Obituario
Granada llora la pérdida del brigada que siempre mantenía la calmaFrancisco José Parra, guardia civil en Maracena, falleció repentinamente en la madrugada del domingo al lunes, dejando devastada a su familia, amigos y compañeros
Saber mantener la calma es un don aparentemente sencillo, pero muy difícil de entrenar; se tiene o no se tiene. Francisco José Parra lo derrochaba de forma natural. Sabía darle importancia a lo importante, trabajar bajo presión y adaptarse a mil y una situaciones. Así lo demostró desde el año 1987, cuando accedió a la Academia de guardias y suboficiales. De allí salió un gran guardia civil, de esos que dejan huella tanto profesionalmente -pasó por una decena de localidades-, como personalmente: era sencillo, humano y, ante todo, buena persona.
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Francisco José perdió la vida en la madrugada del domingo al lunes a los 59 años de edad. A falta de los resultados de la autopsia, todo apunta a un aneurisma de aorta fatal e imprevisible. Ahora estás aquí, en un segundo no. Así de simple y complejo. Como es lógico, su mujer, su familia, amigos y compañeros han quedado devastados. Ayer se celebró el funeral y todos se hacían la misma pregunta: ¿Cómo aceptar que ya no está en este mundo? «No nos lo creemos, estamos en shock», cuenta Manuel Moya, teniente de Maracena. En ese cuartel trabajaba Francisco José en la actualidad. Llevaba unos pocos meses, pero hace seis años ya pasó por allí, en ese momento como sargento primero.
«Era muy humano, buen profesional y también despistado. Mientras todo el mundo vive enganchado al móvil, él no le hacía caso. Pasaba las horas muertas en su cochera haciendo maquetas y coloreando soldaditos de plomo, era su sitio, donde desconectaba y encontraba la tranquilidad en medio del estrés de la vida diaria», cuenta el teniente. Era, además, madridista hasta la médula y fiel amante del rock and roll. Vivía en Jun y solía trasladarse en patinete hacia el trabajo, una imagen que sus compañeros nunca olvidarán.
Todos ellos recuerdan cómo hace dos semanas dio lo mejor de sí durante el apagón masivo, cuando fue coordinador de servicio y estableció conexión con los diversos organismos. Manuel Moya también rememora una intervención en Fuente Vaqueros en la que decenas de personas querían agredir a una mujer. «Fuimos un montón, y mientras los nervios estaban a flor de piel, él ponía la calma, nos transmitía tranquilidad», explica el teniente.
Pudo haberse jubilado a los 58 años, pero decidió reengancharse. A sus espaldas atesoraba una amplísima experiencia profesional. Pasó por Burgos, Vizcaya, Navarra, Santa Cruz de Tenerife y, en los últimos años, su adorada Granada. Una década después de entrar al cuerpo, comenzó a ascender. Cabo, sargento y, por último brigada, un puesto que le llegó casi de sorpresa, puesto que no quería subir más escalafones para no tener que marcharse de Granada. Pasó un tiempo en Alcalá la Real y volvió a Maracena, donde era el jefe de la oficina de atención al ciudadano. Conoció numerosas facetas del cuerpo. Siempre fue un amante de la Seguridad Ciudadana y procuraba patear las calles, pero también pasó por Tráfico y conoció de cerca la investigación. Además, contaba con varios distintivos por su buen hacer en la Guardia Civil, un cuerpo que ha sufrido una pérdida irremplazable.
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