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Ana Isabel y Cristóbal muestran el ordenador y los sensores en la sala en la que miden la respuesta ante estímulos. JAVIER MORALES

LabSex: el laboratorio pionero en España que estudia el 'cerebro' del sexo está en Granada

Medio millar de granadinos ha colaborado en estudios punteros sobre satisfacción en parejas homosexuales, machismo y sexo o percepción del orgasmo

JAVIER MORALES

GRANADA

Lunes, 25 de junio 2018, 12:28

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Hace una década, el 67% de los españoles consideraba «muy importante» la actividad sexual. El 34% de la población había sufrido algún problema relacionado con la práctica del sexo, pero sólo el 15% de ellos lo había trasladado a un profesional. Son datos de la Federación Española de Sociedades Sexológicas (FESS). Ni esta entidad, ni otras como el CIS o el INE han actualizado las cifras. Pero hay estudios que apuntan, en cualitativo, a que la sociedad empieza a dejar atrás el sonrojo a la hora de hablar sobre sexo con un profesional, médico o psiquiatra. El binomio salud y sexo solidifica. Y él se dedica, tomando al cerebro como protagonista, un laboratorio pionero en España: el LabSex.

Sus investigadores han analizado la conducta sexual de más de 500 personas -en su mayoría estudiantes de Granada- desde que empezara a funcionar en 2013. No obstante, los estudios de la Universidad de Granada en este campo se remontan a mediados de los 90. El laboratorio, ubicado en el Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (Cimcyc) de la UGR, puede presumir de una singularidad que lo sitúa como un espacio único en nuestro país. En Europa, tan sólo hay «cuatro o cinco» similares, explica Juan Carlos Sierra, el catedrático responsable del laboratorio. El motivo es que desarrolla una línea de trabajo poco común: el estudio de la excitación ante estímulos sexuales.

El asunto es complejo, pero podría resumirse en que los investigadores pueden analizar la diferencia entre la percepción mental de la excitación y lo que realmente está ocurriendo a nivel genital. Y sí, las diferencias entre el plano objetivo y subjetivo son notables, especialmente en las mujeres, quienes suelen asegurar sentirse menos excitadas de lo que señalan los aparatos que miden la reacción 'física'. En el caso de los hombres sucede al contrario: dicen estar más estimulados de lo que su cuerpo demuestra. El motivo de esta discrepancia es uno de los objetos de estudio en este laboratorio.

Una de sus salas dispone de un ordenador que reproduce un vídeo, por ejemplo, de la naturaleza. En un momento determinado, el vídeo cambia y el monitor pasa a mostrar pornografía. Un anillo de silicona conectado a un cable, en el caso de los hombres, y un tampón capaz de medir el flujo de sangre, en el de las mujeres, envían los datos de la respuesta sexual ante el estímulo a la sala contigua, donde están los investigadores. El sensor femenino tiene un precio aproximado de 300 euros y el masculino ronda los 70. Otros sensores captan la temperatura del cuerpo, la actividad eléctrica de la piel o las pulsaciones. Y todo ello se coteja con los datos de la percepción mental que el sujeto del estudio refleja en un cuestionario. No sólo estudian la reacción ante estímulos, también analizan comportamientos vía encuesta. Para todo ello requieren perfiles muy específicos. Los investigadores son conscientes de que se trata de un estudio «invasivo», pero no pueden ofrecer remuneraciones, más allá de regalos como cajas de preservativos, gracias a la colaboración de algunas marcas.

Las redes sociales, o los carteles que inundan los campus universitarios, son algunas de sus herramientas: «A veces, somos como relaciones públicas», bromean. «Hay gente con actitudes negativas hacia la sexualidad que jamás van a participar en este tipo de estudios. Es un tipo de muestra que nunca va a pasar por nuestras investigaciones», comenta Juan Carlos Sierra. Incluso hay voluntarios que dan marcha atrás a última hora, cuando ya están en el laboratorio.

Investigaciones punteras

Cuatro investigadores -doctorandos o alumnos de máster- trabajan en el LabSex en la actualidad, junto a Juan Carlos. Cristóbal Calvillo es un joven mexicano que trabaja en un estudio -para el que aún requiere voluntarios- sobre la satisfacción sexual en parejas del mismo sexo. La relación «coste-beneficio» del sexo en estas parejas es un asunto prácticamente inexplorado, explican. «Es importante evidenciar que las personas homosexuales tienen una vida sexual buena, positiva», señala. Su compañera Fátima López analiza el autoestima sexual en relación con la excitación.

Ana Álvarez trabaja su doctorado sobre los distintos criterios que empleamos para evaluar los comportamientos sexuales del hombre y la mujer. Entre sus primeras conclusiones, que el comportamiento machista es negativo para ambos: la mujer no tiene libertad para disfrutar del sexo y el hombre sucumbe a clichés sociales como la necesidad de satisfacer. «Ser machista convierte a la mujer en víctima sexual», afirma Juan Carlos, quien relaciona el machismo con conductas sexuales de riesgo e insatisfacción sexual. En el LabSex han detectado que hay sujetos en los que esta desigualdad se empieza a dar a la inversa, con la mujer como sujeto 'dominante'.

Ana Isabel Arcos-Romero trabaja en la percepción subjetiva del orgasmo -esa diferencia entre lo que nuestro cuerpo vive y nuestra cabeza piensa que vive- y ha desarrollado una escala que permite describir a través de adjetivos cómo percibimos nuestro orgasmo. Ninguna de las cuestiones se había abordado en España. Para todo ello ha contado con la ayuda de un centenar de voluntarios, cuyos datos se tratan de forma anónima. Llegan al laboratorio tras una 'criba' con encuesta previa a través de Internet.

Sus trabajos han llegado a algunas de las revistas científicas más prestigiosas del mundo. Pero quieren que esta labor no se quede en mero 'análisis', sino que tengan utilidad, por ejemplo en materia de igualdad. «La buena salud sexual no se da sólo a nivel médico o fisiológico, sino que consiste en tener una satisfacción sexual, que es esa otra parte de la salud», resume Ana Álvarez. Otro ejemplo son las escalas con adjetivos en las que trabajan, y que facilitarían la comunicación con los profesionales de la salud sexual. Un paso más de cara a dejar atrás ese sonrojo...

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