La falta de acuerdo con el Arzobispado tumba la recuperación de la acequia de Aynadamar

El deseo era que el agua volviera a circular por las históricas 'venas' hasta el corazón de la ciudad, un sueño que se ha demostrado imposible cuatro años después. La falta de acuerdo entre el Ayuntamiento de Granada, el Arzobispado y los titulares de varios de los terrenos que atraviesa la acequia ha terminado por tumbar el proyecto, según han confirmado los técnicos del área de Urbanismo este lunes en la comisión informativa que se ha celebrado en el salón de plenos.

Tal y como han señalado en la cita, la cancelación de la iniciativa ha llegado tras las conversaciones mantenidas por la concejalía con los dueños de las propiedades que cruza la acequia en su entrada hasta el Albaicín. Entre los mismos se encuentra el Arzobispado, que ha dejado entrever durante el proceso que había desacuerdo con las servidumbres de paso. Según han expuestos los técnicos del área a preguntas del grupo municipal de Vox, que se ha interesado por la cuestión, la Curia no ha visto viable «que se pusiera en carga la acequia», es decir, que el agua volviera a recorrer la infraestructura.

No ha sido este el único problema que ha motivado la cancelación de la iniciativa. Otros titulares se han opuesto a las consecuencias que implicaban para sus terrenos la construcción de un sendero junto a la acequia. Esta senda estaba pensada para que residentes y turistas pudieran recorrer el camino que históricamente seguía el agua y conocer de esta manera una de las principales herramientas de abastecimiento con que contaba Granada en tiempos nazaríes, pero también tras la conquista de los Reyes Católicos.

Ambas dificultades, tanto el rechazo a la circulación del agua como a la creación de un sendero peatonal junto a la acequia, han terminado por tumbar la actuación.

La acequia de Aynadamar, de la que aún se conservan numerosos tramos, es una de las infraestructuras imprescindibles para entender el desarrollo de Granada a lo largo del tiempo. Con el núcleo urbano ubicado en la zona alta que hoy ocupa el Albaicín, la ciudad tenía que salvar el escollo que suponía hace siglos llevar el agua desde el Darro hasta las alturas de la colina donde estaban las viviendas. La acequia de Aynadamar vino a resolver el problema alrededor del siglo XI, cuando está registrada la canalización del caudal que mana en las estribaciones de la sierra de la Alfaguara, en terrenos de Alfacar.

De las implicaciones de la obra quedan, como atestiguó el arqueólogo Ángel Rodríguez hace unos años, un sistema de puentes que permitía atravesar los barrancos que dificultaban la llegada a la capital. El agua, cuyo uso era exclusivo de los granadinos que entonces habitaban el Albaicín, movía en su camino molinos y se bifurcaba abrazando el núcleo urbano para llenar los diferentes aljibes que aún se conservan en la ciudad. La ramificación alcanzaba también a albercas domésticas y otras construcciones que permitían que el líquido fuera empleado a nivel doméstico.

La infraestructura recibió modificaciones a lo largo de los siglos. Se le añadieron tramos, por ejemplo, para regar las almunias que había en el entorno de Cartuja. También se adaptaron partes posteriormente a la conquista castellana para evitar que se perdieran las canalizaciones. La modernización de la red de abastecimiento el siglo pasado hizo que su utilidad decayera. Fue entonces cuando sufrió un acelerado proceso de desaparición que la iniciativa pretendía revertir para poner en valor un elemento fundamental para conocer la historia de Granada.