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RACOOL STUDIO / FREEPIK
Relatos de verano

Fugit irreparabile tempus

giuliana molinari maquiavelo

Domingo, 25 de julio 2021, 00:26

Enumeraba lenta y meticulosamente las grietas que surcaban el rostro devuelto por el espejo, mientras sus dedos comprobaban la veracidad de estas y su mente vagaba lejos de allí. Otrora, aquellos cabellos debieron haber sido dorados y, la tez, aterciopelada; así pues, ¿cómo pudieron convertirse en la cruel visión que el espejo no quería ocultar?

Las preguntas se agolpaban, intentando atravesar la neblina que, como un sedante, cubría sus sentidos; sin embargo, la incredulidad paralizadora era mayor a cualquier otra emoción y le obligaba a volver incesablemente a la cuestión sobre la identidad de la extraña que contemplaba, junto al irracional porqué de su estancia en su hogar.

El estridente sonido proveniente de un portazo interrumpió el hilo de sus pensamientos y provocó que un nombre surgiera nítidamente en medio de la confusión, a la vez que la imagen de un niño volviendo del colegio se materializaba en su recuerdo. ¡Su hijo había llegado! ¡Eso era lo que debía haber olvidado! No obstante, su subconsciente sabía de otro descuido de mayor importancia que había sido pasado por alto.

Unos balbuceos procedentes de la habitación contigua llegaron a sus oídos, sorprendiéndola tanto que se apresuró a encontrar la fuente de su origen. La niebla se disipó cuando un pequeño infante, resguardado en la comodidad de su cuna, le dedicó una mirada inquisidora desde sus grandes ojos verdes, produciendo sonidos que formaban la palabra, ahora comprensible, de «nonna».

Se desestabilizó al comprender que había sido víctima de una inconmensurable confusión, puesto que Maruca había omitido los últimos veinte años de su existencia, volviendo al tiempo en el que su hijo era un niño. Bajo la tranquilidad que el párvulo le transmitía, reflexionó sobre los «despistes» –como se había acostumbrado a definirlos– que sufría más frecuentemente cada vez, y en la vida que poco a poco transcurría ante sus exhaustos ojos.

[…]

En el recuerdo que sus conocidos conservaban de la joven de melena dorada, destacaban su vivacidad, elocuencia y astucia, máxime reflejada cuando se percataba de los detalles obviados por la mayoría, los cuales acababan siendo esenciales y extremadamente útiles. Por tanto, ¿cómo osaban discutir su posible destino abiertamente, sin atisbo de conocer el término «disimulo» e ignorando cualquier reflexión que Maruca decidiera exteriorizar? A pesar de la frágil y compleja etapa que estaba atravesando, se recuperaría y volvería a poseer la fuerza que la había caracterizado antaño; aun cuando sus músculos eran terriblemente débiles, podía tenerse en pie; incluso si sufría ocasionales olvidos y momentáneas confusiones, todavía contaba con una mente que razonaba y una voz que gritaba, exigiendo ser tenida en cuenta y valorada, como siempre había sido. Por muy claro que fuese para ella, parecía que era la única capaz de verlo, ya que era como si hubieran puesto un denso velo ante la vista del resto de individuos y a ella no le quedase el valor para descorrerlo.

Para su familia, se había transformado en un problema que viajaba de unas manos a otras, al que nadie observaba (hecho que reflejaba el escondido deseo de que desapareciese silenciosamente cuanto antes) y del que únicamente se acordaban si podían obtener algún beneficio.

Para los desconocidos, era otra anciana entrometida y antipática, cuya Edad de Oro se había esfumado hace largo tiempo, abandonando los despojos en el camino que debía ser recorrido por las generaciones venideras. Con todo, nadie se había tomado el tiempo para brindarle la oportunidad de defenderse, desmentir tales patrañas y demostrar la realidad escondida bajo las arrugas.

La sociedad que había ayudado a construir, contribuyendo en su prosperidad y desarrollo, ahora le daba la espalda, olvidando sus necesidades, borrando su existencia y desterrando de la memoria sus aportaciones, por si acaso llegaban a suponer una deuda que debía ser saldada –para desgracia de los jóvenes– con el aseguramiento de su bienestar.

Habiendo asumido las terribles decisiones que podían llevar a cabo aquellos con los que jamás se había cruzado, todavía le costaba aceptar el desdén emanado por su prole, a quienes había otorgado el regalo más valioso, además de haberlos alimentado y protegido en sus etapas más tempranas, cuando eran absolutamente indefensos y necesitaban de una guía idealizada sobre la que fundamentar sus características psicológicas. Empero, dicha guía ha caído en desgracia y, al invertirse los papeles de la amarga tragedia, ellos han aprovechado la fuerza inesperada para huir de la divinidad que, permitiéndoles vislumbrar sus heridas, mostró que podía morir.

[…]

Los golpes rítmicos del bastón resonaban en las paredes, como protestas ante lo que estaba por acontecer. Resultaba que familiares, desconocidos y la sociedad habían encontrado la solución para su problema común mediante la incapacitación, estado que les permitía forzarla a terminar sus días sola y sumergida en el ambiente más lúgubre imaginable.

Infinitas excusas habían sido inventadas para calmar las consciencias –en el supuesto de que realmente contaran con ellas–, alegando que era para su protección, vigilancia y mejores cuidados; además, ¡podría compartir historias con integrantes de su generación! Lo pintaban como si le estuvieran haciendo un inmenso favor y debiera de agradecérselo. En realidad, la gota que había colmado el vaso era el olvido de su propio nieto pocas semanas atrás. Sin mencionar los incontables juramentos sobre las visitas semanales. Una sonrisa melancólica se formaba mientras pensaba que, si la habían despreciado cuando aún los identificaba, era seguro que no sería siquiera recordada cuando comenzara a babear.

En los últimos meses había desarrollado gran animadversión al lema «fugit irreparabile tempus» y consideraba que tenía razones necesarias para tal hecho. Asimismo, ¿por qué no comprendían que deseaba volver con sus antiguos seres queridos? Estaba completamente dispuesta a perdonar sus traiciones, si ello significaba ser considerada como una igual.

Sin embargo, los golpes del bastón seguían resonando mientras ella apostaba consigo misma el número de breves momentos de lucidez que le quedaban hasta que el dolor cesara.

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