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Nieves lleva más de 10 años alojando estudiantes internacionales en su casa. Fue un amigo quien la animó a probar la experiencia con el incentivo ... de conseguir una ayuda económica para pagar la hipoteca. Una década después, su marido, Carlos, y sus dos hijos de seis y siete años están encantados de poder compartir este estilo de vida.
La familia anfitriona recibe 810 euros al mes por alojar al estudiante y cubrir los gastos derivados de su estancia: desayuno, comida y cena, así como la obligación de lavar su ropa y limpiar su habitación una vez a la semana. «Nuestra finalidad es que se sientan en casa, queremos que sean uno más. De hecho, mis hijos los llaman 'los hermanos mayores'», explica Nieves.
Carlos, por su parte, los compara con «un hijo», y recomienda a aquellas familias que se estén planteando participar en un programa de este tipo que no lo hagan por el dinero: «Económicamente es una ayuda, pero no te haces rico con esto. Es una experiencia en la que tienes que compartir tu casa y tu espacio con otra persona que viene de fuera, por lo que realmente tienes que querer hacerlo».
El proceso para ser familia anfitriona es sencillo: tienes que contactar con el organismo, en este caso CEA CAPA Education Abroad, y hacerles saber que quieres alojar estudiantes internacionales en tu domicilio. «Entonces visitan tu casa y te hacen una serie de preguntas; entre ellas, si prefieres chico o chica, si te importa que la persona sea homosexual o no, que sea vegetariana o que tenga alguna alergia... Para de esta forma asignarte al estudiante que más compagine contigo», indica Nieves.
En cuando a los requisitos, la ubicación es muy importante. Esta empresa busca que las familias vivan en la zona centro o alrededores para que el estudiante no tenga que andar más de 20 minutos hasta llegar a su lugar de estudios y tengan más facilidad para socializar y acudir a sitios de ocio. Además, la habitación tiene que poder cerrarse y tener todas las comodidades: cama, armario, escritorio, silla, etc. «Que tenga baño propio no es indispensable, pero suma puntos», afirma Nieves. «Nosotros tenemos dos en casa y dejamos uno para ellos», añade.
La experiencia de esta familia, en general, ha sido buena, aunque no con todos los estudiantes han congeniado del mismo modo. Solo en una ocasión dieron aviso a la organización para que le buscaran otro alojamiento a la persona que tenían en casa. Sin embargo, recuerdan a otros, como Chelsea, que les visitó años después para presentarles a su marido.
Otro estudiante, cuya familia llegó a Estados Unidos desde Afganistán como refugiada, fue un «ángel» para Nieves: «Una vez paramos el programa porque acababa de nacer nuestro hijo, pero un chico no congenió en la casa que estaba y nos preguntaron si nos podíamos hacer cargo de él. Fue mi salvador. Era un chaval superbueno, cogía al niño, lo dormía… era uno más».
Y es que Nieves considera que cada uno de ellos tiene algo especial y se crea entre todos un «respeto mutuo». «No hay que estar tan encima de ellos, hay que dejarlos que fluyan», incide. Además, estos padres opinan que esta experiencia es muy positiva para sus niños: «Es una de las razones por las que seguimos con el programa».
Después de tener hijos no sabían si continuar, pero el hecho de conocer a personas de otros países y convivir con ellos en casa creen que es algo muy bueno en su crianza. «Nos daba un poco de miedo la reacción de los niños cuando se fueran los estudiantes, porque solo están cuatro meses: de septiembre a diciembre y de enero a mayo. Pero ellos lo llevan mejor que yo; al final soy yo la que acabo llorando, lo paso fatal», detalla Nieves.
Ahora tienen en casa a Zara, una chica de Texas de ascendencia mexicana que estudia Literatura en la Universidad de Fordham, ubicada en el distrito de El Bronx, en la ciudad de Nueva York. En este lugar también se formaron personalidades tan conocidas como el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la cantante Lana del Rey.
Zara, de 20 años, llegó el 23 de enero a Granada para cursar un programa de cuatro meses y medio. Estudia en nuestro país asignaturas que después le convalidan en su facultad, como Historia Hispánica, Historia del Flamenco, Literatura Española o El Camino de Santiago, impartidas muchas de ellas por profesores de su universidad. «La idea es similar al Erasmus, de intercambio cultural, sobre todo para gente interesada en aprender español o mejorarlo», apunta Carlos.
Este ha sido el caso de Zara, que cuenta que es muy común entre los estudiantes de su universidad «hacer un programa internacional en un país europeo», pues está incluido en su matrícula. «La mayoría de mis amigos han ido a Londres, pero yo quería perfeccionar mi español», señala, y reconoce que le fascina la ciudad: «Me encanta Granada, es muy chula y muy barata. Me gusta que puedo ir a todos lados andando y no tengo que estar todo el rato conduciendo. Allí no suelo salir mucho de la zona donde está Fordham».
Estudiar, tomar algo con sus amigos y dormir la siesta están en el día a día de esta chica estadounidense, que está aprovechando su estancia en España para descubrir otras ciudades como Sevilla, Ronda y Córdoba, excursiones que organiza CEA CAPA, y descubrir otros destinos europeos como Londres, Milán o Dublín. «El programa también organiza actividades. La semana pasada fui a una clase de flamenco», manifiesta.
CEA CAPA lleva más de 26 años en Granada, aunque también trabaja en otras urbes españolas como Sevilla, Madrid, Alicante y Barcelona. Predominan los programas cortos, de unos cuatro meses de duración, pero también ofrecen de un año. Irene Torrecillas-Domínguez, que actúa como enlace con las familias que dan alojamiento a los estudiantes, asegura que se quedan «muy contentos» tras su paso por esta ciudad.
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