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Los trescientos valientes de La Peza
Unas 3.000 personas se congregan en el municipio para presenciar la espectacular recreación de la batalla contra los franceses
Aunque los primeros cañonazos no se escucharon hasta el ocaso, la batalla campal contra las tropas del general Godinot se fraguó durante todo el día. ... Desde que, a eso de las diez de la mañana, las preocupadas madres de La Peza distraían a los críos con juegos y canciones en la iglesia de Nuestra Señora de la Anunciación mientras, fuera, el pueblo se preparaba para el combate final. Un combate a vida o muerte.
Podría ser el arranque de una crónica bélica. Y realmente lo es. Porque la impresionante Recreación del Alcalde Carbonero, basada en la novela corta de Pedro Antonio de Alarcón, reproduce con todo lujo de detalles cómo fue aquella jornada en la que los valientes ciudadanos de La Peza, encabezados por su regidor Manuel Atienza, repelieron el ataque de las tropas francesas el 15 de febrero de 1810. Todo gracias a un cañón de encina que estalló en mil pedazos.
En aquella gesta, según Pedro Antonio, participaron doscientos lapeceños. Ayer lo hicieron trescientos. Porque pocas fiestas cuentan con una implicación del pueblo como esta: trescientos hombres y mujeres trajeados de época. Unas tres mil personas, venidas de toda la provincia, asistieron a un evento que cumplía quince años –la primera edición fue en 2010–, que empezó de buena mañana con la diana floreada y que terminó de buena noche con el entrañable regreso del viejo y el niño con el ayuntamiento ardiendo.
Las actividades, promovidas por el Ayuntamiento con el apoyo de la Diputación, se desarrollaron entre las 9.30 horas y pasadas las 22.00. Tras el toque de despertar y el prólogo 'Preparando la batalla' en la parroquia, se leyó el romance del Alcalde Carbonero y se celebró el pasacalles que simbolizaba la huida de las familias hasta la montaña de La Peza para refugiarse en la Cueva Negra del acoso de los galos. De forma paralela, todo el gentío que se desplazó hasta La Peza pudo disfrutar del mercadillo de productos locales en la Plaza de España y dos exposiciones, las dos instaladas en el Pasadizo. Una de fotografías, carteles y títeres que confeccionaron los alumnos del colegio Cristóbal de Arce cuando en 2020 no se pudo organizar el Carbonero Alcalde debido a la pandemia. Y otra de atos tradicionales.
Y es que la indumentaria es básica para lograr la mayor verosimilitud. Ellos, con pantalón oscuro de pana, largo o entrecortado por debajo de las rodillas, zapatillas de esparto o botas, fajín de tela en la cintura y camisa sin estampados. Ellas, con sandalias o esparteñas, enaguas, falda de vuelo, delantal y corpiño. Como vestía el pueblo llano en aquellos tiempos convulsos de la Guerra de la Independencia. Las fachadas de las casas, con banderas negras.
La gran representación, dividida en cuatro actos, comenzó a las siete y media de la tarde en la plaza de España, donde quinientos espectadores llenaban el graderío –el mismo que se utiliza para los toros–. La narradora Carmen Vílchez se encargó de poner en contexto al respetable, mientras que algunos de los personajes dialogaban. El cazador, el herrero, el pastor, los leñadores... todos hablaban sobre lo que estaba por venir. En ese momento el público ya estaba perfectamente situado en el espacio, el tiempo y la acción.
Muchedumbre enardecida
Desde ahí la muchedumbre, enardecida, se dirigió hasta la zona de las refriegas comandada por el Carbonero Alcalde. Previamente, parada ante el templo para rezar y recibir las bendiciones del cura, acompañado por viudas tocadas con velo y mantilla. Y desde ahí, por las serpenteantes calles del casco urbano de La Peza, hasta la confluencia de las calles Lepanto y Espique, donde días atrás los madereros de La Peza trasladaron el enorme cañón, de unos quinientos kilos, que se encuentra durante todo el año en la Huerta del Pañero apuntando hacia el Puente Tablas, por donde vino el asedio.
Fue la parte más visual y más estruendosa. A un lado, las columnas napoleónicas, encarnadas por la Asociación de Recreadores de la Batalla de Bailén, accionando su artillería. Al otro, los trabuqueros, llegados para la ocasión desde Güéjar Sierra, disparando sus bocardas. Este año la Subdelegación permitió tres kilos de pólvora. Nada que ver con 2010, cuando las explosiones fueron tan fuertes que rompieron un centenar de ventanas en La Peza –la recomendación este año era abrirlas y y bajar las persianas–. Después las refriegas cuerpo a cuerpo y el estallido del coloso de madera que acabó con todos. Y por último, como colofón, las escaramuzas en la plaza de España con Manuel Atienza amenazando a Godinot con su espada y este reaccionando con sus huestes y sus fusiles. Y como no todo iba a ser tensión, una buena verbena popular en las Escuelas Viejas. El 15 de febrero de 1810 fue un día glorioso para La Peza. El 23 de agosto de 2025 lo ha sido nuevamente. 215 años después y el mismo escenario.
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