El pueblo granadino que rinde culto al 'Dios Baco'
En Alfornón cada día un grupo de vecinos visitan una de las bodegas familiares para, de una a dos de la tarde, degustar gratis los caldos caseros acompañados de tapas del terruño
Rafael Vílchez
Miércoles, 13 de julio 2022, 10:24
En el recóndito y pintoresco pueblo alpujarreño de Alfornón (anejo del municipio de Sorvilán) existe la costumbre de reunirse cada día un pequeño grupo de ... vecinos en una de las bodegas familiares para tomar unas copas acompañadas de tapas, de una a dos de la tarde. En este tranquilo pueblecito de la Sierra de la Contraviesa se rinde culto todos los días al 'Dios Baco' con modalidad, durante una hora, ni más ni menos. La bodeguilla anfitriona aporta caldo del terruño y viandas. Algunos vecinos llegan también con ensaladas de pimientos y tomates, pescado frito, jamón, salchichón, tortilla de patatas, etcétera. La gente se lo pasa muy bien. Cuando son las dos de la tarde cada uno se va a su casa para almorzar. La persona más mayor de las tertulias vinateras se llama Maximino Muñoz y tiene 90 años. Hace unos días en la bodeguilla familiar de Patricio Sánchez estuvieron dos vecinos de nombre Miguel, Fermín con su perrillo, Pablo, Ricardo y Maximino. Los fines de semana se junta más gente en estos lugares situados en planta baja.
Patricio Sánchez, de 72 años de edad, indicó que «cuando toca la tertulia vinatera en mi bodega mi mujer prepara las viandas. Yo he sido panadero en Alfornón durante 30 años. Antes trabajé en Barcelona de maître en un hotel. Yo aprendí a leer, escribir y hacer cuentas con el maestro Manuel Martín, que era de Almegíjar y se casó en mi pueblo. A corta edad comencé a trabajar en el campo. El servicio militar lo realicé en San Fernando. A los 27 años de edad me casé con Dolores Peña, y tuvimos dos niñas y un niño que nos han dado dos nietas y un nieto. María Rivas, tita de mi esposa que vivía con nosotros, murió a los 100 años de edad. En mi bodega familiar tengo vino de la variedad 'montúo' castellano y un poco de tinto para darle color. También tengo cepas de otras variedades. Aquí, en Alfornón existe la costumbre de ir a tomar el vino de los amigos. Unas veces a mi bodega y otras veces a la de otros vecinos. Nos juntamos seis o siete personas. Eso sí, los domingos se duplica el personal porque acuden a Alfornón hijos de este pueblo que residen en otros lugares. En mi pueblo residen de manera continuada cerca de medio centenar de personas. Hace años tuvo varios centenares de personas. Cuando yo iba a la escuela habría más de 300 habitantes. También, en cada casa había bestias para trabajar en la agricultura. Ahora existen dos y son de Fermín», terminó diciendo Patricio 'El Panadero'.
Maximino Muñoz Antequera se ha convertido a sus 90 años en el abuelo de Alfornón. Aunque pudo ir a la escuela como otros chiquillos, desde temprana edad comenzó a trabajar en el campo para ayudar a sus padres: Maximino y Matilde y a sus cinco hermanos. Su padre y su abuelo Patricio lo enseñaron a arar con una yunta de mulos cuando cumplió doce años. En aquellos tiempos la mayor parte de los vecinos de Alfornón poseían viñedos y bodegas familiares. Maximino trabajó sus viñedos con sumo cuidado para que a su familia le dieran buenas uvas y buen vino. Entre los meses de enero y febrero podaba viñas. Con una podadera eliminaba los sarmientos con menos vigor. También durante el invierno realizaba la siembra de algunos cultivos, entre otras tareas. Era costumbre sembrar ajos el día de Nochebuena y arrancarlos el día de San Juan. En febrero y marzo sembraban garbanzos.
Cuando Maximino era un mozalbete el oficio de arriero era muy frecuente y necesario porque en su terruño no existían medios de transporte ni carretera. Muchos vecinos de Alfornón se ganaban la vida dando portes de vino en pellejos con una recua de mulos. Algunos trasponían hasta el Marquesado del Zenete. Maximino también dio portes con el mulo de su abuelo llamado 'Hortelano'. Dolores, la abuela de Maximino era muy buena y ayudó a los más necesitados en tiempos difíciles. Maximino realizó el servicio militar en Granada capital, en Infantería. Recibió muchos permisos gracias a un militar que era de Alfornón. En Granada lo pasó muy bien, la comida la realizaba en la casa de su tía Pilar. Cuando se licenció volvió a trabajar en el campo arando, incluso por la noche, sembrando, trillando en las eras y cultivando viñedos También Maximino se dedicó a sacrificar marranos y a vender vino casero de su cosecha. En Logroño trabajó dos temporadas tan solo.
Maximino, a los 31 años de edad contrajo matrimonio con Matilde y tuvieron tres varones. Maximino iba a Torvizcón para que Paco Luque herrara a sus mulos. También, cuando había escasez de cebada en Alfornón trasponía al Marquesado a por grano con dos mulos. Cuando llegaban las fiestas de San Roque se acercaba la banda de música de Cádiar. El maestro venía montado en un mulo y los músicos andando. Los mayordomos de las fiestas repartían a los tocaores para que comieran y durmieran en casas particulares. En aquellos tiempos las calles eran de tierra. El agua potable la instalaron en las casas hace 47 años. De Caratáunas, Pitres, el Barranco de Poqueira, Trevélez, etcétera, venían mucha gente con caballerías a por vino. La noche la pasaban en la posada. Algunos vendedores de marranillos se acercaban todos los años a venderlos. Otros vecinos tenían marranas de cría.
Maximino hasta hace pocos años ha labrado un pedazo de tierra para criar hortalizas y productos naturales. Este hombre, que está perdiendo la memoria, trabajó también en la construcción de la carretera de Alfornón con un mulo acarreando arena de la rambla. En aquellos entonces si alguno enfermaba había que trasponer con un mulo a Sorvilán para traerse al médico. El cura también venía de Sorvilán. Alfornón ha tenido bares, panaderías, molinos, alambiques, tabernas, posada, escuelas, carpintero, tonelero, etcétera Ahora solo existe una tienda de comestibles. Eso sí, lo que se mantiene en activo son las tertulias cada día en cada bodega de Alfornón para rendirle culto al célebre caldo del terruño.
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