El peón caminero que lleva vigilando las carreteras de la Alpujarra de Granada desde los 17 años
Un vecino de Torvizcón, Francisco Puertas, igual que lo hiciera su abuelo y después su padre, ha trabajado durante 47 años en la conservación de la red de carreteras de la Alpujarra
Francisco Puertas Romera comenzó a trabajar en la conservación de carreteras de La Alpujarra en 1977, con tan solo 17 años. Fue uno de los ... peones camineros más jóvenes de la provincia de Granada. «En un principios me dedicaba a realizar mandados y a llevarle agua al equipo de Torvizcón, el pueblo que me vio nacer hace 65 años. El jefe de servicio en aquellos entonces era Manuel Prieto Moreno. En Torvizcón estaba de capataz Francisco Molina Martín. Él cubría la zona de Torvizcón, Cádiar y Albuñol. Estuve trabajando en el MOPU hasta que ingresé en el servicio militar, en la Marina, en Canarias. Y cuando me licencié realicé unos exámenes y entré de plantilla en La Alpujarra. Yo vengo de tradición en la carretera, mi padre Francisco, trabajó en ella y mi abuelo Francisco también. Durante la guerra civil española mi abuelo residió en la caseta de peones camineros que había en el cruce Cádiar», manifestó.
«Un servidor ha conocido a varios de mis jefes: José Mingorance, de Lanjarón; Antonio López, de Alfornón y después a Antonio Mingorance, de Lanjarón. Yo he trabajado de vigilante, con las máquinas y el camión en las obras y me he jubilado hace poco tiempo de encargado de conservación en la zona de La Alpujarra, dependiente de la Junta de Andalucía. Últimamente existe una empresa que se encarga del mantenimiento. Cuando yo empecé a trabajar llovía y nevaba mucho en La Alpujarra y trabajaba con mis compañeros a cualquier hora del día y de la noche. Hubo veces que nos quedamos metidos en el barro y si no nos ayudan otras gentes nos hubiésemos quedado allí. Otra vez hubo una gran tormenta y se cortó la carretera de Pampaneira durante bastante tiempo. Y hasta este lugar, de noche, se presentó el delegado de Obras Públicas, Pedro Julián Lara para conocer de primera mano lo que había sucedido. Yo me casé en 1983 con mi mujer que es de Trevélez. Nosotros tenemos dos hijas y dos nietas. Ahora, ya jubilado, me dedico a cuidar mi huerto y así en entretengo. También ando mucho para mantenerme en forma», ha indicado Puertas Romera.
Francisco Puertas conoce las carreteras de La Alpujarra como la palma de su mano. «Yo me crié en la caseta de peones camineros de Torvizcón. A este lugar me llevaron con tan ocho meses de edad. Conozco muy bien las carreteras de la zona y de Vélez de Benaudalla. En este lugar estuve viviendo hasta que cumplí diez años. Estudié primero en la escuela de mi pueblo y después en el instituto de Órgiva. Un tal Salvador, que era de Cástaras y tenía un taxi, cuando me veía andando para ir a la clase de Torvizcón paraba y me montaba en su coche. No era el único. Algunos camioneros de las Minas del Conjuro también me montaban en sus vehículos para que andara menos. Ahora, cuando yo estoy en mi finquilla de Torvizcón se me viene a la memoria cuando socorrimos cerca de la Ermita de los Morenos, de Cástaras, a un hombre de Yegen que era maestro de escuela y tuvo un accidente de tráfico a causa de la nieve. También recuerdo a Manuel Lizana, peón caminero de Órgiva, que utilizaba las plantas para curar; a Antonio Acosta que vivía en otra caseta. En otros tiempos hubo casillas de camineros en Lanjarón, Las Barreras, El Tablazo, La Parra, La Venta de las Tontas, El Haza del Lino, La de los Cristales, la del cruce de Albuñol con Albondón, la de la travesía de Albuñol, la del Molino Viento, la del Castaño, en Cádiar, en Mecina Bombarón, Yegen, Mecina Alfahar, Ugíjar, Cástaras, Vélez de Benaudalla, etcétera», terminó diciendo.
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El peón caminero fue en España el operario encargado de cuidar a pie, de camino o carretera del Estado, de cada legua, unidad de distancia equivalente a unos 5 kilómetros y medio. En este país esta figura fue creada en 1759 durante el reinado de Fernando VI. Las casillas para los camineros comenzaron a edificarse en España en el siglo XVIII con un doble objetivo: establecer de residencia en el trozo que tuviera asignado el peón caminero y facilitar el auxilio a los viajeros en caso necesario, teniendo en cuenta las enormes distancias que a veces existían entre poblaciones. En real decreto de 25 de junio de 1852 ordenó la construcción de casillas para alojamiento. Estas casillas, preferentemente, debían proyectarse para dos camineros (casillas dobles) y ser de construcción económica.
La disponibilidad de agua era fundamental a la hora de localizar la casilla. Cuando no se disponía de cauces de agua próximos se proyectaban pozos enéxos. El caminero disponía en la parte trasera de la casilla un patio donde podía tener un corral con animales. Tenía prohibidos los conejos y las palomas, pero permitidos los burros, gallinas y cerdos. Las casillas estaban señalizadas. Durante la Guerra Civil sufrieron muchos daños. En la década de 1960 se produjo la reorganización de los equipos de conservación uniendo a los trabajadores en brigadas y construyendo parques de maquinaria de zona.
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