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Jueves, 5 de julio 2018, 13:37
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Como buen escritor y compositor, Francisco ama la música y la literatura. El enorme piano que presidía su casa y la biblioteca llena de antiguos volúmenes eran testigos directos de ello. Pero ahora, ya no le queda nada de eso. Ni vivienda, ni libros, ni, mucho menos, su preciado instrumento. Ahora son solo él, su pareja Ángeles y las pocas cosas que ha conseguido guardar en el coche en el que duerme desde hace años.
Todo comenzó en 2005 cuando, tras abandonar la casa familiar de la que su hermano le echó al morir sus padres, compró una casa para trasladarse. Los primeros años todo fue bien, su trabajo de auxiliar en la Facultad de Bellas Artes le permitía pagar todo. Pero la cosa empeoró. Cada vez le contrataban para menos horas, con lo que su salario no paraba de menguar. No le quedaba otra que dejar de pagar. Y ahí fue cuando llegó el embargo. «Lo recuerdo como si fuera ayer, no solo por lo que me marcó el verme sin tener adónde ir y guardar mis pertenencias, sino que encima coincidió con el día de mi cumpleaños», relata.
Su primera vivienda 'alternativa' fue una furgoneta Renault que aparcaba frente al edificio de la Diputación de Granada y que le sirvió de trastero y dormitorio en sus épocas bajas. Tras quitarle el vehículo la grúa por estar estacionada sin permiso en el lugar, volvió a repetir la misma sensación: «Me sentí vacío, no me quedaba nada, era como volver a empezar de cero pero si tener nada. Ahí tuve que volver a desprenderme de unos bienes que para el resto serán basura, pero para mí son mi vida», comenta.
Tras perder la furgoneta, se agenció por 200 euros el coche en el que duerme actualmente y que, por el paso de los años y la falta de dinero para mantenerlo, ya no funciona. «Incluso ha llegado a vender el motor para sacarse algo de dinero», afirma el camarero de uno de los bares de la calle en la que lleva viviendo los últimos cuatro años. Ángeles, su pareja, está en todo momento a su lado. Es su apoyo y su consuelo. Solo se separan cuando cae la noche y él se dispone a dormir a su coche mientras ella se resguarda en la casa de su familia.
Francisco tiene familiares y conocidos en Granada, pero está solo. «Nadie me ayuda. Todo el mundo da la imagen de generosos pero, a la hora de la verdad, cuando tienes necesidad es como si desaparecieras», explica. Su residencia actual es Granada, pero no fue lugar de origen. Vivió su niñez en Marruecos y pasó unos años en Francia, pero acabó mudándose a la provincia nazarí para cuidar de sus padres, que residían aquí. «Dejé mi trabajo y todo por venir a cuidarlos y me arrepiento por todo lo que he pasado. Hay decisiones que marcan la vida», indica.
En el vehículo que él mismo ha customizado lo tiene todo: sus libros, sus papeles importantes, ropa, comida, de todo. Por tener, tiene hasta una pequeña cocina y una bombona de butano con la que se cocina en la calle en la que también ha dispuesto un banco, una mesa y algunas flores que crear su pequeña terraza.
En el barrio, es uno más. Solo con preguntar por él, todos reconocen a Francisco. «Nunca hemos tenido problemas con él. Es un hombre tranquilo que o duerme en su coche o pasa el día sentado en su banco sin molestar a nadie», comenta el camarero. Pero no todos los vecinos parecen pensar lo mismo de la presencia de este hombre pues, según relata Francisco, la posibilidad de que alguno de ellos haya llamado a la Policía Local provocó que debía abandonar la calle por no tener el seguro del coche y tener sus pertenencias en la vía pública. «Me siento como si me hubieran rematado porque ya sí que no tengo adónde ir. No tengo dinero para irme a ningún otro sitio ni posibilidad de mover al coche y no puedo desprenderme de nada más. Yo también estoy harto de esto, soy el primero que quiere encontrar algo pero necesito que me dejen un tiempo para encontrarlo», asegura.
Por su parte, desde la Policía Local de Granada afirman que a ellos oficialmente no les consta ninguna instrucción que se haya realizado para que este hombre abandone el lugar. Según indican, el acampar en la vía pública está prohibido, pero ellos por el momento no han realizado ninguna acción para expulsarlo del lugar. La posible respuesta a esta incógnita podría ser, tal y como indican, que alguna patrulla, por su propia iniciativa, le haya comentado esa posibilidad para que quitara sus pertenencias de la vía pública.
Hasta que se resuelva esta cuestión, Francisco seguirá viviendo en su coche. Desea encontrar algo mejor y pronto, pero hasta entonces, todo lo que le queda es lo que cabe en su vivienda de cuatro ruedas.
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