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El sastre y artesano Alfonso Carrillo Solier se ha convertido en uno de los vecinos más longevos de Nigüelas, municipio perteneciente a la comarca del Valle de Lecrin. En abril Alfonso cumplirá 91 años. Su padre, Nicolás, su madre Margarita y sus cuatro hermanos (tres hombres y dos mujeres) ya no se encuentran en este mundo. Alfonso al año y medio de nacer contrajo el sarampión y una enfermedad en los oídos que lo dejó con poca audición. A pesar de todo, ayudó a sus progenitores en el pastoreo de ovejas en la sierra de Nigüelas y en Motril en invierno porque su familia practicaba la trashumancia. Alfonso en Motril aprendió a leer, escribir y hacer cuentas con un maestro particular. Años después, cuando Alfonso marchó a Barcelona para realizar el servicio militar a los pocos meses lo licenciaron por su sordera. También en un accidente perdió un ojo.
Alfonso Carrillo no se amilanó pese a sus enfermedad y carencia y en Motril aprendió el oficio de sastre. Se hospedaba en la casa de una de sus hermanas. Cuando cumplió 21 años instaló una sastrería en Nigüelas dando trabajo a varias aprendizas y modistas. Una de estas mujeres, María Morales Casares, se convertió años después en su esposa y fruto de esa unión nacieron 2 hijos. En 1969 emigró a Alemania porque los trajes a medida y su oficio iban desapareciendo en aras de la modernidad con la apertura de nuevos comercios de confecciones y ropa en Granada capital y en otros lugares.
Alfonso pasó muchos apuros para poder conseguir el permiso de emigrante. En 1970 se casó y se llevó a su mujer a Alemania. Los dos trabajaron y ahorraron para poder prosperar. Alfonso trabajó antes, de soltero, en este país. En Alemania trabajó, entre otras cosas, en una fábrica de vehículos durante 15 años. Cuando volvieron a su terruño de Nigüelas, Alfonso, ya jubilado, se dedicó labrar un pedazo de tierra y a trenzar esparto para fabricar con sus manos capachas, queseras de pleita, cestas de San Juan, botelleros, bandejas, sopladores, bastones tallados, perchas y otros objetos. El esparto lo recogía en el mes de agosto en la sierra de Las Albuñuelas, en terreno rocoso y duro para que fuera más fuerte y duradero. Alfonso ¡manejó el esparto fino para forrar las garrafas y botellas con mucha destreza y precisión.
Alfonso hasta hace poco metía el esparto en agua durante 40 días antes de ser majado y trabajado. Este artesano también elaboraba sogas de 3 y 5 ramales, pleita de 7 hasta 25 ramales, y utensilios de hierro y madera. Además, se le ha dado muy bien los trabajos de albañilería. Alfonso reside en una espaciosa casa de la Calle Afortunado de Nigüelas, que dispone, entre otras cosas, de ascensor, un patio y un jardín provisto de una inmensa parra para ofrecerle fruto y sombra. Hasta hace poco tiempo el vino para el gastillo de la casa lo fabricaba artesanalmente Alfonso.
Durante muchos años casi todas las familias de Nigüelas se consagraron al esparto. Los hombres y las mujeres cuando los quehaceres se lo permitían, se sentaban en las calles, plazoletas o en sus casas para hilar cuerda con sus manos para luego venderla en madejas y poder ganar algún dinerillo extra. En la mirada de Alfonso se puede apreciar como antiguamente se trabajaba el esparto (planta de la familia de las gramíneas) y contemplar verdaderas obras de arte, cuidadas hasta el último detalle y fabricadas por él mismo.
Gracias a los ahorros de Alfonso y María, entre otras cosas, pudieron construir una segunda vivienda para dedicarla al turismo rural legalmente. María se sacó el carnet de conducir a los 44 años de edad. Una vecina de Nigüelas que residía en Madrid y ella fueron las primeras mujeres de Nigüelas que comenzaron a conducir un vehículo. Alfonso y María compraron el coche para paseaese y porque compraron un piso y un bajo en Granada capital con la intención de montar una tienda. Al final el bajo lo alquilaron antes de montar el comercio. Elvira López, familia de Alfonso, los atiende. Ella trabaja en ayuda a domicilio. También otra mujer se encarga para que en todo momento este matrimonio estén bien cuidado. Una de las primas de Alfonso, Josefina Solier, los visita a diario. No es la única. Por ejemplo, la estupenda concejala Marí Carmen Alarcón, un encanto de mujer, también se preocupa por Alfonso y María.
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