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El juez Calatayud condena a un menor a limpiar un cementerio por una agresión en HalloweenTodo empezó con una lluvia de sangre y acabó en el cementerio. Parece el argumento de una película 'gore' -un subgénero cinematrográfico que se caracteriza por la abundancia de asesinatos truculentos-, pero ocurrió en realidad. Para completar el cuadro, el suceso tuvo lugar la pasada noche de Halloween, esto es el 31 de octubre de 2022. Una fecha pintiparada. Como manda la tradición importada de Estados Unidos, los protagonistas de esta historia, un chico y una chica menores de edad, vestían disfraces terroríficos. No consta que hubiera relación entre ellos. Coincidieron con sus respectivos grupos de amigos en el Camino de Ronda de la capital granadina.
Al parecer, la joven arrojó unas bolsas de 'hemoglobina' de pega sobre el muchacho y éste reaccionó violentamente. Era una broma propia de la velada pero él no lo entendió así y propinó un puñetazo en la boca a la adolescente, lo que le causó unas heridas superficiales en los labios.
El incidente llegó a Fiscalía de Menores de Granada, que, a diferencia de lo que sucede en la justicia de adultos, es la institución que asume la investigación de las infracciones penales que cometen las personas de entre 14 y 17 años.
El ministerio público determinó que los hechos podían constituir un presunto delito leve de lesiones. Y el caso llegó a juicio. El acusado, un muchacho con un comportamiento normal y buen estudiante, reconoció su culpa y no fue necesario celebrar la vista oral. Es decir, que se conformó con la petición fiscal, que reclamaba para él una prestación en beneficio de la comunidad: durante treinta horas debía trabajar para la sociedad y purgar así su 'pecado'.
Ya solo faltaba concretar el contenido de la medida. En este sentido, y teniendo en cuenta que la agresión se produjo en Halloween, el magistrado Emilio Calatayud, titular del Juzgado de Menores 1 de Granada, eligió un castigo singular: el adolescente se redimiría colaborando en las tareas de limpieza y mantenimiento del cementerio de su pueblo (el chico es vecino de un municipio de la provincia). El encausado cometió el crimen la noche de los sustos y las máscaras de muerto, así que la pena le iba como anillo al dedo. «Allí no te va a molestar nadie. Podrás meditar tranquilamente», dijo el jurista al chaval.
El procesado aceptó de buen grado la decisión del juez, que decía textualmente lo siguiente: «Debo resolver y resuelvo imponer al menor la medida de 30 horas de prestación en beneficio de la comunidad, debiendo realizar tareas de limpieza en el cementerio municipal».
La sentencia, que ya es firme, establece además que el joven tendrá que abonar («junto con sus padres») a la víctima una indemnización de 200 euros.
Antes de que las partes rubricasen los papeles derivados del pleito, Calatayud recordó al chico «la ley de la botella», que proclama que quien «la tira va a por ella... ¿Y tú a dónde tienes que ir a buscar la botella?», preguntó el togado.
«Al cementerio», respondió raudo el aludido.
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