Granada se echa a la calle en un ensayo de la vuelta a la vida
El Centro de la ciudad ha sido este lunes hervidero con poca distancia social en las aceras y con tiendas blindadas contra el virus
Más gente que un domingo pero menos que un lunes. Granada se ha desperezado en la soñada fase 1 y se ha echado a las ... calles para abandonar poco a poco el letargo. Algunas arterias comerciales del Centro han sido un hervidero a media mañana; claro, que este concepto de 'hervidero' también es nuevo: quiere decir muchas personas pero sin aglomeraciones. Se han vuelto a ver decenas de cabezas juntas desde lo alto de la calle Recogidas, que tiene la inclinación justa para mostrar multitud si se echa la vista hacia Neptuno.
Granada anhelaba pasar a la fase 1 y había sensación de alivio en esos paseos liberadores sin hora y sin ningún cometido específico –a simple vista–. Una señora en una zapatería infantil lo definió en argot granadino. «Yo creo que la gente no va a ningún lado, que ha salido a 'goler'», decía bajando la cabeza con gesto de aprobación y arrugando la mascarilla por la absorción de aire precipitada.
La fase 1 se ha dejado notar en las aceras. Padres con niños, pocos ancianos y muchos granadinos en actitud de analizar la situación y estirar las piernas agarrotadas –en exceso– en el hogar.
Calles llenas y casi todos con mascarilla y con no mucha distancia social en las aceras. En la calle Puentezuelas se expandía la marabunta y volvía a concentrarse en Mesones. «Bib-rambla está muerta, vamos a seguir buscando». Este lunes, con los comercios abiertos en su gran mayoría y los bares cerrados –casi todos– los granadinos han estado buscando mesa sedientos y a grito pelado a través del móvil.
No había sensación de miedo, ni de restricción ni de persecución del incumplimiento: este lunes la vida intentaba fluir con verdadera normalidad.
Lo que no ha vuelto aún es el ruido. La protección de la boca mitiga la voz y las conversaciones se producen casi con eco. «¿Te gusta a lo que huele tu mascarilla?», preguntaba una joven a otro en el silencio de una calle llena de gente.
Sirenas en la calma
Con apenas tráfico, un coche de Policía irrumpió con las sirenas en la tranquilidad de la ciudad en uno de los acontecimientos más reseñables en una jornada en la que casi no ha pasado nada.
Se han dado los reencuentros. «No sé cuándo volveré a trabajar. Los granadinos irán a la Alhambra y se la contarán entre ellos con sus conocimientos», relataba este lunes con resignación una guía turística al toparse con un conocido en un banco de la plaza de la Pescadería, que están más limpios que nunca y, se supone, que prohibidos. Las tiendas aportaron mucha más vida que las terrazas, donde hubo quien disfrutaba de un café en vaso de papel o de una cerveza directamente en botella.
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«Estamos ilusionados pero a la vez con mucha incertidumbre», indicaba Carmen desde la tienda Lunetta, donde una señora se probaba un anillo con tanta seguridad que parecía casi radiactivo. Los comercios han levantado la persiana con muchas medidas de seguridad y con un alto control del aforo, algo que daba la sensación de que apenas había clientes. Y había colas. La más larga e inagotable, la de Correos. Cerca de ella otra en el banco Santander y también, por supuesto, la del kiosco de pan de la Mariana. Una pequeña en una peluquería y una muy larga en una administración de lotería junto con otra de dos personas en una tienda de móviles en Puerta Real. Allí, donde se palpa la vida granadina, no paraba de pasar gente de aquí para allá con conversaciones de Erte y de lo hartos que estaban de estar en casa.
Ahora se habla menos y se lee más. No hay escaparate o bar que no tenga un cartel con normas, explicando una situación o advirtiendo de algo. Y por las calles, niños con patinetes, gente con bolsas y algunos brindando en la calle por primera vez en dos meses, con la señal de la mascarilla en la nariz y la ilusión de las primeras veces.
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