Al hilo de un sentimiento de amistad
Aunque en su familia no había periodistas, desde niño y desde su casa de calle Reyes Católicos hacía periódicos que repartía entre sus familiares y amigos
JOSÉ MORENO DÁVILA
Martes, 19 de febrero 2019, 00:34
Al principio me dije que no iba a escribir nada sobre Melchor, al menos hasta que pasara un poco de tiempo. Es muy difícil escribir ... en caliente, reciente el fallecimiento, sobre alguien que ha sido parte de mi vida durante muchos años y en distintas circunstancias y épocas. Y aun ahora no sé si escribo lo que debería escribir. Conocí a Melchor en el instituto Padre Suárez, donde ya se coció una amistad que tantos años duraría. Aunque él estudio letras, Historia, y yo Derecho, nos seguimos viendo porque yo frecuentaba aquella Facultad del edificio de la columnas y porque incluso nos reuníamos a estudiar juntos, aunque fuera acerca de materias diferentes. Y cuando estudiábamos juntos por la noche desayunábamos por la mañana tortilla de patatas en nuestra casa del Albaicín.
Él ya era periodista, si no de título, si de vocación. Aunque en su familia no había periodistas, desde niño y desde su casa de calle Reyes Católicos hacía periódicos que repartía entre sus familiares y amigos. Y en cuanto tuvo pantalones largos –y no sé si antes– colaboraba con el diario Patria y con revistas juveniles.
En nuestra época universitaria colaboré con él en las diversas Jornadas Universitarias de Periodismo y en sus muy diversas actividades periodísticas que compartía con sus estudios de historia, a la que se aficionó y fue luego un erudito para siempre.
Cuando vino a Granada, muy joven, a dirigir IDEAL, fui por iniciativa suya asesor jurídico de la redacción del periódico y juntos tratamos con el máximo esfuerzo de decir todo por posible sin incurrir en los rigores de la Ley Fraga. También colaboré con él en la sección de opinión, seleccionando material para la publicación y hasta colaborando directamente con algunos textos.
Nuestra amistad con su familia nunca cesó y el tiempo quiso que bastantes años después, y no sin su intervención que nunca me confesó, llegara a convertirme en consejero delegado de la editorial de IDEAL. Siempre respeté su trabajo y autonomía como director del periódico y siempre respetó mi trabajo como responsable de la empresa, no siempre contento con mis decisiones, pero siempre en defensa de una mejor y mayor información, según su autorizado criterio.
Su huella es imborrable y no sólo por los muchos años en que dirigió la publicación, sino porque era un periodista vocacional, de raza. Su vida era la información.
Pero no sólo era periodista. Fue un hombre culto, infatigable lector y un conocedor extraordinario de la Historia, así, con mayúscula.
Pero hoy lo que más cuenta para mí es su honradez, su sinceridad, su amistad de tantos años, que hace que no sepa como describirla en estas líneas.
Cuando uno junta años y no pocos, aquello que ha sido parte de una vida, de mi vida, es algo que se ahoga entre las torpes y rápidas líneas que describen tan antigua y gran amistad.
Que en paz descanse, Melchor.
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