La familia de Guadix encargada de proteger el Furruñique
Mari Carmen y su padre han custodiado la figura durante casi 70 años y procesionan con ella cada Jueves Santo
La historia de vida de Mari Carmen y su familia no se entiende sin la presencia del Furruñique, una pequeña imagen de la Hermandad del ... Nazareno a quien conocen todos en Guadix, pero a quien solo unos afortunados han podido custodiar en sus casas o procesionar con él en brazos cada Jueves Santo.
Esta suerte es la que hace que, a sus 71 años, la mujer se emocione al mismo tiempo que le invade la alegría de pensar en lo que aporta la presencia de la figura en su vida. «Significa todo para nosotros», declara. Pero esta importancia y cercanía no la vive solo ella. También sus hijos y marido, al igual que lo hicieron sus padres. Ellos se encargaron de transmitirle esta fe y devoción y eso fue lo que hizo ella también con sus descendientes. Esta vinculación familiar le llevó a ser la encargada de custodiar la imagen durante años. La figura pertenece a la hermandad del Nazareno desde su fundación y fue encargada por la propia cofradía para como bandeja de limosnas.
La cercanía a la imagen va de la mano a la unión con la hermandad. Su padre decidió seguir con la tradición de unirse a la cofradía y, posteriormente, lo hicieron sus hijos y nietos. El progenitor comenzó a cuidar el Furruñique en su propia casa en los años 60 del siglo pasado junto a Francisco Hidalgo, otro hermano de la cofradía, tras aprobarse por votación entre los miembros de la propia hermandad que así se determinaría el cuidado hasta que hubiese en la iglesia de Santiago un espacio para la misma. Acordaron que cada Jueves Santo uno le entregaría la imagen al otro y que compartirían así el custodio de la figura para protegerla hasta que se edificase una capilla oficial. Tras fallecer ambos, cogieron el testigo Mari Carmen y Rosalía, sus respectivas hijas. Continuaron la tradición durante casi dos décadas, hasta que en 2017 se terminó de edificar el espacio donde actualmente la figura reside y se protege correctamente.
Entrega
Mari Carmen aún recuerda cómo cada mañana se posaba frente a la imagen en el salón de sus padres, donde descansaba el Furruñique. Solo era una niña, pero no había día que faltase a su cita. Heredó y vio esta entrega de su madre. Décadas después, eligió la cómoda de su habitación como lugar adecuado para la figura. Sus hijos repitieron esa misma rutina. «Lo primero que hacían al levantarse era ir a verlo», cuenta. Esta afirmación aún hace que se le ilumine el rostro y que le invada el orgullo. Y hasta que se le escape alguna lágrima.
Preparación
Estas dos familias siguen siendo a día de hoy las encargadas de pedir limosna con la imagen cada Jueves Santo. Pero a ese momento, le precede una preparación cargada de nerviosismo. El día de antes, visten la figura con su atuendo tradicional. Cambian la túnica con la que se cubre todo el año por una nueva capa que el propio Ramón Torrecillas encargó a las monjas de Huéscar en los años 60, que aún guardan los hermanos del nazareno y con la que procesiona la imagen. Los fieles acuden expresamente a entregar sus limosnas a él. «Ves a la gente buscar entre las filas la figura. Quieren dar, expresamente, su aportación al Furruñique», detalla Mari Carmen.
La despedida y entrega de la imagen a su capilla fue para sus protagonistas un momento más que especial. Le invadieron sentimientos contrarios: el deber de dejar que el Furruñique estuviese en el lugar que le correspondía y el deseo de querer seguir cuidando de la imagen.
Una luz ocupa el lugar donde el Furruñique permaneció durante años en su casa. El espacio tradicional de la figura en su hogar lo ocupa ahora una representación del Nazareno y una vela con la que la mujer recuerda la imagen y que llena siempre de luz su hogar. «Lo tenemos siempre presente», sentencia.
El destello permanece día y noche en su casa. El recuerdo del Furruñique, como Mari Carmen destaca, «los guía siempre en la oscuridad».
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