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De Graná
La postal de resurrección de Quique y TeresitaFui a sacar la basura, tan resucitado como el que más. Los contenedores están detrás del edificio, en una de esas calles que pasan desapercibidas ... hasta para los gatos. Los cubos parecen las rocas del rompeolas de una isla pirata, la orilla donde van a parar tesoros que olvidaron su nombre. Peluches y cocinas de juguete, lienzos desheredados, toneladas de libros y apuntes del colegio… Cosas a las que da pena llamar basura. Suelo imaginar a sus dueños, aceptando la muerte del objeto y afrontando el duelo: «¿Por qué seguimos guardando esto? Hay que tirarlo, dejar espacio para lo nuevo: resucitar». A mí no me gusta tirar nada, aunque a veces lo tenga que hacer. Prefiero saber que en una vieja carpeta negra siguen los bocetos que archivé hace veinte años, o que en el segundo cajón de la cómoda están los dibujos que me regalaron los niños, cerca de los dientes que me encargó guardar el Ratoncito Pérez.
Al llegar a los contenedores me encontré por el suelo un puñado de postales y cartas escritas a mano. Y sigo sin entender. Qué puede haber más valioso que aquello que alguien que te quería te escribió una vez desde la otra punta del mundo, sentado en los escalones de una catedral ajena, intentando trasladarte que se acuerda de ti sin necesidad de un selfie, una videollamada o una mención en Instagram. Nunca un email, un whatsapp o cualquier otro mensaje digital podrá equipararse al cariño, la trascendencia y el tiempo que esconden las balas disparadas por un buzón. Ningún papel manuscrito me es ajeno porque, como los linces, son todos preciosos y en peligro de extinción.
Me agacho y leo. «Queridos todos. Hace mucho tiempo os dije que Luarca es lo más bonito, entonces pocas cosas había visto de España, hoy con más razón mantengo esta afirmación y puede esta postal ayudaros a comprenderme». La fotografía es ciertamente hermosa, con matasellos de 1964. «Teresita también me dio la razón y hemos ampliado a un día más nuestra estancia en esta Villa. Seguimos maravillosamente bien y con ganas de saber de vosotros. Os quiere, Quique». A su lado escribe también Teresita, pero como no hay manera de entender su letra, apenas unas palabras sueltas, me voy a otra postal de una piedad en la que Quique escribe así: «Toma tu cruz y síguela aún en las tinieblas, tratando de llegar al fin por medio de los sacrificios y de aguantar a los demás... como a tu hermanita». Quique me saca una sonrisa y entonces me doy cuenta de que, probablemente, nadie quiera o necesite recordar ya a Quique, a Teresita y a todos los demás que se esparcen entre los cubos de basura.
Vuelvo a casa tarareando lo del 20 de abril del 90, hola chata cómo estás. Y constato que ya no queda casi nadie de los de antes y los que hay han cambiado, han cambiado. Ojalá, pienso, hasta resucitado.
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