San Juan de Dios recauda fondos ante el aumento de las 'colas del hambre'
La pandemia ha provocado un incremento de las peticiones de ayuda. El nuevo perfil es el de una persona 'con techo' pero que no tiene dinero para comer
Última hora de la mañana en la calle SanJuan de Dios y la cola del hambre empieza a alargarse. Más de un centenar de personas ... pasará por el comedor, no para sentarse a la mesa, sino para recoger una bolsa de almuerzo. No todos son personas sin hogar. La pandemia, con su correspondiente crisis económica, ha dado un vuelco al perfil de quienes solicitan ayuda para alimentarse: ahora acuden, a este y otros colectivos solidarios, granadinos que tienen un techo bajo el que cobijarse aunque lleven meses sin pagarlo, pero no tienen dinero para lo más básico, llevarse algo a la boca cada mediodía. Crece la cola del hambre y la orden se mueve a través de las redes sociales para pedir donaciones.
El programa de garantía alimentaria de San Juan de Dios ofrece un menú 'para llevar' en envases individuales, para garantizar las medidas de seguridad de los usuarios y los voluntarios. En 2020 aumentó un 30% el número de comidas servidas, a 4.213 personas. Junto a las entregas de alimentos y las bandejas para acompañantes de pacientes ingresados que no tienen recursos económicos, esto supuso un gasto de 377.709 euros para atender a 6.164 granadinos.
Esto solo en cuanto a alimentación. Por otro lado, hay 1.357 beneficiados de las ayudas para medicación, el servicio de duchas, pobreza energética y pagos para gafas, audífonos o material de ortopedia. Son un 43% más que en el año anterior. Y hay 130 menores que requieren material sanitario, escolar o becas de comedor;un 66% más.
Un abrazo
De ahí la campaña 'Tu solidaridad abraza' –a través de www.sjdgranada.es– para colaborar o recaudar fondos entre familia y amigos. El abrazo llega a todas esas personas que hacen cola junto al hospital.
Les atienden 120 voluntarios que se distribuyen entre varios días. Durante la pandemia se ha hecho necesario reducir el número de colaboradores trabajando a la vez, y muchos mayores se han retirado por seguridad. La buena noticia, al margen de la generosa acogida de la campaña de donaciones, es que se ha incrementado también el número de personas dispuestas a ayudar cada día en el colegio, el hogar o el comedor. En él, las bolsas de comida se amontonan mientras los voluntarios se mueven de un lado para otro en los minutos previos al inicio de la entrega de los paquetes de comida, que tiene lugar al aire libre, en una mesa en la que apuntan todos los datos antes de entregar el paquete de alimentos.
«Vivo en una casa de alquiler y sin pagar. Me voy a ver en la calle»
Fran Rueda tiene 34 años y vino a Granada «para sacar el culo de Málaga». Una decisión que tomó en enero de 2019, obligado por su situación personal. «Pido comida porque no tengo otra forma de conseguir alimentos. Así de sencillo. No tengo trabajo». Hay grandes perjudicados por la pandemia, como lasfamilias enteras que han perdido el sustento económico, pero también personas que indirectamente sufren la crisis laboral.Como Fran, que en medio de la debacle se ve sin nómina y a punto de perder su hogar:«Ahora mismo vivo en una casa de alquiler, pero llevo sin pagar desde julio. Estoy esperando a verme en la calle».
Cuenta su historia en la 'cola del hambre' de San Juan de Dios. Como cientos de granadinos, solicitó el ingreso mínimo vital anunciado por elGobierno, pero aún no ha tenido noticias:ni se lo confirman ni se lo deniegan.Nada. «Es como el que tira un papel a la calle». En los servicios sociales le echaron una mano para solicitar una ayuda autonómica, en otoño, y tampoco ha recibido contestación. «Estoy harto de buscar trabajo por todos lados, he perdido hasta la voluntad de encontrar trabajo. Me dicen 'no desfallezcas'. Es muy fácil. Pero esto es como salir como si tienes una pierna rota y quieres salir a correr».
Su vida va de crisis en crisis tras el fallecimiento de su madre, que sostenía a la familia. «Es una tragedia griega», cuenta con naturalidad.
Lo mismo sucede con la de CarmenGarcía, cara conocida a las puertas del comedor. Es asturiana, deAvilés, llegó a Granada hace ocho años por trabajo y aquí sigue, en su vivienda del barrio del Realejo. Le han retirado la custodia de su hija, cuenta de carrerilla. «Llevo nueve meses sin verla, se la llevaron sin motivo justificado», lamenta. Dice que fue víctima de violencia de género. Y, junto a su actual pareja, acude cada mediodía a San Juan de Dios para recoger su paquete de comida. Mientras cuenta su historia se deshace en elogios hacia las voluntarias. Si no fuera por ellas, dice, no podría alimentarse cada día.
Cualquier persona que lo necesite puede acudir a pedir ayuda sin el 'carnet' del Ayuntamiento durante los primeros días, mientras queda reconocido sobre el papel como demandante de servicios sociales. Además, San Juan de Dios siempre dispone de un banco de alimentos, por ejemplo, para madres que se presentan de noche pidiendo algo de comer para sus pequeños.
Junto al 'menú' de mediodía, las voluntarias suelen incluir algo de fruta, verdura o alimentos no perecederos. Parte procede del Banco de Alimentos y otra de las recaudaciones de comida y dinero en la propia orden. De ello se nutren quienes acuden a las puertas de San Juan de Dios como primer recurso, o derivados por el área de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Granada.
Familias y jóvenes
Hasta la entrada del comedor han empezado a llegar en el último año familias que han perdido el trabajo y viven en viviendas de alquiler que no pueden pagar, jóvenes que encadenaban pequeños contratos y se han visto de la noche a la mañana sin ingresos, padres y madres con niños que hasta marzo de 2020 nunca habían tenido que acudir a un servicio social.
Inés Riera, responsable del área de DesarrolloSolidario de la orden en Granada, destaca que «no todo en 2020 han sido datos negativos. La solidaridad ha crecido enormemente en este tiempo de dificultad». La sociedad, añade, ha demostrado que «está dispuesta a tenderle la mano al que lo necesita, ya sea con una aportación económica o unas palabras de aliento». Considera que se trata de un «momento crucial» para ofrecer hospitalidad, estando «al pie del cañón» cuando más falta hace. Como ahora, cuando las colas del hambre, un año después del inicio de la crisis, siguen creciendo.
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