias curiosas, cuando los antidisturbios han penetrado a campo través en fincas privadas colindantes a la A-92 hasta una distancia de unos 500 metros para perseguir a manifestantes que habían huido de gases y pelotas y se habían refugiado entre cañas y matas de ajos.
Solidaridad
Los conductores, en su inmensa mayoría, se han mostrado solidarios con los manifestantes, haciendo sonar sus bocinas y cláxon al pasar junto a las barricadas. En este sentido, ha habido escasos incidentes de gravedad: un camionero al que una pelota de goma ha causado destrozos en el frontal del vehículo y que tras protestar ha sido reprimido por los agentes, y una furgoneta que quería pasar por la barricada a la fuerza y que ha terminado con los neumáticos pinchados.
«Solo estamos aquí defendiendo nuestros derechos», ha sido el comentario mayoritario de los manifestantes. «Y nosotros para despejar una vía principal», la respuesta de los miembros de las fuerzas de seguridad. Esta dialéctica, con alguna escalada puntual, se ha mantenido en los momentos -pocos- en que ha lucido el sol, y en las horas en que el cielo, primero nuboso y luego lluvioso, ha sido el compañero de fatigas de los congregados. Al filo de las tres de la tarde, como si ese mismo cielo al que piden árnica los agricultores hubiera decretado el fin funcionarial de la jornada de protestas, una lluvia presistente dispersó a los manifestantes quienes, sin embargo, mantuvieron algún tiempo más su intención de estar en las barricadas hasta el anochecer. Finalmente, la lógica de la hora y la lluvia se impusieron.
El balance de la mañana de protestas deja claro algo: los agricultores están unidos. No tienen intención de hacer más daño del estrictamente necesario, pero han aprendido, merced a la globalización, de sus vecinos del norte, los franceses. Y su intención es no parar hasta que se les escuche. «Nuestros hijos no tienen futuro. Van a matar al campo. Pero será por encima de nuestro cadáver», ha dicho una de las manifestantes en el Llano de Calardos, una ratonera llena de seres humanos en busca de su destino.
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