«Granada tiene mucho que enseñar al mundo de lo que es la convivencia»
Encargado de apaciguar el conflicto colombiano, el sacerdote jesuita llega a la ciudad para hablar de paz y contar que, en un mundo en guerra, hay que sensibilizarse y actuar
Francisco de Roux tiene 82 años y el dolor grabado en su memoria. Aún así sigue teniendo esperanza en la existencia de esa paz global, ... que se puede construir con más naturaleza y menos TikTok. De Roux es una pieza clave en la historia de Colombia –presidente de la Comisión de la Verdad– y está estos días en Granada para participar en un foro internacional sobre eso, la paz. En su país lideró, con su escucha, el proceso para apaciguar el conflicto armado. Este jesuita y filósofo no dice nada hueco y anima a la ciudad granadina, con su Alhambra, a ser un espacio de mezcla entre culturas.
-Tenemos la sensación de que el mundo está peor que nunca. ¿Es real ese sentimiento apocalíptico?
-Tiene fundamentos en la realidad después de vivir el proceso de paz en Colombia y otros procesos en el mundo, mi sensación es que para el ser humano común, para los jóvenes, pero también para los viejos, para las sociedades civiles en general, las instituciones no corresponden a las expectativas de las personas. Me refiero a la vida cotidiana. Esas personas no tienen tiempo para ponerse a pensar en la arquitectura de los estados, en la organización de la justicia y de la política y esperan que las instituciones funcionen, pero en todas partes las instituciones están en crisis. Hay una crisis muy profunda de la democracia.
-¿Es una exageración pensar que puede haber una tercera guerra mundial?
-No es ninguna exageración. Antes funcionaban las instituciones internacionales. Si no nos funcionaban los países, por lo menos estaban las Naciones Unidas, por lo menos estaba la Corte Internacional de la Nación, por lo menos estaba el Tratado Internacional de Libre Comercio, por lo menos se creó el Acuerdo de París para protegernos del medio ambiente que se destruía, pero ahora ninguna de esas cosas funciona. Las Naciones Unidas no pudieron detener el genocidio de Gaza, ni detener la guerra de Ucrania y así en muchas otras partes del mundo, las instituciones internacionales no funcionan. Lo que funciona realmente es que con algoritmos que dominan perfectamente el conocimiento de grandes aparatos de comunicación sobre las personas, recogen a los jóvenes, recogen a la gente que tiene alguna sensibilidad humana o política y lo meten en grupos que se confrontan entre ellos a través de los teléfonos.
-¿Se siembra la semilla del odio?
-Sí, son líderes que tienen una sensibilidad para captar el desespero y la angustia en la que está la gente, se aprovechan de esos algoritmos para manipular, para hacerle sentir, no crean en nada, no crean en las instituciones: 'crean en mí, que yo puedo resolverle los problemas'. Y entonces aparece Trump y aparece Putin y aparece Milley en Argentina y aparece el presidente de El Salvador y comienzan estas dominaciones tan reales.
-¿Qué peligro tiene esto?
-El mundo nunca antes había estado tan cerca de una explosión mundial de tipo atómico. En este libro reciente de Annie Jacobsen que se llama Nuclear War, escrito a finales del año pasado, ella deja muy claro cómo en cualquier momento puede estallar una confrontación nuclear de características brutales, porque todo está listo para que en segundos, si alguno arranca, todos arranquen y juntos, puedan destruir el planeta. Se puede desatar una reacción de una forma muy loca y es, tú me pegaste, pero yo te pegué mucho más duro, todos nos vamos a morir pero yo te maté más gente.
-¿Por qué no surgen líderes que contrarresten esas acciones?
-Porque yo creo que la humanidad se ha dejado meter en unos protocolos que hacen pensar que a través de la guerra podemos solucionar las cosas y que los estados fueron creados junto con los ejércitos.
-¿Qué puede hacer cada uno desde su posisión por la paz?
-Lo primero que hay que hacer es hacerlos vulnerables a lo que está pasando en el mundo. Comprender que somos ciudadanos de este pequeño planeta y que cualquier cosa que esté pasando aquí que golpee a los seres humanos individuales o colectivos va con nosotros. Lo que hay que hacer desde las escuelas y los movilizadores de opinión así como los predicadores de las distintas confesiones religiosas es romper la insensibilidad y hacerlos vulnerables al sufrimiento humano. El Papa Francisco dijo en una misa muy grande en Colomobia en la que había 60 obispos: 'Miren, en lugar dando sermones, vayan y pongan sus manos en el cuerpo ensangrentado de su pueblo'. Que fue lo que hicimos en la Comisión de la Verdad, porque lo que hace falta es la aproximación a las víctimas.
-¿Cómo se pasa a la acción?
-No podemos aceptar que hay en este momento 154 conflictos armados en el mundo y que no son un montón de pedazos de guerra sino una sola guerra mundial en pedazos. También deberíamos pensar lo que estamos haciendo, con la industria armamentística. La sociedad civil tiene que tomar la delantera en un momento en que no podemos confiar ni en los partidos políticos, ni en las instituciones nacionales, que no hay instituciones mundiales. Granada, por ejemplo, tiene mucho que enseñarme al mundo de lo que fue la convivencia entre los judíos y los árabes. Y ahora hay que potenciar eso. Hay que hacer una comunidad de naciones basadas en las tradiciones culturales de los territorios.
La codicia
-¿Qué intereses hay detrás de una guerra?
-La codicia. Estados Unidos tiene el 4% de la población del mundo y desde hace 100 años ya utiliza el 40% del petróleo del mundo. Y la otra cosa es la seguridad que esa codicia requiere. No para la seguridad del vecino de un pueblo pequeñito de la Alpujarra sino para la propiedad.
-¿Para qué sirve el conflicto?
-Todo lo que la guerra toca... lo destruye. Lo daña. El conflicto de Ucrania... Cuando termine dirán, ¿y esto para qué? ¿Por qué? Porque las cosas quedaron peores. Lo hubiésemos podido solucionar diplomáticamente sin matarnos. ¿Por qué, por ejemplo, Bush, después de las Torres Gemelas en Nueva York, decide bombardear a Irak? Las guerras no solucionan nada. Fíjate lo que pasó en Gaza. En un mes se hubiese podido arreglar el conflicto de Hamás e Israel y ahora ya no es una guerra, es un genocidio.
-¿Qué mensaje les manda a los jóvenes?
-Tenemos que conseguir que se apasionen en lugar de estar viendo TikToks todo el día o viendo pendejadas en los teléfonos. Nosotros cuando éramos jóvenes nos apasionábamos por los grandes ideales. Y cuando esto pasa, transforman las cosas. Pero hay jóvenes que están entregando el sentido de la vida que te dicen, que no vale nada y hay que intentar apasionarlos.
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