De jubilados a estudiantes de la Universidad de Granada
Tres universitarios de más de sesenta años cuentan sus ganas de seguir aprendiendo y cómo es estudiar Edificación, Nutrición o Ciencias Políticas
Los años no importan para estudiar una carrera universitaria. Cualquier edad es buena para compartir las aulas de los campus universitarios con jóvenes y otros ... que no lo son tanto. En la Universidad de Granada (UGR) se sientan cada día universitarios que se han retirado del mercado laboral, pero no del mercado del conocimiento. Tres personas jubiladas cuentan cómo es estudiar con compañeros que tienen cuarenta años menos que ellos o, en algunos caso, cincuenta. Son Juan Contreras Sánchez, estudiante del grado en Nutrición; José Luis Tolón, que está terminando Edificación; y Alfonso Jiménez, que cursa Ciencias Políticas. En la UGR el curso pasado había unos 900 estudiantes de más de cuarenta años. Juan, y José Luis y José Alfonso son de los más mayores, pero no los que tienen más años.
Tan nervioso como un chaval de dieciocho años. Así estaba Juan Contreras Sánchez (Los Rosales, Sevilla, 1955) el miércoles, día 29 de septiembre, cuando llegó a su primera clase en la Universidad granadina. Está matriculado en cuatro asignaturas del grado en Nutrición Humana y Dietética. Llegó a las 15.30, media hora antes de que comenzara la clase de la asignatura Tecnología Culinaria. Ya había mirado el horario días antes, nada más matricularse, y comprobado que era en el aula VIII. La materia la imparte Esther Molina. Unos días antes había ido a la Facultad de Farmacia para ver dónde estaba la clase que le correspondía.
Primer día de clase
Juan llegó con su carpeta azul, se sentó y no quería molestar. Saludó a alguno de sus compañeros, chavales la mayoría de diecinueve años, que están cursando segundo de Nutrición. No pudo pasar desapercibido y no fue por su edad. La fotografía para este reportaje alteró a todos. Hubo incluso aplausos para Juan al terminar de hacerle las fotos. Antonio Jesús, sentado en la banqueta de delante, se presentó a su nuevo compañero. «Juan es un ejemplo», comentaba el joven. Al final de la clase, el recién incorporado explicaba a los demás por qué había decidido matricularse en la Universidad.
Juan estuvo tres años en el Aula Permanente de Formación Abierta de la Universidad, una escuela para mayores. Con 16 años se tuvo que poner a trabajar y no pudo estudiar por cuestiones económicas. Lo que nunca faltó en el hogar de Juan fueron los libros. «Mis hijas siempre han visto en casa libros y ha habido un ambiente de estudio y obligaciones», relata.
«Este primer día de clase estoy tan nervioso y con tantas ganas como si tuviera dieciocho años»
Juan Contreras
Estudiante de Nutrición
Esta no es su primera carrera. Cuando tenía veintisiete años ya estaba trabajando en Correos y tenía a su primogénita. Pese a ello, se matriculó en Derecho en la Universidad de Córdoba, por la que se licenció. «Lo sufrieron mi mujer y mi hija, pero al final nos licenciamos», cuenta en plural porque dice que fue posible gracias a su esposa. No ejerció salvo alguna actividad puntual como abogado.
Además, tampoco es ajeno a la Universidad granadina. Sus hijas cursaron Odontología y Economía en el mismo campus al que él va ahora.
Seguir activo tras la jubilación
Juan trabajó durante 44 años en Correos; la mayoría, treinta de ellos, en Granada. Se jubiló a los 62 años. Fue entonces cuando decidió que había que seguir ocupado. En el Aula de Mayores descubrió, con alguna asignatura, que le gustaba lo relacionado con la Nutrición y eligió esta carrera. En vez de acomodarse, ha cogido los folios y el bolígrafo para sentarse en las aulas del campus de Cartuja entre chavales que toman apuntes con ordenadores y llegan cargados con los patinetes que dejan aparcadas en los rincones de las aulas.
La Universidad que recuerda de sus tiempos de matriculado en Derecho, que tardó varios años más de lo habitual en terminar porque lo compaginaba con su puesto laboral, no es la de ahora, reconoce, pero las ganas de adquirir conocimientos y estar activo pueden derrumbar todas las barreras. A su primer día de instrucción acudió con mascarilla y nervios, que espera que vayan desapareciendo para disfrutar del aprender por gusto, por puro placer.
Algunos de estos mayores han hecho los viajes de estudios junto a compañeros a los que sacan cuatro décadas
Sus sensaciones después de las primeras clases eran de felicidad por el acogimiento y, además, «no solo por el momento inicial, sino por la oferta de ayuda de mis compañeros , facilitándome el nombre de plataformas informáticas y cómo acceder a ellas, porque ahí el profesorado nos traslada aspectos sobre su materia; en definitiva, estoy ilusionado».
Estudiar tras 48 años de trabajo
José Luis Tolón (Granada, 1951) es un veterano. Nació en la carretera de la Sierra y a los 16 años tuvo que comenzar a trabajar. Tras 48 años trabajando como delineante, un año antes de jubilarse se matriculó en el grado en Edificación en la institución universitaria granadina. Le quedan solo dos asignaturas para terminar la carrera, unas matemáticas que reconoce «odiar».
Lo suyo es el dibujo. Además, con lápiz de punta negra, porque el color no le gusta mucho. A eso ha dedicado toda su vida profesional; ocho años en Astilleros en Cádiz y el resto en Granada, con los arquitectos José Antonio Llopis, Francisco Álvarez y Carlos Sánchez. Ha participado en muchos proyectos en la ciudad, como la rehabilitación y restauración de iglesias hasta el año 2000, edificios públicos como el de deportes de la UGR en los paseíllos universitarios o la conversión del antiguo inmueble del campus de Aynadamar de un hospital psiquiátrico a una Facultad de Bellas Artes.
«Soy feliz y he tenido suerte porque me he ganado la vida con lo que me gusta, que es dibujar», resume este granadino, que ha estado integrado en la vida de la Escuela de Edificación desde el primer curso. Ha participado en comisiones, en la junta de centro o la delegación de estudiantes, entre otros organismos. Junto a otros compañeros participó en la construcción del monolito del 50 aniversario de la escuela.
«He trabajado 48 años como delineante y un año antes de jubilarme me matriculé en Edificación. Mi obsesión es saber»
José Luis Tolón
Estudiante de Edificación
El año que trabajó y estudió a la vez terminaba a las 15.00 horas y media hora después ya estaba en clase. «Comía por la noche», sonríe. Tras jubilarse ha compaginado sus clases por la mañana con las tardes para la familia. Estudia por la noche porque «solo duermo unas tres horas o tres horas y media».
Aunque llegó a la Universidad a los 64 años, a José Luis siempre le ha gustado aprender. «Mi obsesión es saber», confiesa. Cuando termine Edificación está pensando en matricularse en Arqueología o Historia del Arte. Bromea mientras comenta que tendrá que comprarse una moto para ir al campus de Cartuja.
José Luis no ha pasado por la Escuela de Edificación de puntillas, ha participado en todo. Para la foto de este reportaje posa con un grupo que está en una asignatura de Derecho, que José Luis ya aprobó. No quiere pensar en el día que termine y se tenga que ir porque considera a esta su «segunda casa». De sus compañeros jóvenes asegura que lo ha aprendido todo. Rechaza que se les estigmatice con que no trabajan, juergas y demás. «Son muy profesionales, me gustan su filosofía de vida y sus valores», argumenta. Y la diferencia de edad no es ningún problema. «Lo mejor cuando uno se jubila, o aunque esté trabajando, si puede, es ponerse a estudiar», sostiene con convicción. Habla con un entusiasmo que contagia y ríe cuando le dicen que no aparenta los años que tiene. Él no piensa jubilarse de aprender mientras su cabeza y cuerpo le dejen.
A por la tercera carrera
José Alfonso Jiménez (Las Gabias, 1961) está a punto de terminar su tercera carrera. Está en cuarto de Ciencias Políticas y de la Administración. Ese dato es suficiente para comprobar que le encanta aprender, pero si hay alguna duda pronuncia una frase muy descriptiva que dice a sus amigos: «A vosotros os gusta jugar al dominó, a mí me gusta estudiar». Seguramente el próximo año haga algunas materias para graduarse con una mención de especialización.
En clase disfruta aprendiendo. El jueves por la mañana atendía a las explicaciones del profesor Rafael Vázquez sobre los sistemas jurídicos y políticos de la Unión Europea. Lo hacía en la primera fila y con ordenador. Alfonso tiene una discapacidad auditiva por la que consiguió en 1990 una incapacidad permanente que le llevó a la sordera total en 2010 y a una operación por parte de los doctores Olóriz dos años más tarde. «La recuperación del sonido le ha dado a mi vida nuevos bríos y oportunidades. Le estoy eternamente agradecido a la ciencia, a la sociedad y a la Seguridad Social por haberme protegido en la desgracia. Gracias a ello he podido seguir formándome y conectado a mi entorno», destaca.
En septiembre de 2021 Alfonso toma apuntes en su ordenador, ayudado por un dispositivo porque con la mascarilla le es más difícil escuchar a los docentes. Le gusta ir a aulas, seminarios, conferencias y todas las actividades que le puedan aportar conocimiento. Eso lo hace ahora y también lo hacía en Derecho , que se sacó en el período 1990-1995. Ejerció como abogado de 1996 a 2008. También cursó el grado en Relaciones Laborales (2014-2018). Tras ello siguió cerca de los libros y aprovechó para sacarse el B1 de Inglés. Coincidió con el último año de carrera de su segundo hijo, quien cursa Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. «Él estudiaba en Caminos y yo en Relaciones Laborales», explica.
«A mis amigos les gusta jugar al dominó; a mí me gusta estudiar»
José Alfonso Jiménez
Estudiante de Ciencias Políticas
José Alfonso recuerda algunos nombres propios de sus anteriores estudios, entre los que también se cuenta un máster. Señala «buenos docentes» como Fermín Camacho, Diego Liñán o Gregorio Cámara en Derecho; en Relaciones Laborales menciona el «buen hacer» de José María Viñas. Y, por supuesto, se acuerda de los jóvenes con los que compartió horas y horas de docencia. Llegó a viajar con sus compañeros de la promoción de Relaciones Laborales al Caribe. Los cuarenta años de diferencia con la mayoría de ellos no fueron en ningún momento un hándicap.
Alfonso es muy participativo en las clases. Entró a Derecho porque había conseguido aprobar la selectividad antes de ir al Ejército. Ahora no descarta hacer un doctorado. Llama la atención cuando dice que es un niño de la EGB, del primer curso. Las clases de ahora, ordenador incluido, nada tienen que ver con aquellos años, afirma.
«Repensarlo todo»
Por cierto, las técnicas de estudio de Alfonso son «muy simples». Las relata: «Prestar atención en clase, repensarlo todo, ser disciplinado cuanto toca estudiar –no he perdido ni una hora de la noche en estudiar en ninguna de las tres carreras–, preparar y presentar todos los trabajos y prácticas con puntualidad y estar muy interesado en el mundo que me rodea. Ser participativo en los debates sin miedo a equivocarse, que para eso se es alumno y en fin, ser siempre positivo y optimista, que ya es mucho en el mundo en el que vivimos».
Juan, José Luis y José Alfonso animan a quienes quieran estudiar a no quedarse delante de la tele. En las aulas universitarias podrán encontrar otras vidas.
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