Granada abraza con timidez la 'nueva normalidad'
La capital recibió el final del estado de alarma con tranquilidad, calor y un paisaje muy similar al que ofreció la ciudad durante la tercera fase
La pandemia trajo consigo expresiones extrañas y conceptos casi metafísicos. Muchos ciudadanos hablan ya como virólogos o expertos en salud pública. Igual que sucede ... con el 'corona', parece que este 'neolenguaje' popular también ha llegado para quedarse.
Así las cosas, el término de moda ahora mismo es 'nueva normalidad', un periodo indeterminado de tiempo que arrancó a primera hora de la madrugada de ayer domingo y en el que habrá que convivir con el 'bicho', pero sin las restricciones extremas del confinamiento. Queda atrás, o no (ojalá que sea que sí), la etapa más dura de una calamidad que ha causado estragos.
En la 'nueva normalidad', por ejemplo, los letreros electrónicos de la Circunvalación de Granada ya no avisan de que continúa el estado de alarma. Tras 90 días, han vuelto a las advertencias clásicas tipo 'Si bebe, no conduzca'. Es uno de los cambios que emparientan a la nueva y la vieja normalidad. Pero todavía son solo mínimos brotes verdes. Las secuelas están ahí: mascarillas, líquidos desinfectantes por doquier, codazos... O la cola de fieles que, ayer por la mañana, aguardaban turno para entrar en la Basílica de la Virgen de las Angustias y escuchar misa. «El aforo está limitado a 130 personas. Deberían poner una máquina de esas que da números, como las que hay en la Seguridad Social o las charcuterías», comentaba un parroquiano que esquivaba el ya fuerte calor sentado bajo uno de los plátanos de sombra de la Carrera. Quizá esa idea acabe por imponerse si no llega antes una vacuna o un medicamento eficaz para neutralizar al virus.
La modesta aglomeración ante el céntrico templo y una ordenada manifestación contra el racismo en la Plaza del Carmen eran las únicas dos estampas que recordaban, eso sí, lejanamente, a las superpobladas calles de la Granada anterior a la pandemia. La capital abrazó con timidez la 'nueva normalidad'. El siempre concurridísimo Paseo de los Tristes estaba semidesierto. Tres jóvenes malagueñas se hacían un selfie con ese monumental vacío a sus espaldas. «Venimos mucho y sabemos que lo normal es que casi no se pueda andar». Por eso quisieron inmortalizar el momento.
Más arriba, junto a la Casa de las Chirimías, había poco público en las terrazas. «La gente llega cuando baja el sol», decían los camareros. Porque esa es otra, el calor ya ha empezado a ser disuasorio. Como ocurría en la 'vieja normalidad'.
Para huir del sofoco, una chica había descendido hasta el mismo lecho del río Darro, y bajo la atenta mirada de la Alhambra, empezó a tocar la flauta. Fue a la altura del Museo Arqueológico y su música amansó a las fieras. También al coronavirus.
Mañana, seguramente más.
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