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Incendio en Almuñécar
«Cuando el fuego rodeó la finca, cogimos los animales y nos fuimos»Los vecinos de La Herradura vuelven a sus casas horas después de que el Infoca dé por estabilizado el incendio forestal
La entrada y salida de vehículos son las únicas señales de vida que se aprecian en Los Mateos, barriada de La Herradura afectada por el ... incendio forestal que comenzó hace unos días. El olor a quemado aún invade el terreno y, aunque ya no hay llamas, el suelo desprende un calor abrasador y los troncos carbonizados de algunos árboles todavía echan humo. «Ha sido un infierno», asegura Enrique.
La fase de preemergencia del Plan de Incendios Forestales de Andalucía se desactivó a las 23.32 horas del miércoles, cuando se dio por estabilizado el incendio y terminó el alejamiento temporal de los residentes de la zona. Comenzaron a volver durante la mañana de ayer. Casi la totalidad de sus cultivos están destrozados. Enrique reconoce que nunca había visto nada similar. Las llamas se extendieron con rapidez y en cuestión de solo dos horas toda la zona de Los Mateos estaba calcinada. «Cuando el fuego rodeó la finca, cogimos los animales y nos fuimos», expresa. Su único objetivo llegados a ese punto era que no hubiese que lamentar ninguna muerte.
Paco, otro de los afectados, alza la mirada y niega con la cabeza. No termina de creer lo que ve. La imagen es desoladora. Sus ojos solo alcanzan a observar monte completamente quemado. El verde que hace solo una semana cubría los terrenos ha desaparecido. Un manto negro ocupa su lugar. «Es una pena», detalla. Ha perdido numerosos bancales de aguacate y mango. Hasta ayer no pudo acceder al terreno, pero se temía lo peor. Los troncos y ramas de algunos árboles se han partido y dificultan el desplazamiento por carretera. Las llamas no penetraron en el cortijo, pero han dejado las tierras inservibles. Tendrá que cortar todas las plantaciones y empezar de cero para conseguir su recuperación. Aunque han vivido más incendios en la zona, admite que nunca habían llegado a este punto. Las uvas están calcinadas. Un mismo aspecto comparten los mangos y los aguacates sobre el suelo. El hombre se lamenta y piensa en todo lo invertido. Esperaban poder recoger los frutos en estos meses. «No se ha salvado nadie», añade. El que más y el que menos tiene la mayor parte de sus terrenos afectados.
No obstante, se consuela al ver que las llamas no alcanzaron los muros de su cortijo. No corrió la misma suerte otra vivienda de sus familiares, situada apenas unos metros por encima de la de Paco. Las cenizas dan un color azulado oscuro a la piscina. El fuego penetró en la estancia y calcinó parte de la fachada, las ventanas y todo aquello que encontró a su paso por el patio de la vivienda. Los restos de lo que debía ser una hamaca y unas sillas decoran ahora el lugar. Sus propietarios no se han atrevido a acudir al lugar, no asimilan aún lo ocurrido.
El paisaje es idéntico un poco más abajo, en otra barriada cercana. Ángeles decidió quedarse hasta último momento en su casa con sus perros y vio arder sus dos coches y su caravana. El mirador al borde de su casa tenía unas vistas envidiables hacía la naturaleza y el mar de las que tampoco queda rastro alguno. Al igual que ella, otra vecina de 80 años se armó de valor y se negó a marcharse. Quienes no presenciaron las llamas también conocieron lo que sucedía desde el principio. Seguían la última hora del Infoca y esperaban en sus otras viviendas, en La Herradura o Almuñécar, a que hubiese alguna novedad.
Recuperación
En el trayecto para evaluar todos los daños, Paco cruza alguna palabra con el resto de vecinos de la zona que ya han podido volver a sus fincas. El rostro de todos ellos transmite una mezcla entre preocupación y tristeza. «De la noche a la mañana pierdes todo en lo que llevabas años trabajando», indican. No encuentran consuelo alguno.
Los residentes y dueños de las fincas ya temían lo peor cuando conocieron la existencia del incendio. Al principio, eran unas pequeñas llamas a lo lejos. Después, el fuego saltó de un bancal a otro y en solo unas horas vieron sus terrenos amenazados. «Fue una pesadilla. Como si el infierno hubiese bajado a la tierra», afirma Enrique. El hombre se emociona cuando recuerda la actuación de bomberos de Granada y miembros del Infoca y agradece la labor de los efectivos. Él y su hermano esperaron al último momento para marcharse, incluso ayudaron a sofocar las llamas con agua de la piscina y mangueras. Afortunadamente, su casa sigue en pie.
No ha dejado pasar ni un día para volver a trabajar en sus tierras. Sustituye la goma que da forma al regadío desde primera hora de la mañana y analiza cuántos árboles tendrá que cortar y cómo hará el proceso de recuperación. Asume lo sucedido con entereza y elige ver el lado positivo. «Mientras tengamos vida, podremos arreglarlo», sentencia. El hombre para quieto desde entonces, no tiene ni un minuto que perder. Los vecinos de La Herradura comienzan a afrontar el golpe solo un día después de la extinción del incendio.
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